La política no perdona despropósitos. En política la más clamorosa forma de fracaso es llegar al poder sin tener la capacidad de gobernar, y el mayor desatino es no contar con un equipo para hacerlo. El resultado suele ser la ingobernabilidad, que es el fruto de la falta de gobernanza. No se llega al poder con la idea de que un país se administra como una empresa privada, con la peregrina idea de que, porque se es empresario acaudalado no se viene a robar.
Los miembros de este gobierno que fenece con pena y sin gloria, se negaron acompañarle por buenos pasos y los socios políticos terminaron chantajeándole. Y la corrupción se impuso por sobre las empresariales intenciones de privatizarlo todo y pasaron de la intentona privatizadora a la abierta acción de robar y corromperse, y a vivir de la coima de las empresas públicas, porque la avaricia no conoce límites y de ejemplo valga el caso Gran Padrino.
Las próximas elecciones pueden ser la inmejorable oportunidad ciudadana de elegir un equipo de gobierno con capacidad de hacerlo, que tenga los cuadros administrativos y técnicos en condición de ser leales a un propósito de país y disponga de formación suficiente para cumplirlo y muestre experiencia para ejecutar sin improvisaciones.
Vivimos en una sociedad que solo exhibe obsesión por el crecimiento tecnológico y científico con enorme pérdida de valores éticos, en medio del pozo de un pragmatismo rampante que ha permitido una vergonzosa corrupción filtrada desde el poder a toda la comunidad. Más que una crisis económica y política, estamos atravesando una crisis de modelo de vida y es abrumador el conformismo del resto de la sociedad, como si fuéramos a despertar sin esfuerzo de una pesadilla. Y el mayor equívoco es esperar que nos salven aquellos mismos que nos han traído a esta situación. La vileza política ha sustituido a los valores democráticos, que es preciso recuperar. Esto es el producto de la práctica de un mercado donde todo tiene precio, se compra y se vende. Esa es la enseñanza que nos dejan los banqueros. Esa es la herencia, y no otra, que dejan los mercachifles para el futuro de una juventud que busca reconocerse y ser reconocida.
No se ve con toda claridad el camino a seguir, pero sí se vislumbra aquel que no debemos volver a tomar. La cultura se proyecta como un remanso en el camino, como una alternativa siempre y cuando sean los poetas y no los políticos quienes no dejen de alzar la voz, para que este cotidiano y absurdo acontecer no se convierta en normalidad y se intente volver una mercancía más a nuestros corazones.
La política cuando viene desprovista de valor moral, es que viene desnuda de todo otro valor. Esa es la práctica consuetudinaria de los mismos de siempre. A qué vinieron al poder sino a enriquecerse y envilecerlo. Servirse de la política para ampliar sus fortunas y no servir con ella a los mas necesitados, esa es su consuetudinaria costumbre.
No es que hayan venido a otra cosa, por eso su fracaso no es tal un mero fracaso, sino la consecuencia lógica de su vida y obra. Y ahora, en el ocaso de su desgobierno, siguen ahí como si fuesen a continuar toda la vida, dicen “seguir trabajando”, conciertan acuerdos y contratos de última hora como ha reconocido el ministro de Obras Públicas -que no exhibe ninguna pública obra en beneficio colectivo-, y mientras Lasso al unísono se queja de que es la Corte Constitucional la que ahora “no lo deja gobernar”, luego de disolver la Asamblea Nacional.
No es que busquen dejar una buena imagen mejorada, lo que persiguen es la impunidad frente a sus corruptelas y despropósitos, por eso pretenden parapetarse en la protección de sus aliados incondicionales, los gringos. No se explica de otra manera los acuerdos de última hora sostenidos con corporaciones privadas norteamericanas, como la entrega de la administración del archipiélago de Galápagos a la corporación Galápagos Life Found, bajo el camuflaje de un canje de deuda por naturaleza. Se trata de un acuerdo sostenido a espaldas del país que efectiviza un canje de 1.630 millones de deuda externa, a cambio de un nuevo préstamo de 656 millones de dólares otorgados por el Crédit Suisse. Se desconoce el destino de esos fondos públicos y de los gordos préstamos internacionales gestionados por Lasso.
Decíamos que la avaricia es la vocación natural de los banqueros. No llama la atención, entonces, el contraste de la bonanza de los bancos privados -entre otros el Banco de Guayaquil de propiedad de Lasso, que ha incrementado sus utilidades en más de 40 millones de dólares en relación al año anterior-, con la miseria que vive el país.
La lógica bancaria de préstamos y endeudamientos ha sido transferida a la política económica pública, sino cómo se explica el abultamiento de la deuda externa a 75 mil millones de dólares que representa el 60% del PIB, la más alta de la historia del país. Esa lógica en el gobierno se traduce a un contrato de deuda para sacar sus dólares fuera del país y cubrirlo con la deuda pública que contratan, según consta en el informe de una organización internacional que señala que empresarios ecuatorianos poseen más de 30 mil millones de dólares en los paraísos fiscales. En tanto, en seis años de gobierno de los empresarios -de Moreno y Lasso- no se ha hecho ninguna obra de importancia, privando a los ecuatorianos de salud, educación, seguridad, vivienda y otros derechos.
Y como tapa, ahora de última hora proponen “mejorar la situación económica del IESS” subiendo los años de jubilación, el monto de los aportes de afiliados y patronos; quitando un 30 por ciento de la pensión jubilar, elevando el interés y bajando el plazo de los préstamos a los afiliados, entre otras medidas impopulares. Mientras tanto, nada se dice acerca de la onerosa deuda de dos mil millones de dólares que mantienen los empresarios morosos y del propio Estado con el IESS.
Lo más grave es la indiferencia popular ante la acción de Lasso y sus secuaces que hacen negocios al apuro o buscan dejar negocios amarrados a última hora, con la certeza de que sus neoliberales candidatos no tienen posibilidad de ganar las elecciones.
Para impedirlo, es hora de elegir a mujeres y hombres con otra estirpe, y desdeñar a los mismos de siempre que se presentan con otro ropaje, pero con la misma piel a ser elegidos y reelegidos.