La llamada muerte cruzada proporcionó al país un clima de calma. Ya no amanecemos cada día con la expectativa de qué va a suceder. Sucedió lo posible: el régimen se anticipó a sus oponentes y los puso al margen del juego político activo, con ello supuestamente superó la controversia Parlamento-Ejecutivo y dio una salida de aparente tranquilidad al país.
Sin embargo, no está resuelto el problema de fondo ni las causas que motivaron la crisis. El país solo se dio un respiro para entrar en otro dilema en una elección anticipada: para qué votar y por quién hacerlo, al elegir a un nuevo presidente que deberá gobernar el país por un año y medio.
Se sabe de antemano que en un gobierno de un año y medio de gestión no habrá cambios, ni para bien ni para mal. El peor escenario es que se imponga la inercia de la continuidad de lo ya vivido. Por eso la pregunta de por quién hacerlo debe dar paso a una respuesta satisfactoria. Satisfacción a las necesidades de la defensa de la justicia social, de la cultura de hombres y mujeres que trabajan por la construcción de una sociedad más incluyente, así como reconstruir un movimiento social que haga posible la convivencia en un país más solidario.
Ese país que debe proyectarse internacionalmente como un ejemplo de integración, que dé pasos importantes para que naciones hermanas trabajen decididamente en la construcción de alianzas estratégicas para la unidad de nuestro continente.
En este debate internacional, encontrar caminos de coordinación e integración, como lo más importante. Restar importancia a las disputas políticas que no ayudan en nada, que solo entregan más ventaja a quienes quieren ver divididos y desorganizados a los pueblos, porque eso debilita como país ante el mundo.
Poner fin al manto de impunidad frente a la corrupción que se ha generado por la falta de justicia, por los pactos de silencio y que se fortalece con el entreguismo miserable que hemos visto en estos días.
Habrá que priorizar las necesidades del pueblo, lo que la población siente, piensa y necesita. Acabar con el reduccionismo de creer que la seguridad, en términos de no violencia, lo es todo. Dar un nuevo significado al hecho de vivir seguros, que no solo involucre la no violencia delictiva que algunos pretenden combatir solo con más armas armando a la población, sino creando las condiciones para que esa misma población recupere el poder adquisitivo de nuevas oportunidades de vivir dignamente. ¿Qué sacamos con pedir tanta seguridad si vivimos mal?
A la hora de votar se debe pensar en aquellos hombres y mujeres en capacidad de cumplir con estos requisitos básicos que permitan crear las condiciones que nos hagan vivir mejor.