Por Leonardo Parrini
Uno de los rasgos más notorios de la desinstitucionalización de un país es la ausencia de organizaciones políticas genuinas y/o auténticas, porque más allá de lo que hay, cofradías de alquiler, remedos de partidos políticos o sectas electoreras que prestan sus organizaciones circunstancialmente a determinados aspirantes a cargos públicos, un partido político es una organización permanente, ideológicamente homogénea y que expresa intereses de clase, finalidades estratégicas, de manera franca o encubierta.
En Ecuador existen 168 organizaciones distribuidas entre nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales, autorizadas por el CNE, de las cuales 70 pueden presentar candidaturas. La interrogante es ¿cómo Ecuador, a partir de ese conglomerado político, llegó a postular a dos organizaciones en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, adelantados para octubre del 2023? Y más importante aún, qué representa cada una de estas organizaciones.
Históricamente, cualesquiera sean las modalidades que adquieran los partidos expresan siempre un interés de clase y son los instrumentos que usan las clases sociales para su actuación política. De una manera general, el partido político expresa los intereses de clase, eso no quiere decir que los partidos obligadamente comiencen proclamando que representan a tal o cual clase. Un partido político es un fenómeno superestructural que aglutina a una colectividad alrededor de un programa e ideas homogéneos; es una organización permanente y de actividad contínua, no puede ser ocasional, y además tiene una estructura organizativa nacional. En su práctica un partido expresa la conciencia de una clase, es decir, un conjunto de ideas de una clase que manifiesta sus propios intereses, esa es la conciencia de clase. Detrás de esta afirmación obviamente genérica y abstracta, hay que descubrir qué intereses de clase predominan en la conducta diaria de un partido.
El partido debe movilizar, organizar y educar a las masas, en esa medida podrá en cierto momento dirigir políticamente a los sectores mayoritarios. No se puede comprender la organización del partido al margen del programa. Militante de un partido es aquel que está de acuerdo con su programa, y se forma políticamente alrededor del programa. El planteamiento programático de un partido puede funcionar organizado alrededor de ese eje fundamental que es el centralismo democrático. Centralizada su línea y acción hacia fuera, democráticamente obtenida desde dentro a través de la discusión permanente y discrepante entre sus miembros.
¿Hasta qué punto las dos organizaciones que pasan con sus candidatos a la segunda vuelta electoral 2023 son estructuras partidistas que cumplen con las cualidades que señala la teoría?
La llegada de Rafael Correa al poder a fines del año 2006 se produce en un contexto político caracterizado por el deterioro de los partidos tradicionales. El discurso del emergente nuevo líder vino cargado de contenidos relacionados con el cambio y la invitación a una “nueva política”, una renovación de las prácticas de ejercicio del poder y una fuerte crítica al neoliberalismo, el “capitalismo salvaje» y la “partidocracia”. La propuesta de su gobierno apuntaba a lo que Correa llamó la “Revolución Ciudadana” (RC), la cual consiste en el “cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente, sistema perverso que ha destruido nuestra democracia, nuestra economía y nuestra sociedad.” (Correa, discurso de posesión 2007). Con este fin, la propuesta de la Revolución Ciudadana, gira en torno a los temas de refundación institucional, lucha contra la corrupción, fomento del empleo, educación y salud gratuitos, respeto a la soberanía y dignidad del país. En tal sentido, la RC implica cambios que van desde la reforma constitucional como aquellas acciones del día a día. El líder correísta, una vez en el gobierno, jugó entre los dos ámbitos, las leyes, lo constitucional, lo político en un sentido abstracto, y las actitudes concretas, las explicaciones precisas y detalladas de lo que un ciudadano puede realizar para cambiar el país. Esta dinámica hasta aquí innovadora, fue consolidándose aun sin una estructura orgánica partidista clásica, sin instancias de formación y renovación de cuadros y, por tanto, sin espacios para la autocrítica que reorientara permanentemente una política de conducción de masas y una política de alianzas con el sindicalismo, el indigenismo o sectores juveniles y de género. Al final de una década, el correísmo se tradujo en debilidad organizativa y se dio el caso sorprendente de que la avalancha masiva de nuevos militantes concluyó dispersando a la organización, que carecía de verdaderos cuadros y de una red para contener y educar a la gente recién llegada. La felonía de Lenin Moreno, ex vicepresidente del gobierno correísta y candidato presidencial que llega al poder auspiciado por la tendencia, concluye en un severo golpe a la estructura organizativa del correísmo, cuando Moreno logra usurparle el movimiento Alianza País y convertirlo en la agrupación Pueblo, Igualdad y Democracia (PID).
