Luego de que el presidente Guillermo Lasso apelara al artículo 148 de la Constitución que le permite dictar decretos ley e imponer una forma de gobierno sin oposición política directa, el mandatario se aboca a dictar medidas económicas que en su momento fueron rechazadas por el Legislativo.
Lasso emitió un decreto que “liberaliza la carga impositiva en el país para establecer zonas francas”, bajo la figura de “Ley de Atracción y Fomento de Inversiones para el Desarrollo Productivo”, es decir, se crean zonas de libre comercio que beneficia a la iniciativa privada. Una zona franca funciona en un territorio delimitado de un país. Allí hay beneficios tributarios como la exención de pago de derecho de importación de mercancías, exoneraciones de algunos impuestos, entre otras ayudas.
Como incentivo tributario para este sector privado, la ley fija la exoneración del Impuesto a las Ganancias por un período de 10 años desde el inicio de sus actividades. Una vez pasado este período de tiempo, las zonas francas aplicarán una tasa reducida y simplificada del Impuesto a las Ganancias con una alícuota de solo el 10%. Las zonas francas quedan completamente exentas del pago de todos los impuestos al comercio exterior, incluyendo los aranceles de importación, el Impuesto a los Consumos Especiales (ICE) y la tasa especial FODINFA para importaciones. Los productos de importación podrán entrar sin ningún tipo de restricción y competir libremente con la producción local bajo la jurisdicción de la zona franca.
A simple vista la libre competencia de los productos importados con productos producidos en el país perjudica a estos últimos de manera directa. Ahora el fabricante nacional tendrá que sacrificar márgenes de ganancia, el artesano, el textilero, el pequeño productor de alimentos y otros, están obligados a competir con lo foráneo de manera desigual. Incluso, para el inversionista extranjero la medida no resulta del todo estimulante.
También se decreta la exoneración del Impuesto al Valor Agregado (IVA), cuya tasa general alcanza el 12% en el resto del país. Esto se aplica para insumos, materias primas y bienes de capital. Por un lado, se alienta la competencia, pero al mismo tiempo se estimula la competitividad impositiva frente a la producción extranjera.
Y una vieja aspiración de los actores privados: quedará suprimido el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) por rendimientos financieros, ganancias de capital, y capital para inversiones extranjeras. De esta forma, los capitales internacionales no tendrán mayores trabas para asentarse en estas zonas especiales que establece Ecuador, pero al mismo tiempo no hay trabas para que el empresario ecuatoriano saque sus ganancias e inversiones hacia paraísos fiscales, que es la obsesión de los políticos neoliberales.
La franca realidad
La muerte cruzada también mata el valor de los bonos de Ecuador y elevaba hasta el cielo el riesgo país. La reacción de los mercados ante la incertidumbre en Ecuador no se hizo esperar. Los precios de los bonos soberanos de Ecuador se desplomaron entre 3 y 5 puntos porcentuales tras los anuncios de Lasso. La mítica “reactivación económica” está en peligro junto con la “disciplina fiscal” que el gobierno dice aplicar en el país. El diferencial entre los títulos soberanos de Ecuador y los bonos del Tesoro estadounidense alcanzo los 1.877 puntos básicos, el índice de Riesgo País que elabora JP Morgan. Es decir, la desconfianza internacional de los inversionistas en Ecuador sube como espuma, con un salto de más de 800 puntos en comparación con el mes de enero. La crisis de desconfianza en el país sigue tan campante, pese a que no existe riesgo de devaluación por estar el país dolarizado. El riesgo país es el índice de temor que tienen los inversionistas de que Ecuador no pueda cumplir con sus compromisos de pago ante deudas internacionales. La única garantía política es la palabra oficial del gobierno ecuatoriano más debilitado que nunca y condicionado ahora en sus decisiones por la Corte Constitucional.
Al parecer, con la muerte cruzada también se provocó una mortandad de la esperanza en Ecuador. Por su parte, los inversionistas foráneos nos miran con sospecha, y los connacionales confirmamos esa sospecha con nuestro temor ante el futuro incierto. A este paso, con la muerte cruzada, moriremos todos.