Salió humo blanco del conclave progresista reunido en Manabí: “Les dije que se los anunciaría yo. Ya es oficial. El binomio de la RC5 es: Luisa González, presidenta. Andrés Aráuz, vicepresidente. ¡Hasta la victoria siempre!”, escribió en Twitter el ex presidente, Rafael Correa, líder del progresismo ecuatoriano. Portoviejo fue la sede donde tuvieron lugar las primarias del movimiento Revolución Ciudadana este 10 de junio, en las que definió por unanimidad, primero, que el exvicepresidente Jorge Glas y la exlegisladora Luisa González fueran su cuadro presidencial para las elecciones del próximo 20 de agosto.
Sin embargo, Glas, que recuperó sus derechos políticos por decisión de un juez, declinó su candidatura y fue quien mocionó en un binomio a Luisa González como candidata a la Presidencia de la República junto con Andrés Arauz para la Vicepresidencia. “Tengo que decirles que yo declino formalmente a mi candidatura, a cualquier candidatura, por esta ocasión. Hay que cuidar el proyecto. Tenemos que trabajar para que el presidente Correa vuelva”, dijo Glas luego de ser designado.
La abogada manabita, Luisa González, es una carta firme del correísmo que cuenta con la confianza del líder histórico, definida como “una mujer guerrera, valiente, secretaria de Estado varias veces, compañera de lucha, madre, hija y profesional”. Su presencia en la lista del progresismo garantiza el voto duro de la tendencia con posibilidad de sumar entre otros adherentes fuera del correísmo. Su condición de mujer abre un cauce al voto femenino y su perfil familiar la muestra como una ecuatoriana dispuesta a contribuir con su experiencia política como demócrata, reformista e incluyente de sectores etarios jóvenes y feministas. Su compañero de fórmula, Andrés Arauz, ha demostrado un perfil profesional como planificador, experto en economía, activista de transformaciones estructurales de la sociedad cuyo perfil se muestra idóneo para ejercer la vicepresidencia del país.
Más allá de las personas, que son importantes a la hora de adoptar una decisión, el país debe saber que la tendencia progresista que agrupa la Revolución Ciudadana tiene en carpeta algunas acciones en caso de asumir el poder. En primer lugar, llamar a una Asamblea Constituyente que reforme la Constitución; cambiar las autoridades del Estado de control designadas por el CPCCS de transición que fueron aprobadas en la consulta del 2018; dejar sin efecto los procesos y sentencias en contra de sus militantes y poner a disposición de la justicia a la actual Fiscal General, Diana Salazar.
La contraparte del progresismo
En la otra orilla, como contraparte del progresismo, el mapa político es variopinto. Prevalecen cuatro partidos, el Partido Social Cristiano (PSC) que apostó por un ‘outsider’ externo; CREO que decidió no participar; Pachakutik (PK) dividido por pugnas internas y la Izquierda Democrática (ID) también dividida entre la izquierda y la derecha.
Existen además los llamados movimiento reencauchados, Construye, ex Ruptura 25; RETO, ex Juntos Podemos; y Mover, vestigios de Alianza PAIS. Otros con menor representatividad popular, Centro Democrático, Unidad Popular, Sociedad Patriótica, Avanza, Amigo, Partido Socialista, Democracia Sí y SUMA.
Los pactos abiertos o encubiertos determinan un tablero electoral con Jan Topic y el PSC apoyado por Sociedad Patriótica y Centro Democrático. Otto Sonnenholzner y la Izquierda Democrática apuestan a Avanza y SUMA. Xavier Hervas, vuelve a la palestra ahora con el movimiento RETO. El movimiento Construye auspicia a Fernando Villavicencio. Amigo pone su apoyo en Bolívar Armijos. El nuevo Pueblo Igualdad y Democracia y Mover impulsan la candidatura de Daniel Noboa Azín. Yaku Pérez es apoyado por la Unidad Popular, Democracia Sí y el Partido Socialista.
En ese contexto político la tendencia progresista reformista, representada por el correísmo, aspira sumar fuerzas entre sectores medios, étnicos y etarios jóvenes, a sus adherentes históricos que le permita crear las condiciones para un eventual retorno al poder. Esta vez con el reto de gobernar un país agobiado por la violencia, amenazado por la inseguridad, estancado por la falta de empleo, condenado a la miseria por la pobreza, postergado en sus aspiraciones futuras por falta de oportunidades de estudio para la juventud y cruelmente condenado a la muerte de sus adultos mayores o enfermos terminales por falta de medicinas y atención digna de salud en los hospitales.
Ecuador se apresta a conjugar dos verbos: cambiar el país hacia el progreso o conservar la miseria material y moral que nos asecha.