Hoy la candidatura de Luisa González que representa al correísmo, se propone avanzar en un nuevo modelo político económico, en el contexto de una realidad diferente del país caracterizada en la actualidad por la inseguridad, falta de empleo, crisis económica y necesidad de políticas sociales en salud, educación, vivienda, así como una política internacional soberana del país ante el mundo.
Dime con quien andas y te diré quién eres, dice el pueblo. Esta vez dice, además, “no vea con quién anda Noboa”. El inesperado paso de Daniel Noboa a la segunda vuelta electoral puso bajo la mira al empresario guayaquileño de 35 años, y a quienes andan a su lado en procura del poder político central. Asistido por la gruesa chequera de su padre -Álvaro Noboa- ha seducido diversas voluntades y movimientos para su campaña presidencial. Para inscribir su candidatura creó la Alianza Democrática Nacional (ADN), integrada por la agrupación Pueblo, Igualdad y Democracia (PID) y el movimiento Mover, ambos vinculadas al morenismo.
Lenin Moreno, luego de robar el movimiento Alianza PAIS (AP) al correísmo formó el PID, cuyo director nacional es Arturo Moreno, primo hermano del ex mandatario. El trámite de inscripción del nuevo movimiento comenzó en octubre de 2017, un año más tarde el PID hizo campaña por el SI en la consulta popular del 2018. Mover es el ‘reencauche’ del desintegrado AP, estructura que está en manos de la facción ‘morenista’ y manejada por gente cercana al ex prefecto de Pichincha, Gustavo Baroja. En octubre del 2022, el Consejo Nacional Electoral (CNE) otorgó la clave a María Beatriz Moreno Heredia, como representante del movimiento Acción Democrática Nacional (ADN), para que la organización inicie su proceso de inscripción con su candidato presidencial Daniel Noboa.
Noboa no solo es heredero de la fortuna y empresas de su padre, es además sujeto hereditario de las políticas que sus antecesores y adláteres de tramoya intentaron imponer en el país. La herencia que recibe Noboa de sus progenitores políticos -Moreno y Lasso- es clara. El régimen de Moreno considerado el gobierno más nefasto de la historia republicana, pago a través de su vicepresidente Otto Sonnenholzner, 3 mil millones a los banqueros y tenedores de bonos desmantelando la seguridad, la salud y la educación, considerados gestiones de un Estado obeso. Con esa política continuó el régimen del banquero Guillermo Lasso que llevó al país a la inseguridad e incertidumbre. Frente al tema de inseguridad, principal preocupación de los ecuatorianos hoy día, Noboa ofrece soluciones solo policiales, cárceles en barcazas y una consulta popular sobre el tema, sin indicar cómo va hacerlo. Consecuente con su condición de representante del empresariado, no descarta políticas de privilegio para el sector con reformas que implican pauperización y regresión de derechos laborales, reducción salarial por considerar los actuales montos nocivos a los intereses empresariales. Ha dicho en sus intervenciones de prensa que Ecuador tiene uno de los tres más altos sueldos de la región y eso genera problema porque el momento de exportar, influye en los costos. Así mismo, propone el aumento en los años necesarios para la jubilación e incremento de las aportaciones de los trabajadores, entre otros temas que se encaminan a la privatización de la seguridad social.
El voto de los ecuatorianos no solo debe ser secreto, además debe ser consciente e informado. En ese sentido, el elector debe saber que más hay detrás de las sonrisas de campaña, de las veleidades juveniles y del paternalismo populista de los candidatos.