Por Leonardo Parrini
Cuando el 100% de los votos han sido escrutados y Daniel Noboa gana las elecciones con el 52,2% sobre Luisa González que obtuvo un 47,7%, convirtiéndose en el próximo presidente de Ecuador, los resultados no sorprenden. La política es el arte de hacer que las acosas sucedan, y la derecha hizo lo que tenía que hacer mientras que el correísmo dejó de hacerlo.
En primer lugar, en un país en el cual la lucha de clases se ha agudizado en las últimas dos décadas y la derecha criolla sintió amenazadas sus posiciones de poder, reacciona como bloque clasista, se congrega electoralmente y hace lo imposible por impedir un nuevo triunfo de las fuerzas progresistas concentradas en la tendencia correísta. Luego del fracaso de los dos últimos gobiernos neoliberales de Moreno y Lasso que representaron, cada cual, a los empresarios y banqueros, la derecha conservadora se juega la carta agroexportadora representada por la familia millonaria de Daniel Noboa, cuyos intereses responden a un sector costeño de bananeros y navieros que heredaron la fortuna de uno de los comerciantes magnates costeños del país. En ese afán, la derecha sabiendo difícil su triunfo electoral luego del fracaso de la tendencia con Lasso en el gobierno, emprende acciones inéditas en el país con el fin de torcer la voluntad electoral: orquesta un complot que posibilita o facilita y concluye en el asesinato de Fernando Villavicencio. El hecho genera un efecto en el proceso electoral, más aún cuando se insinúa que el autor intelectual del crimen es el correísmo, forjando un falso testigo y asesinando a 7 supuestos autores materiales que ya no pueden decir la verdad. El correísmo no hace lo necesario para que las cosas sucedan, políticamente, de otro modo y no asume un rechazo contundente a la falsa acusación de culpabilidad en el crimen, por tanto, no contrarrestó la propaganda sucia.
La campaña siguió su curso con un candidato que se posiciona como un “joven no beligerante, innovador”, que hace ofertas populistas y ofrece “un nuevo Ecuador”. Y el correísmo comete un segundo error: no consigue asociar el nombre Daniel Noboa a lo más recalcitrantemente conservador de este país, a la vieja política neoliberal de siempre que ha conducido al Ecuador a la actual crisis económica y política. La pobreza afecta a cerca del 30 por ciento de la población, con mayor énfasis en los indígenas, el campo, y los niños y adolescentes, y más de 60 por ciento de la población está en el subempleo o el desempleo. Ecuador es un país donde el 1,3% más rico de la población concentra el 50,2% de la riqueza, mientras el 32,4% más pobre tiene apenas el 2,9%; los vulnerables, el 12 % y la clase media, 34,1% de la riqueza.
En lugar de plantear un programa que represente con claridad las necesidades ciudadanas de empleo, seguridad, salud, vivienda y marque diferencias frente al pasado, la Revolución Ciudadana se enreda en decir que todo ya lo hizo -en el gobierno de Correa- y que lo volverá hacer, sin tomar en cuenta que existe un voto anticorreísta duro y que se requiere sumar votos entre los no convencidos, pero para eso el correísmo nunca tuvo una resuelta política de alianza con sectores sindicalistas, indigenistas y de género, por tanto, no tuvo a quien pedir el voto que le faltó para ganar las elecciones. Frente a aquella gente veleidosa que había que ganar electoralmente, el correísmo comete el tercer error: hablar de manera poco clara de temas tan sensibles como la dolarización y el “asesoramiento” político de Correa. La campaña, visto así, mostró una desmovilizadora falta de creatividad propagandística – ¿Dónde estaba Alvarado? -, la misma que no mostró nada nuevo, mientras que la propaganda de la derecha, sin ser nada extraordinario, posicionó a un candidato de rostro nuevo con el potencial de ser “un buen presidente”.
Nuevo viejo gobierno
En Ecuador gana la derecha para seguir manteniendo el statu quo, convencida de que puede gobernar a la usanza de siempre: buscando la reelección en el 2025 con populismo conservador y paternalismo clasista. En esa gestión el próximo gobierno está obligado a crear empleo, dar educación, salud, seguridad accesibles a la población. Noboa gana las elecciones representando a un sector de la derecha distinto al tradicional: una oligarquía no beligerante que tiene asegurados sus recursos, dispuesta a gobernar con un populismo de derecha, con la política del “buen patrón”. Cree en la conciliación de clases y en el altruismo del millonario.
Verónica Abad, la vicepresidenta, es más radical, pero luego del triunfo habló de que el voto del pueblo “es por actuar de manera pacífica para cambiar al Ecuador” y prometió trabajar en tema social y de migrantes y dar “empleo con seguridad”. En otras palabras, reiterar la política neoliberal y en ese sentido no cambiar lo malo que hizo y deja de hacer Lasso.
