Todos los días ocurren tragedias en el mundo con pérdida de vidas humanas que deberían conmover a la humanidad, pero no todos los días se convierten en noticia de interés y cobertura periodística mundial. No son pocos los cientos de migrantes ilegales que pierden la vida a diario en aguas europeas tratando de alcanzar un país que le permita sobrevivir a la tragedia de sus propios países en guerra o condenados a la extrema pobreza. Esta gente no es noticia mundial, como lo son los prominentes sujetos de noticias trágicas que involucran a gente de dinero. Su interés para el público y atractivo para la prensa parece depender de la notoriedad económica y social de sus protagonistas. Cada tragedia reproduce la contradicción que en la vida misma existe entre ricos y pobres.
El accidente del sumergible Titan es un claro ejemplo de cómo sus cinco tripulantes, todos multimillonarios, empresarios o turistas europeos, que pagaron hasta un cuarto de millón de dólares por un pasaje en el sumergible para visitar los restos del transatlántico Titanic, hundido en abril de 1912 en aguas del Atlántico, se convirtieron en noticia mundial en cuestión de horas.
Pocas veces un suceso de esta naturaleza logró captar tanto la atención internacional desplazando en los medios informativos a otros hechos de indudable mayor trascendencia social. La explicación es simple: la noticia para las cadenas internacionales tiene protagonistas de primera, segunda y tercera clase, categorización que establecen conforme su relación con los poderes políticos o económicos de los países considerados del primer mundo. Lo demás no existe, o existe en un plano relegado y desplazado por las circunstancias que rodean a los personajes de la alta burguesía internacional. Los pobres son noticia cuando se trata de magnificar de manera sensacionalista una información que proporciona rating, lectoría o audiencia en busca de detalles que alimenten el morbo de los públicos diversos.
En el caso del accidente del Titan éste se volvió mundialmente la noticia del mes por una mezcla entre morbo periodístico, interés clasista de contar la tragedia de cinco millonarios y necesidad de vender los espacios informativos.
El incidente del Titan ligado al RMS Titanic, transatlántico británico, el mayor barco de pasajeros del mundo que naufragó en las aguas del océano Atlántico durante la noche la madrugada del 15 de abril de 1912, mientras realizaba su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York, tras chocar con un iceberg, constituye una fehaciente muestra de los intereses comerciales de la prensa internacional. Entre los pasajeros del Titanic estaban algunas de las personas más ricas del mundo, además de cientos de inmigrantes de nacionalidad irlandesa, británica y escandinava que iban en busca de una mejor vida en Norteamérica. En la arrogante versión de sus fabricantes ingleses, el Titanic era insumergible “ni Dios podría hundirlo”, según opinión de un oficial a bordo. Algo similar se dijo de Tintan, la cápsula sumergible de 10 toneladas de peso, 6.8 metros de largo por 2.8 metros de ancho, dotada de la más avanzada tecnología del momento para soportar 635 kilos de peso a una velocidad de cinco kilómetros por hora.
En el hundimiento del Titanic murieron 1.496 personas de las 2,208 que iban a bordo, lo que convierte a esta catástrofe en uno de los mayores naufragios de la historia ocurridos en tiempos de paz. El naufragio del Titanic conmocionó e indignó al mundo entero por el elevado número de víctimas mortales y por los errores cometidos en el accidente. El pecio del Titanic fue descubierto el 1 de septiembre de 1985 el fondo del Atlántico Norte a una profundidad de 3784 m., en una misión secreta de la armada estadounidense.
La tragedia del Titan era posible, pero nadie la esperaba. El sumergible se plateó descender a profundidades cercanas a los 4 mil metros, y así lo hizo con conocimiento de los riesgos que la aventura representaba, y sin haber cumplido con diversos protocolos de seguridad previos, según investigadores; entre otras medidas, no contaba con certificaciones de seguridad. Según expertos se produjo una implosión, es decir, cuando un objeto se contrae hacia su centro por la acción de fuerzas externas o internas. Se conoce que 45 minutos después de que el Titan se sumergiera en el océano, se perdió la comunicación con la nave. La implosión catastrófica que sufrió el sumergible turístico pudo ser el resultado del lento y gradual debilitamiento del material de la cámara por la alta presión exterior.
El sumergible de la empresa OceanGate inicio el descenso con cinco turistas o científicos millonarios que pagaron 250 mil dólares por el pasaje. A bordo viajaban el fundador de la compañía que organiza estas expediciones, Stockton Rush, a cargo de la misión del Titan; el empresario y aventurero británico Hamish Harding, explorador y turista espacial, multimillonario residente en los Emiratos Árabes; el explorador francés Paul Henry Nargeolet de 77 años, operador de submarinos y experto en inmersiones oceánicas; el empresario paquistaní Shahzada Dawood de 48 años y su hijo Suleman de 19, ambos miembros de una de las familias más ricas de Pakistán. Las víctimas no tuvieron tiempo de percatarse de lo sucedido, mientras consumían el oxígeno que tenía el Titan para 96 horas.
Más allá de que el dinero todo lo pueda o todo lo impida, esta vez se cumplió la sentencia que no reconoce privilegios de clase: “Cuando estás en aguas muy profundas estás muerto, a menos que sepas que está pasando algo”.