Por Leonardo Parrini
Quienes practicamos el periodismo moderno tratamos de ser objetivos, pero jamás imparciales. Es decir, procuramos constatar los porfiados hechos tal cual impone la realidad, no obstante, con una valoración sobre los mismos con referente en la verdad. Y si bien la verdad es una sola, la realidad ofrece alternativas de valoración. Más aun aquellos conflictos en los que se entreveran la razón y la pasión. El conflicto árabe-israelí es un ejemplo de cómo, mezclados la razón política con la pasión -fundamentalista- religiosa, amalgaman una espesa melcocha de odios, irracionalidades y brutalidad. Si a esa melaza agregamos el ingrediente de la geopolítica, esa jugarreta perversa de grandes intereses de las potencias capitalistas que se sienten con derecho de apropiarse del mundo, o de una buena parte del planeta, con fines económicamente estratégicos, la cosa se pone más densa aún. El conflicto árabe-israelí, insisto, es el ejemplo de que la guerra es la política por otros medios y no hay guerra buena.
Tratar de explicar el recrudecimiento del conflicto en el Oriente Medio -ocurrido esta semana que termina- en la barbarie terrorista de unos y el instinto asesino, orgánico y militar del otro, es inoficioso, y no responde a las interrogantes esenciales del problema.
Orígenes históricos del conflicto
Las claves históricas del conflicto árabe israelí se remontan a la fundación de la Organización Sionista Mundial en Basilea, Suiza, por algunos judíos europeos en 1897, liderados por Theodor Herzl con el propósito de instalar colonias judías en Palestina con la autorización del sultán turco. Las causas del conflicto iniciado a fines del siglo XIX lejos de ser meramente religiosas, se explican en la colonización llevada a cabo por el movimiento sionista. Las repercusiones del conflicto, a mediados del siglo XX, se remiten a la declaración de independencia de Israel en 1948, un Estado que desde su fundación ha pasado por conflictos con sus vecinos, principalmente países árabes y musulmanes.
Esto explica que la segunda guerra árabe-israelí ocurrida entre octubre y noviembre de 1956, conocida como la Guerra de Suez, se originó por las acciones emprendidas por el presidente egipcio Gammal Abdel Nasser, inspirado en su orientación nacionalista y revolucionaria que lo enfrentó a Gran Bretaña.
Ya en tiempos más actuales, en diciembre de 1987, comenzó la llamada Intifada, un levantamiento palestino contra el gobierno israelí en la Ribera Occidental y Gaza situada en la costa oriental del mar Mediterráneo que alberga una población de dos millones de habitantes viviendo en un área densamente poblada de 365 km².
Si bien el conflicto inicio con la declaración del Estado israelí en 1948, el país Israel no ha vivido en paz con sus vecinos árabes y musulmanes desde su creación, sumando para su causa expansionista a más de 166 países occidentales que le muestran apoyo, entre otros, Estados Unidos, Alemania, Italia, y Reino Unido que lo sustentan económica y militarmente. El conflicto ha cobrado la vida de miles de personas de ambos lados que han muerto, y muchas más han resultado heridas en una confrontación que se ha gestado durante mucho tiempo.
La actual coyuntura bélica es una reciente escalada del conflicto por razones de la invasión de militantes de Hamas entrando a territorio israelí por tierra, mar y aire, el fin de semana pasado. Durante esa incursión se habrían disparado entre 3.000 y 5.000 cohetes contra Israel en la llamada operación Tormenta de Al-Aqsa, en respuesta de Hamas a los ataques de Israel a las mujeres, la profanación de la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén y el actual asedio israelita a Gaza.
El antecedente histórico directo data de 1917, cuando el gobierno británico expresó su apoyo al establecimiento de un estado judío permanente en Palestina en la carta llamada Declaración de Balfour que reconocía el derecho de los judíos a reconstruir su antigua patria en Palestina. Esta declaración fue refrendada posteriormente por la Sociedad de Naciones, predecesora de lo que hoy son las Naciones Unidas (ONU), que en 1922 autoriza a Gran Bretaña a ayudar al pueblo judío a establecer una patria en Palestina con el Mandato Británico para Palestina. Estos acontecimientos dieron lugar a conflictos por la tierra entre 1936 y 1939, lejos de crear un ambiente pacífico con frecuentes disturbios entre árabes y colonos judíos. La conciencia nacionalista palestina surge como respuesta a la presencia colonial británica y la creciente población judía. En 1947 la ONU acuerda la partición de Palestina en un Estado árabe y otro judío, pero los palestinos rechazan la división de la llamada Tierra Santa.
