El asesinato de Fernando Villavicencio resulta ser la crónica de una muerte anunciada, con hechos contradictorios y versiones encontradas, en el contexto de una narrativa que se despliega en la prensa con superficialidad informativa y carencia de elementos probatorios, en la que priman opiniones interesadas de diversos actores políticos.
Un reportaje del periodista español, Constantino de Miguel, afirma que “el narco socialismo ha mostrado en Ecuador su cara más siniestra con el vil asesinato de Fernando Villavicencio”. El periodista en mención no duda en esgrimir su propia versión de los hechos, a través de una opinión que no se compadece con pruebas periodísticas o periciales cuando señala que Villavicencio era “militante encarnizado contra esa diabólica alianza formada por el narcotráfico y el socialismo siglo XXI, cuyo representante en Ecuador es el ex presidente prófugo en Bélgica, Rafael Correa”.
A renglón seguido, el elocuente miembro de la prensa española colige en que “al correísmo le convenía quitarse de encima a su rival más molesto”, llegando a una conclusión sentenciosa: “La mano negra del tiránico y genocida socialismo siglo XXI está detrás de ese magnicidio, porque Villavicencio era un palo en su rueda. Había demostrado que el dinero del narcotráfico financia indirectamente la campaña de la rival correísta Luisa González, a través del hijo del presidente de Colombia, Gustavo Petro”. Y corona su opinión con un botón de muestra de su cultura política: “Todos tienen una versión del mismo manual del manifiesto comunista de Karlos Marx, según el cual la violencia está justificada”.
La opinión de Constantino de Miguel no amerita comentario, sino contraste de fuentes. Esa fuente informativa es la entrevista reciente de la Cadena Caracol, de Colombia, al personaje aludido por de Miguel, Rafael Correa Delgado, ex presidente del Ecuador.
Correa en referencia a la serie de omisiones de la Policía ecuatoriana, antes, durante y después del crimen señala que “El asesinato de Villavicencio que no puede ser incompetencia, ese es un complot”. Y corrobora su afirmación diciendo que “minutos después del asesinato ya nos estaban culpando, había videos editados (…) lo tenían preparado todo para decir que yo lo había amenazado, y decir Correa asesino, todo fue un complot, todo fue preparado”.
El ex mandatario formula una pregunta clave: “¿a quién beneficiaba el crimen? no a los que íbamos primero en las encuestas, sino a los que iban cuarto o quinto, el señor les servía más muerto que vivo para obligar a una segunda vuelta, a ver si gana la derecha”.
Correa hace referencia al papel que jugaron los protagonistas de los hechos: “Es muy evidente, en entrevista al guardaespaldas de Villavicencio dice: yo llevé el carro blindado y me equivoqué de puerta, y lo llevó a la puerta trasera del coliseo y se comunicó con quienes estaban sacando a Villavicencio por la puerta frontal, y pese a eso lo sacan en un carro no blindado, le pusieron una trampa. Rompen todos los protocolos de seguridad…no había chofer lo metieron a la camioneta para que lo acribillen, jamás se protegió el flanco del vehículo que da a la calle, además se pierde el celular de Villavicencio, claramente un complot en donde está implicada la Policía.
Esta correlación de hechos es ratificada por César Gonzaga, conductor del carro blindado, -encargado de la seguridad de Villavicencio- que declaró a la prensa que “no había tres anillos de seguridad ese día del crimen, y denuncia que “pidió mayor protección hace seis meses. Cuando el estado asume la protección de una persona es una farsa”, concluyó. Opinión que reafirma la denuncia del periodista Andersson Boscán, quien acusa al presidente Lasso de “haber amenazado directo a Villavicencio de quitarle la protección estatal policial”.
Christian Zurita, hoy reemplazo de Villavicencio en la lid electoral, señaló al respecto que la protección de Villavicencio era “una protección intermitente con debilidad, olvidó que debía esperar el vehículo blindado donde debió salir del mitin, se les solicitó mayor protección con alarmas y en el comando conjunto no pasó nada. Es un tema totalmente planificado, una conjunción de fuerzas. Hay que desmentir a Fausto Salinas que dijo que había tres círculos de seguridad, los policías actuaron a con arbitrariedad (…) A Fernando lo matan porque iba a ganar y era una amenaza porque generó diagnósticos claros sobre inseguridad, lo mata un asesinato político de las mafias políticas que planificaron el crimen”.
