Cuando este lunes 5 de junio se conmemora el Día Mundial del Medioambiente, declarado por la UNESCO, bien vale reflexionar en torno al valor de las propuestas esgrimidas por grupos ambientalistas, que proponen renunciar a la explotación de los recursos naturales del país existentes en el Yasuní ITT -Ishpingo, Tambococha y Tiputini- a cambio de la conservación de áreas pretendidas como reservas ecológicas. La propuesta es impulsada por el colectivo Yasunidos, fue aprobada por la Corte Constitucional y viabiliza consultar al pueblo ecuatoriano si dejamos, o no, bajo tierra el petróleo del bloque 43 ITT, iniciativa que fue hecha sin que exista un plan alternativo para reemplazar los 1.300 millones de dólares de ingresos que se perderían.
La idea no es nueva, ya en el año 2013 la propuesta Yasuní-ITT fue un novedoso intento del Gobierno ecuatoriano para no explotar el crudo en la zona más remota y mejor conservada del Parque Nacional Yasuní (PNY), en la Amazonía norte de Ecuador. En compensación, Ecuador solicitó 3.600 millones de dólares a la comunidad internacional, la mitad de los ingresos que recibiría en caso de explotar los 920 millones de barriles de crudo que se estima contiene el ITT. El proyecto concluyó con el fracaso y el entonces presidente, Rafael Correa, señalaba: “El mundo nos ha fallado”.
Luego de tres años de creado un fideicomiso con Naciones Unidas para la recepción de los aportes, la iniciativa alcanzó apenas US$13.3 millones en depósitos concretos, mientras que otros US$116 millones quedaron en compromisos. La iniciativa fracasó, pero había quedado claro que el dinero procedente de la explotación, serviría para sacar de la pobreza a los habitantes de la zona.
Entre los argumentos ecologistas constaba aquel que señala como la mayor riqueza del Yasuní a su biodiversidad, no sus hidrocarburos. Sin embargo, algunas partes del PNY que fueron explotadas por empresas como Repsol, era uno de los últimos reductos de selva virgen. Los defensores de la explotación del ITT alegan que la explotación de la zona solo afectará al uno por mil del PNY. Al final de cuentas, ese porcentaje se desmiente por estar calculado solo en base a la deforestación y no tener en cuenta otros impactos como el ruido y eventuales derrames de petróleo.
En definitiva, los habitantes de la región se debaten entre la esperanza y el desencanto. Algunos amazónicos consideran que en el oro negro está el mejoramiento de sus condiciones de vida y formar parte de los intereses del Estado, otros lamentan haber vendido su territorio a cambio de recibir una promesa de progreso. He ahí la disyuntiva del petróleo en el Yasuní.
Progreso versus ambiente
En la actualidad el dilema cobra vigencia con la consulta popular sobre la explotación hidrocarburífera en el ITT que tendrá lugar el 20 de agosto, cuando sea el pueblo quien decida sobre el futuro de la región en cuestión.
La producción petrolera en el bloque 43 ITT, actualmente genera 55.400 barriles diarios o casi 20 millones de barriles de crudo al año. Los 55.400 barriles diarios de ese bloque, representan ingresos equivalentes a un poco más de $3,71 millones diarios o más de $1.300 millones al año. Esta suma es una reducción directa en las preasignaciones, es decir, los presupuestos de los Gobiernos locales e incluso de las universidades; pero sobre todo en el gasto de inversión. Aquellos 55.400 barriles del ITT representan una merma alrededor del 12%, esta medida resultaría en la pérdida de recursos para el Estado, así como de empleos e inversiones. Según estimaciones, el país dejaría de percibir alrededor de $16.470 millones en ingresos durante los próximos 20 años. Esta cifra se detalla de la siguiente manera: se perderían $13.800 millones por la falta de extracción de las reservas aún existentes en el campo petrolero. Los costos de abandono del campo ascenderían a $467 millones. Además, Petroecuador tendría que destinar $251 millones para compensaciones sociales. Por otra parte, impulsar planes de desarrollo alternativos, turismo y otros, requieren cuantiosas inversiones en infraestructura y servicios. En la consulta popular sobre el destino del Yasuní, están en juego no solo recursos materiales, sino la soberanía de un pueblo a decidir su futuro con madurez, consciencia y responsabilidad social.
En esta reflexión bien vale tomar en cuenta que el hombre es la naturaleza que toma consciencia de sí misma, según dejó escrito Marx en sus teorías materialistas relacionadas con el tema ambientalista. Con esta afirmación el pensador alemán nos quiso decir que el ser humano es naturaleza en sí, reafirmando ese sentido de pertenencia e identidad con el entorno natural. Si bien esta hipótesis marxista sostiene la conjunción ontológica de naturaleza y humanidad, no obstante, el propio Marx se encargó de recordar que en esa relación existe una contradicción existencial esencial: la lucha del hombre con el hombre en la explotación laboral y la lucha del hombre con la naturaleza en la explotación de sus recursos. Si bien la naturaleza es fuente de los medios y objetos del trabajo, incluso de la fuerza de trabajo humana, el hombre transforma la naturaleza extrahumana, a través de la praxis social.
El tema pasa por una participación real de los sectores involucrados -Estado, comunidades ancestrales, ambientalistas- que, unidos bajo un proyecto de país genere políticas públicas que involucren a todos no solo a los sectores interesados, en los beneficios materiales, culturales y sociales que implica la explotación racional de los recursos naturales, siendo la extracción petrolera uno de las industrias más controladas del mundo.
El desarrollo social no tiene porque estar reñido con el cuidado ambiental y la defensa de la naturaleza no debe ser óbice para detener el progreso material de un país. La falsa dicotomía entre progreso o ambiente debe llevarnos para liberarnos de ella y encontrar, más temprano que tarde, formas de compatibilizar el amor a madre tierra con el desarrollo integral de sus hijos.