En el trasfondo la ONU crea el Estado de Israel buscando darle una salida a Gran Bretaña de la región, que ya no mostraba interés en administrar el territorio del Oriente Medio. La promesa británica de crear un “hogar nacional judío” se vio atravesada por el naciente conflicto árabe-israelí. La solución encontrada fue la convivencia de los dos estados en una franja muy estrecha de 80 kilómetros desde el mar Mediterráneo hasta el rio Jordán, solución que no dejó contenta a las partes. El acuerdo pedía la internacionalización de Jerusalén, los sionistas aceptan el Plan de Partición, con objeción de David Ben-Gurion, mientras que fue considerado injusto por los árabes en su afán de compartir el territorio, convencidos de que los sionistas no tenían ningún derecho sobre esa tierra.
Comenzaron los enfrentamientos cuando los árabes rechazaron la mitad de su parte y la creación del Estado de Israel puso en alerta a Egipto, Siria, Jordania y Líbano que invaden iniciándose una serie de guerras árabe israelíes en la región. Es cuando la Ribera Occidental se separa de Israel para convertirse en territorio jordano y Gaza se designa como territorio egipcio. En 1967 una aplastante ofensiva militar israelí derrota a los ejércitos árabes unidos y consolida la expansión sionista. Fue la llamada Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, entre Israel y Egipto, Jordania y Siria con el resultado que el Estado sionista duplica sus tenencias de tierra e incluye en sus dominios la península del Sinai, los Altos del Golán, Gaza y la Ribera Occidental.
Israel se retira de Gaza y el territorio con dos millones de habitantes palestinos cae bajo el control de Hamas, luego de vencer en una breve guerra a Fatah, una fracción palestina columna vertebral de la Autoridad Palestina. Los palestinos se definieron entonces oficialmente enemigos de Israel y crean en 1964 la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), bajo el liderazgo de Yasser Arafat. La OLP propuso “dos Estados” con la principal base política y militar de la organización palestina en el Líbano, situación que concluye en 1982 con la guerra con Israel que mandó al exilio a los líderes palestinos a Túnez. En diciembre de 1987 comenzó la Intifada, un levantamiento palestino contra el gobierno israelí en la Ribera Occidental y Gaza. La primera Intifada inició en diciembre de 1987 y terminó en septiembre de 1993 con los acuerdos de Oslo entre Yasser Arafat y Shimon Pérez.
Para 2003, Estados Unidos presentó la propuesta «Oriente Medio: la hoja de ruta hacia la paz». Los líderes israelíes y palestinos están de acuerdo con las líneas generales del plan, pero los países no alcanzan el punto final de la hoja de ruta: una solución de dos estados para resolver los conflictos entre israelíes y palestinos. Sin embargo, la violencia en el Medio Oriente continuó, a pesar de los intentos de paz en escenas de bombardeos, estallidos y acusaciones entre palestinos e israelíes. En julio de 2014 Israel implemento la Operación Margen Protector contra Hamas. ONU reportó 2.200 palestinos muertos en Gaza y un 70% era civiles, pero Israel habla de bajas militares islamistas. Los enfrentamientos no cesaron desde entonces, y en 2021 los israelitas intentaron desalojar a las familias palestinas de sus hogares en una “limpieza étnica” cerca de la Ciudad Vieja de Jerusalén, uno de los lugares más sagrados de la ciudad conocido por los musulmanes como el Noble Santuario y por los judíos como el Monte del Templo.
Desde entonces, la violencia sigue escalando a tal punto que en octubre de 2023 militantes de Hamas llevaron a cabo un ataque sorpresa desde Gaza. El grupo militante Hamas, que controla el enclave costero, disparó una andanada de cohetes y envió hombres armados a Israel en un ataque multifacético y sin precedentes en el largo conflicto entre ambas partes. El ejército de Israel respondió lanzando ataques aéreos contra lo que dijo eran objetivos de Hamas en Gaza.
