Cada oficio tiene su propio metalenguaje, decía Barthes. La política tiene el suyo, y con frecuencia los políticos están acuñando nuevos términos para referir detalles de su actividad. Una frase ya manida por su uso y abuso es aquella de «las líneas rojas», con la que se quiere significar límites en la política. La demarcación -real o imaginaria- que limita lo aceptado e inaceptado de una acción política a la hora de hacer que las cosas sucedan. En tiempo de componendas y pactos las líneas rojas forman parte de la primera línea en el lenguaje de asambleístas, comunicadores y opinólogos que, como la panacea, creen haber encontrado la fórmula que les permite mantenerse -no sin cierta moralina- dentro de los límites de lo ética y estéticamente permitido en política. No obstante, también hay quienes habituados a cruzar esas líneas demarcatorias de ida y de vuelta, sin rubor, hacen de la politica un territorio baldío de principios, estéril y despreciable.
Estas líneas rojas, que son en realidad fronteras rojas, marcan de cuerpo entero a quienes las cruzan como contrabandistas, subrepticiamente, entre sombras de la impunidad en la peregrina idea de estar haciendo lo «políticamente correcto». No son fronteras materiales que para cruzarlas hay que entrar en territorios ajenos, son límites entre la decencia y la impudicia que observa con propiedad todo político con un mínimo de dignidad. No están esos límites por sobre el bien y el mal, son en sí mismas las fronteras rojas principio y fin de lo bueno y lo malo.
El espectáculo que ofrece la Asamblea Nacional estos días no inaugura mejores días para el Ecuador. Hombres y mujeres elegidos en una subasta de baratillo, con probidad puesta a prueba que de entrada emiten señales sospechosas e inequívocas de sus verdaderos propósitos legislativos. Pactos entre gallos y media noche, ruptura de esos pactos entre la felonía y el descaro, apetitos personales y transacciones entre mercaderes de la política, sin valor en la palabra y en la firma, sin rubor en la cara de espaldas al país, ocultando su verdadera calaña. Motivados por el odio cruzan las fronteras de lo racional y toman decisiones a favor de unos para perjudicar a otros: voto por fulano para que no gane mengano. Cruzo la frontera roja de ida y vuelta para hacer que la politica se convierta en subasta de tontos y tontas útiles, manualitos a la hora de dejarse manejar para protervos e impopulares fines políticos en un tragicómico espectáculo legislativo.
El banquero y su bancada protagonizaron en el debut parlamentario una puesta en escena obscena e impresentable, haciendo pactos y traicionándolos de la noche a la mañana, cruzando la frontera roja hacia la indignidad política. La felonía no solo es una frontera franqueable por los pragmáticos inmorales, es también el reino de los mercaderes sin dios ni ley. El pacto entre CREO-PSC-UNES y su traición, es ejemplo de aquello.
Uno de los protagonistas de ese pacto deja al descubierto los entretelones de una puesta en escena de incalculables consecuencias políticas. Por qué se estableció ese pacto, cómo se lo hizo, quién lo concibió y si fue correcto o no hacerlo, son algunas de las inquietudes que aborda Jaime Nebot en una reveladora entrevista para el portal político derechista La Posta.
El ex alcalde guayaquileño comienza señalando que en democracia “la gente piensa distinto y actúa distinto», y “todo pacto es factible cuando se trata de cumplir compromisos con el pueblo y eso es lo que debe hacer un Presidente”. En tal sentido, considera lícito que se “converse con todo el mundo” para conseguir acuerdos. Según Nebot, el Presidente electo había ofrecido un “encuentro con el país” y en esa línea impulsó un pacto entre CREO, PSC y UNES para captar la dirección de la Asamblea Nacional, las comisiones legislativas y obtener de ese modo gobernabilidad, a través del apoyo necesario para los proyectos de ley que presentaría su régimen en el parlamento. Para eso se reunieron virtualmente G. Lasso, J. Nebot, R. Correa, P. Muñoz, H. Kronfle, Monge y otros -con asesoría de J. Durán Barba-, para conversar sobre aspectos de un acuerdo político en el entendido de que “no se puede excluir a 49 asambleístas (UNES) y al 47,5% de la población que votó por ellos”.
Entre las revelaciones hechas por Nebot, señala: “Presentamos una terna con posibles nombres para presidente de la Asamble Nacional, -a pedido de Lasso-, entre los que estaba César Rohón y fue seleccionado Henry Kronfle, por eso se fue Rohón del PSC, molesto por la decisión”.
En el pacto, Nebot cuenta, Correa propuso una «comisión de la verdad» -similar a la que había propuesto Lasso en campaña, con apoyo de la ONU -para investigar la corrupción y sus responsables,- “no pidió sacar a la fiscal Salazar, no pidió libertad para Glas, no pidió meter las manos en la justicia y revisar los juicios al correísmo”, reconoce Nebot.
El lider socialcristiano denuncia el doble discurso de los políticos, “esto es entre tres ratas, cuatro gatos y cinco perros”. El banquero hizo un mal negocio: “Lasso perdió un presidente, dos vicepresidentes, comisiones de la Asamblea Nacional y un aliado que no le costaba nada”. Le entregó todo eso a quienes le ofrecieron tumbarlo: “Pachakutik propuso a Rafael Correa un pacto a cambio de tumbar al gobierno de Lasso en menos de un año y Correa respondió: “por ese camino yo no regreso”. Otros se desdicen de lo que hicieron y dijeron. “En las listas de candidatos a las comisiones parlamentarias estaba el nombre de Fernando Villavicencio, y luego dice oponerse al pacto con el correismo”. Y revela cómo Lasso, en esa línea, dudaba de su propia palabra comprometida en el acuerdo, al solicitar: “Sáquenme del documento del acuerdo esto de cumplir con municipios, prefecturas, juntas parroquiales y universidades”.
Nebot, ex aliado del pacto, hace sorprendentes revelaciones de cómo hacen la política los enemigos del progresismo, “sin importar quien tenga los votos, sino quien pueda ganarle a Correa”. Motivados por el odio que oscurece el cerebro, según dice, Jaime Nebot revela que se preparaba un golpe de Estado si ganaba Arauz, y quisieron hacerle fraude al ganador legítimo: “Como no les salió ese numerito quisieron hacer un golpe de Estado. Ya tenían el plan Yerovi de Imbabura. Con Pablo Celi a la cabeza”.
Las líneas rojas deben ser mejor visibilizadas por los políticos, no son imaginarias como la línea equinoccial que todos cruzan para poner un pie en el hemisferio del bien y el otro en el hemisferio del mal para tomarse una foto, sin ética ni estética política.
El mejor activo de un Presidente es honrar su firma y mantener la palabra. Lasso propone el acuerdo, lo firma y luego se arrepiente. Lasso perdió toda credibilidad, cruzó las fronteras rojas traicionando a sus aliados y a su propia palabra. El banquero electo Presidente, no cumplió con quienes se enteraron de la traición en el momento de la votación para la presidencia de la Asamblea Nacioal. Si le dio miedo y se arrepintió del pacto debió decirlo antes, señala Nebot: “Tiene que tener los cojones de cumplir con su palabra”.