Por Leonardo Parrini
Diversos analistas coinciden en indicar que la acción militar de Israel en Oriente Medio en territorio de Gaza corresponde a un genocidio patrocinado por los Estados Unidos que recientemente ha aprobado en el Congreso el desembolso de 14 mil millones de dólares para equipamiento de las fuerzas armadas de ese país, además del envío de portaviones, armamento y personal militar a la zona del conflicto. Sin embargo, el desprecio por la vida confirmado en la acción del ejército de Israel, ha superado la capacidad de los Estados Unidos de controlar a su socio bélico en el Medio Oriente haciendo fracasar los intentos diplomáticos de la potencia occidental por un alto al fuego.
El infanticidio israelí que ya terminó con la vida de cuatro mil menores, responde a la aplicación de una doctrina militar denominada Dahiya, la misma que no discrimina la aplicación de la fuerza bélica entre civiles y militares, entre adultos e infantes, entre hombre y mujeres, entre médicos y enfermos.
La Doctrina Dahiya es una teoría militar formulada por el general israelí Gadi Eizenkot, miembro del gabinete del gobierno de Benjamin Netanyahu que se relaciona con el contexto de la guerra asimétrica en las zonas urbanas y propugna el uso de la fuerza «desproporcionada» en represalia contra las zonas civiles utilizadas como base para los ataques como elemento disuasorio. El objetivo es, a pesar del principio básico del derecho de la guerra, no hacer ya una distinción entre objetivos civiles y militares. Esta doctrina recibe su nombre de la zona de viviendas de los chiitas en Beirut, que era un bastión de Hezbollah antes de que fuera arrasada por la Fuerza Aérea Israelí durante el conflicto entre Israel y el Líbano en 2006. La doctrina se encuadra en el ataque desproporcionado a objetivos militares y objetivos civiles sin distingo y esto en Gaza se está llevando a cabo tal cual la doctrina Dahiya fue diseñara y está escrita en los manuales del ejército de Israel.
Esta es una de las causas de que las visitas de Blinken y Biden a Israel no tengan ni tendrán mayor efecto, en tanto se contraponen a la doctrina Dahiya que se está aplicando hoy y que se aplicó en el año 2008 en el Beirut, capital del Líbano; y como resultó según los planes del ejército israelí, la aplican permanentemente en Gaza.
Esta doctrina tiene que ver con lo que se denomina “multidominio” y “multiagencial”, (uso adecuado de seguridad y confianza multiagencial, que permita el éxito de las operaciones bélicas) dos componentes de esta doctrina que ha superado las operaciones militares que se han realizado anteriormente. Aquello constituye una gravedad absoluta puesto que, en otras oportunidades, no se veía con toda claridad como se percibe hoy. La ONU alerta sobre esta situación del empleo de este tipo de ofensiva militar indiscriminada que desarrolla el ejército de Israel que viola todos los preceptos del derecho internacional y constituye una flagrante agresión criminal contra los derechos humanos.
La primera formulación pública de la doctrina Dahiya tuvo lugar en octubre de 2008, en una entrevista con la agencia Reuter en la que su creador, el General Eizenkot dijo: “Lo que ocurrió en el barrio Dahiya de Beirut en 2006 ocurrirá en todas las aldeas que se utilizan como base para disparar contra Israel… Usaremos una fuerza desproporcionada en estas áreas y causaremos grandes daños y destrucción. Desde nuestro punto de vista, no son pueblos civiles, sino bases militares… Esto no es una recomendación, sino un plan, y ha sido aprobado. Atacar a la población es la única manera de contener a Nasrallah”.
Causas económicas de la guerra
En la guerra, por lo general, se combinan motivaciones económicas con fundamentaciones doctrinarias y en el caso de la actual guerra en el Oriente Medio, no es una excepción. Recientemente un documento de inteligencia militar del ejército de Israel se filtró y fue publicado en la prensa israelí. El documento revela que “se va a producir una movilización forzada de los palestinos de Gaza al Sinai, y se seguirá presionando hacia el sur a la población de Gaza para expulsarla de ese territorio”. El periódico israelí, Haaretz, indicó que el documento que circuló ampliamente en los medios israelíes, tiene fecha del 13 de octubre, apenas seis días después de que el grupo palestino Hamás lanzara el ataque transfronterizo sorpresa que potenció la escalada en Gaza. Israel reconoció el 30 de octubre que su Ministerio de Inteligencia redactó una propuesta que incluía alternativas para la situación de posguerra en la Franja de Gaza, incluida la reubicación de sus residentes en la península egipcia del Sinaí. El documento incluye tres posibilidades: que los residentes palestinos se queden en Gaza con el regreso de la Autoridad Palestina a ese territorio, que los residentes se queden en el enclave con el surgimiento de un dominio árabe local, o su reubicación a la Península del Sinaí.
