Por Luis Onofa
La Copa Sudamericana que Liga Deportiva Universitaria de Quito (LDUQ) ganó en Punta del Este, Uruguay, es un analgésico a la crisis social, económica y de seguridad que sufren los ecuatorianos, cuya evidencia más patética son ahora los apagones que se suman a los asesinatos que ocurren a diario en varias ciudades del país. Algo parecido dijo uno de los cientos de hinchas del ahora campeón continental a un canal de televisión, mientras celebraba la victoria, en la fría noche quiteña, frente a la Universidad Central del Ecuador, donde nació el club.
Pero no todos los fanáticos del fútbol pudieron gozar y sufrir del partido. Al menos 18 barrios de Quito, como otros cientos en el país, no pudieron hacerlo porque a la hora del encuentro carecían de energía eléctrica a causa de los apagones a los que está sometido el país.
Todos los expertos coinciden en que la crisis energética pudo haberse evitado si el gobierno del presidente Guillermo Lasso hubiese acogido las advertencias que los técnicos le hicieron a comienzos de año y, al menos, hubiese ordenado el mantenimiento y reparación del sistema de generación térmica e hidroeléctrica que tiene el país o hubiese contratado la provisión de los 460 megavatios que se necesitaban para enfrenta el estiaje en el suroriente del país donde se encuentra el complejo hidroeléctrico Sopladora, Paute-Molino y Mazar, que cubre el 38 por ciento de la generación del país. Ahora, ese sistema trabaja a menos de la mitad de su capacidad (45 por ciento).
El ex ministro de Electricidad, Miguel Calahorrano, sostuvo hace poco que ni Lasso, ni su antecesor, Lenin Moreno incorporaron un solo kilovatio de energía nuevo. La construcción de las dos centrales que han entrado en funcionamiento recientemente (Sarapullo, 49 megavatios y Huascachaca, 30 megavatios) se inició en la administración de Rafael Correa, a cuyo término, en 2017, registraban un avance del 70 por ciento. Fueron parte de un programa de inversiones por 11 mil millones de dólares para aumentar la capacidad de generación eléctrica, que ejecutó ese gobierno en los 10 años que estuvo en el poder.
Fuentes especializadas estiman que las inversiones futuras para garantizar el abastecimiento de energía eléctrica al país ascienden a 13 mil millones de dólares hasta 2027. El 50 por ciento de ellas debía ser para nuevos proyectos, ocho de los cuales están listos. La ejecución de los mismos debía haber comenzado este y el próximo año, con un presupuesto de alrededor de 2.2 mil millones de dólares.
Sin embargo, tanto Moreno como Lasso, de acuerdo con analistas conocedores del sector, parecen haber estado empeñados únicamente en crear el marco legal para la inversión privada en el sector. El primero, expidió el reglamento que regula la participación privada en generación eléctrica, y el segundo ha centrado sus actividades en crear un fideicomiso que garantice el pago de generación a las empresas de ese sector.
Pero la estrategia del presidente Lasso en este campo enfrenta la resistencia, inclusive de algunos gobiernos locales, además del “desafío”, según el criterio gubernamental, que implica contratar equipos especializados en la estructuración del marco legal para alianzas público privadas.
El presidente Lasso terminará su mandato a mas tardar en diciembre próximo, siempre que no se presenten incidentes en el proceso de transferencia del poder. Los apagones, según muchos analistas, se sumarán a la herencia de inseguridad, desempleo, pobreza y crisis en los servicios de salud y educación que dejará a su sucesor, Daniel Noboa. La tarea de éste será enfrentar y acabar con los apagones. Para ello deberá optar por una estrategia, de la cual nada se conoce, porque hasta el momento no se ha referido a la actual crisis energética.
Por lo pronto, el ministro de Finanzas, Pablo Arosemena, le ha enviado el mensaje de que las finanzas públicas deben continuar siendo austeras: la semana que termina emitió un acuerdo ministerial que prohíbe nuevos proyectos de inversión pública y contratación de trabajadores. Algunos analistas anticipan que el país terminará con un déficit fiscal de alrededor de 5 mil millones de dólares, muy por encima de los 2.8 mil millones que el actual gobierno se había impuesto como meta.
Así las cosas, es probable que, por encima del debate sobre el fútbol que Eduardo Galeano, Jorge Luis Borges y Antonio Gramsci podrían estar protagonizando en alguna morada de los dioses, dada la trascendencia del fútbol como un fenómeno deportivo, cultural, económico y político, los fanáticos ecuatorianos de este deporte continúen sufriendo los estragos de los apagones, que le vuelven más inseguro al país, con poca conciencia de que el demonio que mueve los hilos de su tragicomedia es el neoliberalismo.