El volumen de cuentos de Raúl Pérez Torres, Barro tal vez, resulta una sentencia de vida, premonición o anuncio de aquello por venir, un destino ineludible de sus personajes condenados a vivirlo como inexorable fatalidad. Vivencias una vez vividas, obligadas a contarlas para evitar la muerte por dentro. Entonces ya no solo es premonición sino testimonio, como inquietante literatura que se anticipa y constata a la vez.
En este manojo de cuentos las relaciones humanas del protagonista – ¿del autor? – vienen signadas por un inapelable final infeliz que, no es solo un destino sino una visión de la vida, una concepción existencial que se anticipa desde la mirada del escritor. Una suerte de desafió que invierte lo suyo, esa cuota de trance peligroso y necesario en la vida cuando se la quiere vivir con semejante intensidad. Sentir recio y contar recio sin ambages es lo suyo, esa parece ser la fórmula provista de una teoría y una práctica del desencanto que caracterizan el verbo y el sustantivo de Pérez Torres, donde no solo se devela aquella desintegración de las aspiraciones vitales de la juventud en las vivencias de los protagonistas, para quienes el amor suele ser más imprescindible que posible.
La suya es la voz de una íntima bitácora, el inventario de la desdicha, dicha con serena y embriagadora pasión. Puestos en trance argumental, los personajes tienen que cruzar esa zona oscura a que los somete el autor, para acaso encontrar luz en atribuladas y trágicas experiencias. Como un fantasma de su conciencia artística, que obliga dejar pasar la vida cuando ya no se quiere nada de la vida. Alimentar la nada con frases ajenas que se apropia, finas y cercanas. Acaso por eso será que su protagonista documenta el acontecer con citas de otros escritores. No como una erudición pedantesca, un intelectualismo artificial, sino “como un tipo de humildad que tenía que ver con el miedo de que el mundo se olvide de la trascendencia, el temor absurdo y arcaico de que también, poco a poco, seamos despojados de la belleza”.
El suyo es un libro de las turbulencias del amor ¿o cuentos del desamor? En que la experiencia erótica y la experiencia mística están suspendidas del hilo de seda de bellísimos relatos ¿Qué será?
En este puñado de cuentos de Pérez Torres, en que el amante es siempre un enfermo, el autor parodia la canción de Spinetta, Barro tal vez: Si no canto lo que siento / Me voy a morir por dentro / He de gritarle a los vientos hasta reventar / Aunque solo quede tiempo en mi lugar / Si quiero me toco el alma / Pues mi carne ya no es nada / He de fusionar mi resto con el despertar /Aunque se pudra mi boca por callar / Ya lo estoy queriendo / Ya me estoy volviendo canción / Barro tal vez…
Culpables del olvido, para sus personajes es bueno tener una certeza cuando se vive en la ambigüedad. Una forma de sortear la fragilidad de la vida y la fragilidad del amor, que son la fragilidad del tiempo de las incertezas.
Como lenitivo vital, el autor reconoce en voz del protagonista de Barro tal vez, los libros también son el remedio inagotable para el desamor, habría que agregar, del desamor de las cosas, de las ideas como de las personas. “Tantas experiencias leídas, tanta sabiduría de la vida, reflexionada y escrita, tanto dolor acumulado en páginas por innumerables poetas, quizá atenúan nuestro desgarramiento”, concluye Pérez Torres.
Este es uno de esos libros, en que su autor logra una extraña complicidad de sus lectores, y no es poca cosa, donde vuelve a prevalecer el desencanto, ya no como teoría más bien inexorable práctica, barro tal vez…