Los hechos
En videos que se difundieron en redes sociales se ve a los policías que abren la puerta de una camioneta e introducen a Fernando Villavicencio, sin proteger el perímetro ni rodear el auto. Se agachan en lugar de haber entrado primero al vehículo, cuando empiezan los disparos, dejando al blanco sólo y adentro de la camioneta. Los disparos penetran por la ventana y puerta anversa donde no había un custodio. Villavicencio sale sin chaleco antibalas, sin casco, sin ningún tipo de protección y sube a un carro no blindado al que le cierran la puerta y se queda atrapado en una trampa mortal. No obstante que tenía el 97% de riesgo de amenaza de su vida.
El periodista Francisco Herrera Arauz, en su espacio de opinión e información Ecuadorinmediato, se suma a la versión de que el crimen fue perpetrado en un complot y aporta diversos videos recabados que registran, paso a paso, los entretelones del crimen: En un primer video se observa a dos de los presuntos sicarios sentados a la mesa de una cafetería cercana al lugar de los hechos minutos antes del crimen. Luego, en otro video, se ve la parte de la camioneta, desde el ángulo donde se hicieron los disparos, y se observa limpiamente tres precisos impactos en el vidrio de la puerta trasera izquierda, la camioneta no recibió otros impactos, lo que demuestra que el experto sicario pudo acercarse a dos metros de su víctima. Un tercer video enseña, desde un ángulo alto, cómo un policía abate a tiros al presunto sicario autor de los disparos contra Villavicencio. El sujeto está caído en la calle y el policía lo arrastra hasta la vereda. Este presunto gatillador fue conducido en una ambulancia de Bomberos hasta la Unidad de Flagrancia, ubicada a varias cuadras del escenario del crimen. Un cuarto video muestra a policías en la Unidad de Flagrancia que arrastran al presunto sicario herido de muerte, lo dejan en el piso, lo patean y el sujeto muere. La policía no lo llevó a un centro médico en su estado de gravedad y sobre esa omisión lo maltrató físicamente, y así se soslayó el testimonio de un protagonista clave. La Policía procedió luego con sorprendente celeridad a detener a seis colombianos sospechosos y junto a los detenidos pudo recabar armas y otras evidencias.
El general (r) Jorge Luis Vargas, colombiano, ex director de la Policía de ese país, señaló al periodista Yamid Amat que “hay un autor intelectual que financió el crimen y forma parte de una organización de sicarios colombianos que estarían involucrados con una banda que opera en Ecuador”. La Fiscalía ecuatoriana no obstante, declaró que eso es falso sin profundizar en la investigación de este elemento.
Los hechos y los testimonios apuntan a que el complot incluiría diversos elementos, a través de la acción u omisión policial ecuatoriana, eventualmente infiltraba por la delincuencia internacional. Circunstancia que compromete al Estado permisivo e inactivo y, al final del día, responsable de la muerte de su protegido.
La viuda de Fernando Villavicencio, Verónica Sarauz, exigió al presidente de la República, Guillermo Lasso “respuestas” a lo que calificó como “crimen de Estado”, por el asesinato de su esposo ocurrido el 9 de agosto pasado. “El asesinato de Fernando es un crimen de Estado, porque estaba bajo la custodia del Estado a través de la Policía Nacional. Fue en este Gobierno que mi esposo fue asesinado y es este Gobierno el que me tiene que dar respuestas y va a dármelas”, enfatizó Sarauz.
Más allá de las versiones frente a los hechos, queda pendiente una pregunta vital: ¿A quién benefició el crimen de Fernando Villavicencio? Los hechos parecen desvirtuar la versión del periodista español, Constantino de Miguel, una opinión construida en base a conjeturas, asociación de ideas, con presupuestos falsos no demostrados en pruebas fehacientes, es decir una narrativa política más que periodística.
Resta esperar el resultado de una investigación criminal que encabeza el FBI, organismo extranjero solicitado por la Presidencia de la República en apoyo de la Policía Nacional, petitorio que demuestra la poca confianza que tenemos en nuestras propias instituciones de un Estado que se muestra fallido y que tendrá que demostrar, en los hechos, su no intervención en un complot que forma parte de la crónica de una muerte anunciada bajo la forma de un crimen de Estado, como sostienen familiares de Villavicencio.