Estados Unidos, en un cálculo político, se ha opuesto públicamente a tales planes. El secretario de Estado de EE. UU, Antony Blinken, lo calificó como “un fracaso” después de su diplomacia itinerante realizada después del 7 de octubre». Blinken, padre, es uno de los accionistas constructores de las casas de los colonos en Israel, entonces hay intereses cruzados que forman parte del complejo militar industrial estadounidense e israelí en la región. Se trata del interés mutuo por los pozos de gas y de petróleo que existen en el mar Mediterráneo frente a las costas de la Franja de Gaza para su explotación. Estas circunstancias explican la guerra en términos materiales y la intervención de Estados Unidos por razones estrictamente económicas y la ocupación israelí total y permanente del territorio de Gaza: esta no es una guerra etnoreligiosa sino geopolítica, por tanto, geoeconómica.
Simultáneamente, crecen las acusaciones de crímenes de guerra cometidos por Israel, formuladas por distintas organizaciones de los Derechos Humanos en el mundo, con el riesgo de que queden en la impunidad, como en anteriores oportunidades en que se ha violado los derechos de los civiles con apartheid, genocidio y agresión militar indiscriminada como ocurre hoy en Gaza, hechos cometidos por el ejército israelí. La denuncia de estos crímenes nunca tuvo efecto durante estos años y no va a suceder, como no ocurre el respeto a las múltiples resoluciones que emitió la Asamblea de Naciones Unidas en estos 75 años, que nunca fueron respetadas por el Estado de Israel, ni tampoco han sido llevados los responsables de estos crímenes de guerra que se ha constatado, ante tribunales internacionales.
Una guerra regional
Observadores señalan que Israel motivó la guerra por razones económicas, puesto que se conoce que el gobierno de Netanyahu tenía información de inteligencia proporcionada por Egipto con diez días de anterioridad, y a cinco días por parte de la inteligencia turca, de que se produzca el ataque de Hamas el 7 de octubre, que podría llegar a suceder este evento y el primer ministro israelí no hizo nada para impedirlo. Estos antecedentes generan diversas dudas sobre la intervención de Israel en esta guerra, cuya escalada se percibe como un conflicto bélico entre Israel y Hamás que se puede hacer extensivo al mundo árabe con la intervención de las naciones que lo integran.
Un primer paso es la creciente participación de Hezbollah, partido político con sede en el Líbano que cuenta con un aparato militar más poderoso que el ejército regular de ese país y del propio Hamas. Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbollah, emitió un discurso que se puede resumir en “un mensaje de gran respeto a los muertos en combate, los mártires; reivindicó la lucha de la resistencia; defendió la independencia política y militar de Hamas, especialmente en esta última operación; insistió en la necesidad de espacios de negociación para la asistencia a las víctimas; condenó la hipocresía occidental y llamó a la solidaridad internacional”. Fue un discurso dirigido al mundo, de advertencia más que de amenaza, pero no por ello menos contundente, aunque cauteloso, pero no dudó en decir y repetir que “todos los escenarios son posibles” como el riesgo de una guerra regional.
Según observadores, el aumento del conflicto podría dar lugar a muchas consecuencias, desde una tercera Intifada o el recrudecimiento de la guerra en Cisjordania, una mayor intensidad de ataques a objetivos de Estados Unidos en Siria e Irak, o una confrontación abierta en la frontera libanesa. Al eje de Hamas-Hezbollah, se suma Siria, Irán, las milicias chiíes de Irak y los hutíes de Yemen; conjunto que se denomina “la resistencia”. También algunos grupos de milicias suníes se anexarían a ese frente común, tanto en el sur del Líbano como en Siria e Irak.
Quiénes son Hezbollah
Ahora, no se ve riesgo de tensiones entre el ejército oficial del Líbano y la decisión de Hezbollah, porque se unen en la defensa del país. Hezbollah es una organización con elementos religiosos (chiíes) y nacionalistas (libaneses), enemiga de Israel (antisionista) y que consiguió expulsarlo por completo de El Líbano en el año 2000. Pero que, además, le plantó cara en la guerra de 2006, al punto que algunos expertos militares no dudan en decir que Israel perdió esa guerra.
Hezbollah no es simplemente “un grupo terrorista”, como lo quiere hacer aparecer la propaganda israelí, es un partido con un brazo armado, un pie en el gabinete, una bancada parlamentaria, organizaciones de la sociedad civil y una red de apoyos sociales inmensa. En la guerra de 2006 pusieron en jaque a Israel y, después, participaron en la guerra de Siria contra el Estado Islámico. Saben batallar. Según un informe de Hezbollah, del pasado 31 de octubre, solo en ese mes en la frontera, habían atacado 105 objetivos israelíes, dejando más de 120 bajas israelíes entre muertos y heridos, varios carros de combate destruidos, así como drones, equipos de comunicaciones y radares. Las variables políticas ya están sobre la mesa; el riesgo: una escalada de la confrontación en la frontera norte de Israel.
Si bien la guerra es la política practicada por otros medios, no es menos cierto que la guerra tiene sus propios fundamentos económicos y doctrinarios, hasta constituirse en una paradójica cultura de la muerte.