Casa Égüez Centro Cultural se vistió de gala para recibir al grupo Teatro Ensayo que puso en escena una obra de teatro-danza, basada en el texto de la novela Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara. La presentación evoca la masacre de trabajadores que tuvo lugar en Guayaquil, el 15 de noviembre de 1922, durante la huelga general decretada por las organizaciones proletarias. La gesta terminó en tragedia con miles de hombres y mujeres asesinados por el ejército y lanzados los cadáveres a la riada. La obra evoca la metáfora de Gallegos Lara para conmemorar las cruces sobre el agua teñida con sangre en la memoria histórica del país.
-“Una circunstancia olvidada por la historia -comenta el escritor Iván Éguëz, anfitrión de la casa-, y que ya no les interesa a los periódicos recordar, y a lo poco que queda del movimiento obrero ecuatoriano, tampoco”.
Casa Éguëz, en el afán de promover las expresiones culturales y preservar un registro histórico del país, abrió sus puertas para que el grupo Teatro Ensayo realice el montaje de una de las novelas emblemáticas de la literatura nacional, adaptada en una coreografía de Marisa Créténier y la dirección de Antonio Ordóñez.
Mientras el grupo realiza ejercicios de calentamiento, Antonio accede a conversar sobre su trayectoria y la del Teatro Ensayo. Su mirada simboliza en un destello el viaje de su memoria hasta los años sesenta, cuando crea el grupo y comienza una trayectoria de inclaudicable trabajo artístico comprometido con los más altos valores nacionales.
-“El teatro tiene que servir para algo, -señala Ordoñez- no queremos hacer arte por arte, siempre tiene que haber un compromiso. Queremos descubrir otras cosas, ya que el teatro no va hacer la revolución, pero va ayudar hacerla”.
Eran los días del estallido social de los años sesenta, de la emergente presencia de artistas que habían puesto su gota de sudor para ayudar a cambiar el mundo. Ordoñez evoca, “nosotros nacemos en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en 1963. En ese entonces viene a Quito un experto de la UNESCO, Fabio Pacchioni, y se encuentra con los Tzántzicos, grupo cultural en el que militábamos; Fabio viene un poco a imponer modelos, pero se encuentra con el grupo y es él quien tiene que cambiar”.
Una historia de constancia y apasionada vocación, de superación permanente en el campo de las artes escénicas. El proyecto concreto de Pacchioni fue crear un teatro experimental y surge el Teatro Popular Ecuatoriano al que se integran miembros del Teatro Ensayo. “El italiano traía el clásico método de Stanilawsky, -recuerda Ordoñez- pero nosotros experimentábamos con el método de Brecht que se convirtió en nuestra forma de ser como grupo de creación colectiva”.
Ordoñez permanece con los Tzántzicos y luego ingresa a la Escuela de Arte Dramático en Quito. Luego viaja a Chile en los setenta y permanece dos años fogueándose en contacto con grupos como ICTUS e ITUCH, realizadores de la talla de Miguel Littin, y se codea con los mejores exponentes del teatro mundial que visitaban Santiago, en ese entonces. Con incansable espíritu indagador, Ordoñez lleva a la cúspide a un elenco notable en su concepción histriónica y estética.
-“Hay que romper con el texto, precipitarlo en unos casos, atenuarlo en otros durante la puesta en escena”, concluye Ordoñez.
En la actualidad, el elenco del Teatro Ensayo está conformado por licenciados de la Facultad de Artes, entre los cuales constan: José Ignacio Donoso, Carlos Guamán, Valeria Brito, Alejandra Núñez, Viviana Muñoz, Geovanna López, Roberto Chucuma, Sebastián Muñoz, Fausto Zanafria, Melinto Oña, Freddy Taipe, Karen Riera, Nina Oña. La coreografía es realizada por la maestra Marisa Créténier, en el diseño y elaboración de vestuario destaca Elvia Vinces, y en apoyo de comunicación e imagen están Alejandra Núñez y Marcelo Arellano.
Teatro Ensayo ha puesto en escena más de cien obras de teatro y danza con participación de 280 actores y técnicos que hacen de todo: adaptación de locaciones para cada obra, montaje escénico, elementos de tramoya, sonorización, luminotecnia y actuación.
La emblemática novela de Joaquín Gallegos Lara, Las Cruces sobre el agua, cuenta con una magistral adaptación coreográfica para una obra de teatro-danza. En el desarrollo de la puesta en escena, cada imagen creada por la cadencia corporal de los actores, fundidos a una exquisita conjunción de sonidos y colores, va creando una atmósfera de singular belleza visual.
Desde la bruma de la historia emergen, fantasmagóricos, los protagonistas de un hecho trágico. Desde la memoria que suele ser pájara y escurridiza, con fugaces textos -a manera de epígrafes- y breves diálogos colectivos, se rescata la historia desde los confines del olvido. El proletario y la obrera textil, el pescador y el burócrata, el maestro y la jornalera, trabajadores mancomunados y unidos en un solo grito de resistencia. El gamonal costeño que ordena al Presidente “restaurar el orden a Guayaquil”. La soldadesca que ejecuta las órdenes de reprimir. La bayoneta calada y el fusil vomitando fuego. Los cadáveres que flotan en la riada. Las cruces sobre el agua que estremecen la memoria histórica de un país.
Todo en un instante de arte sin panfleto, suscitador en sus contenidos y formas.
Una obra maestra.