Estaba previsto, las elecciones presidenciales de este domingo en Paraguay dieron el triunfo al candidato oficialista de derecha, Santiago Peña, militante del Partido Colorado que ha gobernado durante 70 años el país sudamericano. El político de 44 años, economista y ex funcionario del FMI, se impuso a sus oponentes, el candidato Efraín Alegre de una coalición de centro-izquierda y al futbolista, ex arquero de la selección paraguaya, José Luis Chilavert.
El triunfo de Peña representa la confirmación del modelo neoliberal impuesto por los gobiernos patrocinados por los Estados Unidos en Paraguay, como el régimen del presidente Horacio Cartes, quien gobernó al país bajo un gobierno conservador, a pesar de los conflictos internos y las denuncias de corrupción contra el mandatario que mantienen vigentes las investigaciones contra Cartes en Estados Unidos por hechos indebidos. El resultado ha sido que en Paraguay impera, según el Instituto Nacional de Estadísticas, una situación que mantienen a un cuarto de la población del país por debajo de la línea de pobreza -aproximadamente 1,9 millones de personas-, cifra que aumenta en áreas rurales.
Injerencia norteamericana
En las elecciones del domingo, la injerencia norteamericana fue un factor central. Recientemente, el postulante del Partido Colorado, Santiago Peña, llegó a reunirse con el embajador de Estados Unidos, tras lo cual declaró que, una vez electo, la prioridad de su política exterior estará encaminada a fortalecer las relaciones de Asunción con Estados Unidos, Israel y Taiwan. Paraguay es el único país latinoamericano que reconoce al Taiwan como gobierno.
Esta vez las elecciones en Paraguay no fueron decisivas. Solo estaba en disputa quién sería el nombre a cargo de continuar con el proyecto de sometimiento del pueblo guaraní en manos de los intereses de la Casa Blanca en la región. La injerencia norteamericana en Paraguay se explica por su importancia debido a su ubicación geográfica en el corazón de Sudamérica. Paraguay es el principal enclave estratégico para la influencia estadounidense y su proyección geopolítica en América Latina porque se trata de una zona de especial interés en la “triple frontera”, donde confluyen los territorios de Brasil, Argentina y el propio Paraguay.
Durante la década de gobiernos progresistas en la región, con Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Cristina Fernández en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, Washington buscó afianzar su influencia en Paraguay bajo el supuesto compromiso de “paz, seguridad, estabilidad y fortalecimiento de los valores democráticos”. En 2016, Estados Unidos instaló una base militar en la triple frontera, con el fin de asegurar su presencia en la región.
Se conoce que en territorio paraguayo se encuentra la mayor reserva de agua dulce del mundo, el Acuífero Guaraní, que se extiende por Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay. El objetivo estadounidense no es poca cosa en un contexto de escasez de este recurso. Los Estados Unidos buscan asegurarse el acceso a una fuente de agua que, en el futuro no muy lejano, presentará escases y aprovechar, además, la enorme biodiversidad existente en la región. Considerando la importancia estratégica por sus recursos naturales, no resulta extraña la penetración estadounidense en el territorio y en la política paraguaya. La importancia del país para los intereses estadounidenses hace de Paraguay un enclave estratégico, cuyos resultados de los comicios presidenciales del domingo lo confirman y tienden a profundizar el modelo vigente.