En el plano político ¿qué hará el nuevo gobierno? Tendrá que buscar gobernabilidad en la Asamblea Nacional y ¿hará lo que siempre han hecho otros de su tendencia, comprará votos, ofrecerá cargos políticos a cambio de apoyo, y si no lo logra responderá con represión? ¿Qué hará frente a la corrupción? ¿Cómo reaccionará la delincuencia organizada con violencia, el narcotráfico seguirá cooptando al Estado, la corruptela seguirá imperando en las esferas de gobierno? ¿Cómo recuperará la estabilidad democrática en época de convulsión política?
En el plano económico, las alternativas no son muchas ni muy novedosas. El régimen de Noboa deberá mantener un fisco eficiente que gaste diligentemente y que logre obtener recursos externos para financiar educación, salud y vivienda.
Está obligado el gobierno de Noboa a fomentar la competitividad del sector exportador. ¿Cómo hará frente a la inseguridad que destruye la capacidad de reactivación económica? ¿Con qué recursos asumirá los gastos impostergables del fenómeno El Niño y la seguridad social? Deberá hacer milagros para resucitar la inversión privada nacional y extranjera y conseguir los dólares necesarios para hacer crecer los negocios. ¿Cómo logrará acuerdos internacionales desde un país que proyecta una pésima imagen de desconfianza? El gobierno deberá ordenar las finanzas públicas y realizar recortes en el gasto público, ¿Cómo hacerlo sin afectar los servicios básicos del Estado?
¿Dónde buscará financiamiento para el sector salud, educación y seguridad, si Ecuador tiene cerrado el acceso a financistas multilaterales y a los mercados de financiación para levantar recursos, BM BID? ¿Se endeudará, una vez más, bajo las exigencias del FMI? ¿Pondrá fin al subsidio a los combustibles para sintonizar con los fondomonetaristas? Ambas son medidas impopulares que desencadenan el estallido social. Las previsiones de crecimiento de la economía se han ido reduciendo a medida que se agudiza la situación política del país. A mitad de este año, el Banco Mundial, las colocaba en 2.6 por ciento, después de haberlas estimado en 3.1 por ciento a comienzos de 2023. Y la inflación, en la dolarizada economía ecuatoriana, ha repuntado en meses recientes para situarse en 2.2 por ciento anual, en septiembre pasado.
Si el gobierno recurre al FMI, es lo mismo de siempre. Si reforma el sistema laboral precarizándolo, es lo mismo de siempre. Si plantea una reforma fiscal, es lo mismo de siempre. Si propone un pacto tributario, es lo mismo de siempre. Y lo concreto es que este nuevo viejo gobierno querrá reelegirse en el 2025. Tiene algunas opciones: practicar el populismo de derecha, buscar alianzas espurias o reprimir la protesta social que generará el descontento.
Este gobierno y los sectores que lo respaldan tienen una sustancial diferencia con la tendencia progresista: el correísmo gana o pierde las elecciones por si solo, sin alianzas, y aunque sigue siendo la primera fuerza política individual, no le alcanza para gobernar el país.
La derecha que representa Noboa -que funge ser de nuevo cuño- gana unida electoralmente contra el correísmo, pero su alianza es heterogénea, se une frente al riesgo de perder espacios de poder político y económico por amenazas de la izquierda. En el poder se desune por rencillas económicas, diferencias en los negocios, y ambiciones personales. Una cosa es gobernar con pueblo y apoyo multisectorial, otra es gobernar contra el pueblo, aislado políticamente y con represión ante el descontento popular. La derecha quiere gobernar históricamente sin perder privilegios y sin garantizar derechos del pueblo.
La derecha de viejo cuño que vuelve a gobernarnos, quiere hacerlo soslayando la lucha de clases, sin resolverla, pero practicándola. Busca gobernar con ley, pero sin justicia, en el fondo es una derecha sin derechos.
Lapalabrabierta ya lo señaló el día de ayer: “Los ecuatorianos concurren a las urnas este domingo por segunda vez este año en la búsqueda del sustituto del actual presidente Guillermo Lasso, en un escenario marcado por el repliegue del Estado en el cumplimiento de sus responsabilidades públicas, como consecuencia de seis años de políticas neoliberales, que han desembocado en la agudización simultánea de múltiples conflictos sociales, económicos y políticos, escenario que no lo había vivido el país, al menos en los últimos cuarenta años (…) será una elección entre la continuidad de las políticas neoliberales y un estado que prioriza la recuperación económica y la política social”.
Quienes por su anticorreísmo eligieron el primer día de lo mismo, háganse cargo del nuevo viejo gobierno.