No hay que subestimar a los candidatos de la derecha, son absolutamente inescrupulosos, no saben perder y lo saben. Lo intentarán todo, pero no se resignarán a entregar el poder al correísmo. El retorno de Rafael Correa les quita el sueño y la tranquilidad diaria de hacer política mañosa, descarada con la que encaran los hechos irredargüibles de un eventual triunfo en primera vuelta de Luisa González y Andrés Arauz.
La consiga todos contra Correa, con toda seguridad, la llevarán más allá de los comicios del 20 de agosto, de manera que el gobierno de relleno del vacío de poder que deja Lasso se desgaste, se deteriores y se derrumbe solo -en caso de un triunfo correísta-, ante las expectativas del pueblo para que el 2025 el correísmo no intente, con posibilidad de un nuevo triunfo, una nueva arenga electoral con sus líderes históricos a la cabeza.
El gobierno de relleno tiene por función aquello de generar las condiciones a los contrincantes de asegurarles un triunfo inobjetable en el 2025. Para la derecha sería como una convalecencia del fracaso de su líder, Guillermo Lasso, sería resarcir las cuentas pendientes, tapar los huecos, una especie de terapia de recuperación, para nada intensiva como lo es en estos momentos la coyuntura para el propio Lasso.
Si ganan tratarán de mantener ciertas prebendas empresariales en reducción de impuestos, reformas laborales favorable a los patronos, poner fin a los impuestos que les impide sacar su dinero hacia paraísos fiscales, crear condiciones para la privatización de ciertos servicios públicos que en sus manos son onerosos negocios, creación de privilegiadas zonas francamente abiertas al contrabando, en fin, lo que siempre ha sido su obsesión, teórica y práctica. Seguramente refrescarán los funcionarios directivos de los organismos de control por estar ya desgastados y desprestigiados, como la Fiscal General de la Nación y otros. Promoverán nuevos adláteres obsecuentes que deambularán por Carondelet con más servilismo que los pasadores y pasadoras oficiales de café. Reservarán ciertos recursos del Estado para lanzar, como migajas al pueblo medidas de un rampante e indigno populismo de derecha. Sería un régimen descarado para encarar la negociación política con sus contrapartes, con un gran maletín de por medio, en capacidad de comprarlo todo y conciencia incluida de aquellos politicastros inmorales de siempre en una Asamblea Nacional venida a menos, que no jugará ningún papel importante en su obligada fiscalización para así asegurar su vigente permanencia por todo el periodo y no arriesgarse a una nueva muerte cruzada.
En definitiva, si la derecha resucita de la muerte cruzada, si es que lo hace al tercer intento de resurrección, habrá sepultado definitivamente por algunos años las esperanzas populares de cambio social, de soberanía nacional, de dignidad popular y el país encabezará la vergonzante lista mundial entre los más atrasados.
Es decir, sería un gobierno de relleno de todo aquello que Lasso, en su tozuda, pero ineficaz arrogancia banquera, dejó inconcluso por incapacidad hasta para cometer las más estrafalarias tropelías.
Un gobierno de relleno que el pueblo debería encargarse de abortar como se aborta un mal engendro.