Por Leonardo Parrini
Una de las particularidades que tiene la lucha política en el terreno de la cultura es la necesidad de forjar y destruir símbolos, uno a uno. Y mientras el mito esté en los detalles, como dice Barthes, la lucha por resignificar los símbolos radicará en cosas muy específicas y concretas.
Uno de los grandes símbolos inherentes a la lucha ideológica, es aquel surgido a partir de la vida y muerte del Ernesto Guevara de la Serna, el guerrillero argentino que contribuyó grandemente a la consolidación del proceso revolucionario cubano. El símbolo trocado en mito no es una mentira, es una reinterpretación de lo real, a través de una imagen iconográfica o conceptual, creada desde la necesidad de otorgar un nuevo sentido a lo representado o simbolizado en un mito.
El claro ejemplo, en el caso del Che, es la célebre fotografía que tomó el fotógrafo cubano Alberto Diaz, conocido como Korda, cuando capturó la imagen del rostro de Guevara que daría origen al icono que conocemos del Guerrillero Heroico, como la denominó su autor. La fotografía tomada por Korda el 5 de marzo de 1960, captó la serena y firme mirada de Ernesto Guevara mientras el guerrillero miraba pasar el cortejo fúnebre de las víctimas de La Coubre, que murieron por un atentado explosivo de la CIA estadounidense en la isla. La imagen sería difundida en 1961, y alcanzó fama tras la muerte del Che en Bolivia, cuando el editor italiano Giangiacomo Feltrinelli la convirtió en afiche para alentar la lucha de los movimientos sociales en Europa donde la imagen se catapultó, simbolizando mundialmente la figura del Che a nivel de una leyenda que se convertía en la identificación de la lucha política revolucionaria en distintas regiones del planeta.
El significado que obtuvo como elemento político movilizador no podía ser aceptado por los sectores reaccionarios y conservadores y, por tanto, había que resignificarlo destruyendo su contenido mitológico. Fue entonces que el marketing capitalista se apropió de esa imagen del Che creada por Korda para mutarla de contexto y de sentido, y la imprimió en prendas de vestir y otros soportes para comercializarla, limándole la garra revolucionaria combativa que proyectaba. A partir de entonces fue posible encontrar el icono del Che confundido con imágenes de productos comerciales ajenos, incluso de contenido erótico, en ferias u otros lugares públicos. Esta desnaturalización del símbolo revolucionario vino acompañada de una permanente campaña de desprestigio de la que ha sido objeto el Che Guevara, distorsionando su protagonismo como dirigente en el proceso de la Revolución Cubana. Había que despojarlo de su personalidad histórica hasta convertirlo en un producto prefabricado que sirve para lucirlo estampado en camisetas, gorras y tatuajes, como es el caso absurdo de la modelo Gisele Bündchen que lució un bikini con la imagen revolucionaria en una pista de modelaje o aquel líder político de derechas en Hong Kong arropado en la camiseta clásica con la figura del Che durante un acto público. Esta utilización de la imagen revolucionaria del Che vino acompañada de la banalización de sus ideas, plasmadas en la imagen noble del hombre nuevo.
Ejemplo histórico
Hoy día 8 de octubre que se cumplen 55 años en una nueva efeméride del crimen de la quebrada de La Higuera, Bolivia, el símbolo del Che retorna a su cauce histórico. El Che, asesinado a sus 39 años, pasó a la historia más allá del símbolo y retorna a ella como un ejemplo de lucha, entrega y dignidad a seguir. En Cuba los niños hacen una promesa: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Esta afirmación, más allá del símbolo, implica asumir la actitud vital del guerrillero que perfiló la figura del Che como hombre nuevo. Ese hombre nuevo es aquel que se buscó asesinar en Bolivia, asesinando al Che. Y no es muerto en combate, sino como prisionero desarmado, sin defensa, bajo el impacto de varios tiros y con las manos atadas que luego fueron amputadas al cadáver. El cuerpo del Che no tiene un tiro de gracia, confirmándose de ese modo algo que se había venido diciendo que es que los capturados fueron rematados con un tiro de gracia bajo la forma de un asesinato y no de una acción en combate. En el enfrentamiento con el ejército boliviano fueron capturados 20 bolivianos, 14 cubanos, 3 peruanos, Tania la única mujer, y el Che. El cuerpo del Che exhibe diversos impactos de bala propinados a corta distancia durante su cautiverio, mientras los demás no son conminados a la rendición, sino que son masacrados durante la escaramuza militar en la cañada boliviana aquel 7 de octubre de 1967, luego de 11 meses de haberse inaugurado la guerrilla del Che en Bolivia. Luego de ser delatados por un campesino boliviano -Pedro Peña-, los guerrilleros fueron emboscados por efectivos militares, la mayoría de ellos eliminados, mientras que el Che es tomado prisionero, herido en una pierna. La noticia oficial habla de que el guerrillero cae muerto en combate, lo cual significa haber sido declarado muerto en vida. Existen varias imágenes del Che, vivo, detenido por los militares, las cuales desmienten la versión que pretende ocultar el asesinato a mansalva a un hombre indefenso, cuya decisión se define en La Paz por la alta cúpula militar boliviana. Un sargento armado de una pistola entra en la sala de la escuela donde está retenido el guerrillero y le apunta. El Che dijo a su asesino: “Tira, cobarde, que vas a matar a un hombre”. Ejecutado el crimen, otros soldados disparan contra el cadáver. Había nacido el mito más potente del siglo XX.
El Che había anticipado ese final en un cuento que escribió en el Congo de manera premonitoria: “Me descompondría entre las hierbas y me exhibiría y, tal vez, saldría en el Life con una mirada agónica y desesperada, fija, en el instante de supremo miedo”
En acto conmemorativo organizado por la Embajada de Cuba en Ecuador y la Coordinadora Ecuatoriana del Movimiento de Amistad y Solidaridad con Cuba, por los 55 años del asesinato del Che, el embajador cubano en Ecuador, señor Basilio Gutiérrez, señaló: “El Che nos enseñó que la verdadera revolución está dentro de nosotros mismos, por eso habría que descubrir el hombre nuevo o la mujer nueva, con unos valores superiores donde se sustituya el egoísmo capitalista por la solidaridad, donde los valores que primen que sean los valores del altruismo y el desinterés, de ayudar al prójimo. La vida nos demuestra que los procesos revolucionarios, a lo largo de la historia, se mantienen justamente si se opera esa transformación dentro de nosotros los seres humanos. Ese es un aporte fundamental del Che a la Revolución, también la fuerza del ejemplo, la fuerza de la virtud, de la honradez y de la ética (…) La historia nos enseña con claridad que los procesos revolucionarios que se guían por esa honradez y ética, en la cual sus líderes son ejemplo, son procesos revolucionarios que pueden sobrevivir a la dura prueba del tiempo”.
Ese ejemplo, que se reconoce hoy en el Che, queda expresado en una sentencia que dejó escrita el guerrillero en la carta de despedida que envía a Fidel Castro, antes de salir de Cuba hacia Bolivia y encontrar su destino: “Qué si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo cubano y, especialmente para ti… En una revolución, se triunfa o se muere, si es verdadera”.