Por Leonardo Parrini
Se dice que el papel aguanta todo y, por extensión, el micrófono también. A veces la política con su metalenguaje propio se convierte en un juego de birlibirloque. Este popular dicho que se suele utilizar para referirse que algo fue conseguido con el arte de birlar, por sorpresa, con destreza y maestría. Y ese es el caso de Noboa que llegó a la presidencia sorprendiendo a sus propios adeptos cuando nadie daba un real por su candidatura.
Hoy el mandatario electo ensaya una nueva impronta. Noboa se muestra convencido sin convencernos de qué está convencido; seguro, sin asegurar en qué consiste su desplante. Impronta que se ve disminuida por las formas presidenciales que, son importantes, aunque sus asesores no le quieran contradecir sus deseos de estar a la moda con un reciente corte de cabello que lo aparenta como de un chiquillo imberbe, sin experiencia ni credibilidad, cualidades que se suman a la de un mozalbete que llegó a la presidencia sorprendiendo a todos.
Noboa está en su mejor momento, como toda escoba nueva que barre bien, con un porcentaje superior al 70% en las encuestas. Mientras su antecesor termina su fracasado mandato con un 12% de popularidad y con un desmesurado grado de cinismo y embuste afirmando que deja “un país mejor que el que recibió”. Afirmación desvergonzada, sin duda, audaz en estos tiempos de imprevisibles riesgos.
La verdad es que Noboa recibe un país en soletas, al que pretende gobernar sin incomodarlo más de aquello que lo hizo Lasso, porque ha confesado su abierto deseo de reelegirse el 2025. Se colige que Noboa gobernará echando mano a un populismo trasnochado que no tiene ya nada nuevo que ofrecer al populacho. Masa informe que durante su mandato de 18 meses tratará como electores, procurando que nada le disguste. En la insoportable levedad del periodo presidencial Noboa, hará gala de un clientelismo de derechas, sin aumentar más impuestos a los ya existentes, condonando deudas con el Estado a sectores interesados, entre otras medidas ya desgastadas. Al menos, deberá intentar cobrar a los morosos con el SRI y el IESS, y ser cuidadoso con los derechos y requerimientos básicos de los trabajadores para evitar movilizaciones de oposición al régimen.
Pero, lo dijimos al comienzo, el papel y el micrófono lo aguantan todo. Las mentiras más desvergonzadas y las promesas más ilusorias. Y que nadie se equivoque, estos 18 meses de gobierno de Noboa no son un tránsito hacia nuevos espacios políticos que no sean los mismos. No se enmendarán los errores del pasado como afirman los más optimistas, porque no se gobierna pensando en el país sino en la reelección. Y aquello obliga a gobernar pensando en lo electoralmente más conveniente y no en lo más patriótico. Y que no sorprenda a nadie, puesto que la política en el Ecuador, ideológica y económicamente empobrecido, hace rato dejó de ser un servicio a la comunidad.
Bien lo expresa Fausto Segovia cuando dice que: “la política es también el espectáculo mayor, donde los intereses particulares compiten con la Patria, a veces pisoteada por sus progenitores, y solemnizada con las sagradas notas del Himno nacional. Lo demás es reiterativo en los mensajes de las cadenas, en los informes a la nación -sin autocrítica- que describen el país de las maravillas, mientras el soberano repite: “último día del despotismo y primero de lo mismo”.
Para eso el papel y el micrófono lo aguantan todo. Las mentiras del que se va y el ilusionismo del que llega, al país sentimental y agrario, narcoviolento e inundado, que ya no tiene cómo seguir aguantando lo mismo de lo mismo.