En la agenda mediática de la semana que concluye quedará registrado el episodio protagonizado por Andrés Carrión, en el set de Teleamazonas, frente al periodista Fernando Casado. Carrión, en un arrebato de jactancia autoritaria frente a las cámaras, increpó violentamente a su invitado durante una entrevista: “…aquí el que manda soy yo y te sometes a mis indicaciones…”.
Imposible que el episodio se hubiese dado de otra manera, no faltaba más. Carrión hace un tiempo reconoció que “en el Ecuador la estrella era el entrevistador y no el entrevistado, eso fue lo que condujo a que haya un terreno fértil para las agresiones virulentas”, señaló en el programa de televisión pública Derechos Reservados, conducido por Carlos Montero. Carrión en esa oportunidad reconoció que “de alguna manera lo que ocurrió en el gobierno anterior, fue producto de los errores que cometimos los periodistas, la comunicación en general se convirtió en protagonista, en actor de los sucesos; nosotros dictábamos sentencias desde los micrófonos, desde las cámaras, nosotros resolvíamos que era lo bueno, que era lo malo, nosotros interveníamos en política, al mismo tiempo éramos periodistas; eso ocurrió porque somos un poder, creemos que el hecho de tener una tribuna, un espacio nos da la categoría para resolver estos temas que no nos corresponde y ese es el error que cometimos”, afirmó el periodista.
Sentencioso, categórico, en uso de una prerrogativa que supuestamente otorga el micrófono en la tribuna de un periodismo por encargo, el error, exabrupto, lapsus pasado y presente, se repite subsumido en la arrogancia de un sector que se aferra a un poder que se descompone. Expresa su fracaso, precisamente, en la impotencia de desaciertos, como insinúa Ricardo Tello en opinión de prensa, se expresa en un inexistente plan de vacunación viable solo en la cabeza del también inexisten ministro Zevallos.
La imprecación sentenciosa “aquí el que manda soy yo y te sometes a mis indicaciones” inspira similares gestos de arrogancia clasista. En la inmoral decisión del ministro Zevallos de vacunar a su mamá, amigos y burócratas con el poder que representa su cargo de funcionario público predispuesto a decidir la salvación de los obsecuentes en pago de quién sabe qué lealtades, traficando influencias sin temor al peculado, para eso “aquí el que manda soy yo”.
Con similar arrogancia el CNE organiza elecciones con una trasparencia que solo debe estar en la cabeza de su presidenta. Diseñan debates con una perfección que solo está en las cabezas de organizadores y conductores. Se realizan encuestas con una certeza existente solo en la cabeza de los encuestadores. Todo con el arrogante propósito de torcer la decisión popular.
Aquí el que manda soy yo es la altanera consigna de una clase que busca perpetuar privilegios en el país descompuesto y caotizado en todos los ámbitos. A río revuelto ganancia de pescadores, por algo será que aquí quién manda soy yo. Para eso es el poder.
Con similar prepotencia hoy disputa ese poder el candidato banquero, con arrogancia de clase que le insufla el pecho al insinuar aquí quien quiere mandar soy yo.
Es el pueblo quién decide quién manda, no el señor Carrión y la prensa por encago. El que decide ese mandato es usted.