Plan sionista de exterminio
Los hechos confirman que el Gobierno sionista de Israel, comandado por Benjamín Netanyahu a la cabeza de una coalición de extrema derecha, ha demostrado no tener límites en su crueldad. Se trata de un anunciado plan de exterminio de la población palestina en Gaza. El Gobierno palestino, en voz de su primer ministro, Muhammad Shtayyeh, afirmó que el único detonante de la actual situación sigue siendo “la sumatoria de crímenes y violaciones del Ejército y de los colonos de Israel, durante décadas de usurpación”. No obstante, el Gobierno sionista ha demostrado no tener proporción ni límites en su violencia al desbocarse en una andanada de bombardeos que han arrasado, a la vista del mundo entero, zonas civiles densamente pobladas, incluso usando fósforo blanco, un crimen de guerra, según el Derecho Internacional.
El mundo sabe que la reacción y la autodefensa son meros pretextos de Israel. La filosofía de su agresividad contra Palestina se confirma todos los días en las afirmaciones belicistas del primer ministro, Benjamín Netanyahu: “Lo que le espera a Hamas será difícil y terrible (…) Les pido que se mantengan firmes, porque vamos a cambiar Oriente Próximo”. El resultado: Escuelas, hospitales, hogares e instalaciones civiles han resultado destruidos como consecuencia de los ataques aéreos de Israel y la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) denuncia que sus ambulancias en la Franja de Gaza también son blanco de los ataques ciegos israelíes.
La política del exterminio en una guerra deshumanizada
Los horrores de esta guerra son descritos por un testigo: “terroristas suicidas palestinos que hacen estallar discotecas y autobuses israelíes; Aviones de combate israelíes golpean barrios de Gaza que albergan a combatientes de Hamas, pero también causan víctimas civiles masivas. Pero no he visto algo como lo que sucedió el fin de semana pasado: combatientes individuales de Hamas acorralando a hombres, mujeres y niños israelíes, mirándolos a los ojos, matándolos a tiros y, en un caso, haciendo desfilar a una mujer desnuda por Gaza al grito de «Allahu akbar».
La irracionalidad de la guerra no admite explicaciones racionales, sin embargo, analistas consideran que la causa de la actual agudización del conflicto radica en el acercamiento israelí a Arabia Saudí, en la primera visita oficial de ministros a las conferencias internacionales a fines de septiembre y principios de octubre. Para los judíos israelíes, ese acercamiento es expresión de ser finalmente aceptados en el Medio Oriente, más de un siglo después del inicio del movimiento sionista para construir un estado democrático moderno en la patria bíblica del pueblo judío. Esto, según analistas, enciende la furia poderosa y emocional en muchos palestinos, particularmente en aquellos afiliados a la Hermandad Musulmana islamista, incluidos Hamas y la Yihad Islámica Palestina. Para ellos, ese acercamiento es la expresión completa del objetivo supremo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu: demostrar a todos los detractores, de hecho, que puede hacer la paz con todos los Estados árabes, incluida Arabia Saudita, y no tener que ceder a los palestinos ni un solo centímetro.
Otra explicación del ataque de Hamas, que ordenó que fuera lo más mortífero posible, fue para desencadenar una reacción exagerada israelí, como una invasión de la Franja de Gaza, que llevaría a un número masivo de víctimas civiles palestinas y, de esa manera, obligaría a Arabia Saudí a retirarse del acuerdo negociado por Estados Unidos que ahora está discutiendo promover la normalización entre Riad y el Estado judío.
Sin duda todos son cálculos políticos, pero la guerra es la política por otros medios y eso es lo profundamente obsceno. Esos medios que no calculan el costo del fin: miles de víctimas inocentes, entre hombres mujeres y niños. La paz no puede ser un estado político alcanzado con resignación, sino con dignidad. La paz no es meramente la ausencia de guerras, es por sobre todas las cosas, el culto reverente a la vida.