En el contexto público del juicio político parlamentario al presidente Lasso, que ha dado lugar a la actual crisis política que mantiene al país en vilo, no falta las versiones de opinólogos que, con razón o sin ella, emiten juicios de valor y desvalor a favor o en contra de uno u otro interlocutor del debate nacional.
El país dividido entre la culpabilidad o inocencia política de Guillermo Lasso, se debate en un impasse frente al cual ya se están descolando aquellos que apoyaron la candidatura de Lasso, su posterior presidencia y hoy se rasgan vestiduras dispuestos a escandalizarse, en el sentido de mostrar indignación, frente a la actuación presidencial que lo condujo al juicio político que puede llevarlo al cese de funciones en el cargo.
El conductor de programas de opinión, Carlos Vera, recientemente opinó que “el problema principal de este país es el presidente Guillermo Lasso, que él no cambia, que él no entiende, que él no rectifica, que él no se convence de que se ha equivocado en muchas cosas”, y que se trata de “un problema psiquiátrico o psicológico”.
Histriónico, rimbombante, Vera ejecuta un golpeteo de pecho y reconoce su apoyo a Lasso: “Este árbol nació torcido desde el primer día. Yo también empecé a criticar al gobierno que tanto apoyé, porque empezó incumpliendo las promesas que, desde el primer día, dijo que haría (…) pero aún tiene la oportunidad, de muy pocos días, para asumirlo y transformarlo (…) si no le interesa y se va, él tiene Miami, él tiene su banco, él tiene su fortuna, él tiene su familia, nosotros tenemos un solo país y no nos podemos ir”. No sin antes indicar que le ha dicho a Lasso que “ahora tiene un país a su mando y no un banco”.
Vera insiste en desviar la atención a un problema personal, y tampoco entiende y no se convence de que el tema es político. No se trata de argüir locura presidencial, o como señala la Constitución, “incapacidad mental”, conforme el artículo 145: “un presidente o presidenta de la República terminará sus funciones si se certifica con médicos especializados incapacidad física o mental».
En un gesto de cinismo o tardía lucidez, Vera dice lo que dijo. Se trata del político-banquero que él apoyó por odio al correísmo, y no es suficiente el diagnóstico “psicológico o psiquiátrico”, el tema es ideológico. El conductor de programas de opinión, en su momento y en su derecho, apoyó la candidatura y la presidencia de Sixto Durán Ballén, político de derechas y no es presentable desconocerlo. Los afectos y desafectos políticos del comunicador de marras reflejan su formación ideológica y no debería serle traumático reconocerlo.
Vera, de todas maneras, silencia las razones políticas. No reconoce que el “problema” no es la persona, sino es el modelo político y económico que la persona representa en el poder. He ahí otro adlátere en estampida oficial, del abandono del barco que hace agua por los cuatro costados. Dime con quién andas y te diré quién eres y junto a ellos andan millones de arrepentidos que convirtieron al banquero en presidente de un país que, lejos de ser administrado como un banco, tiene necesidades urgentes sin respuesta en la política de un presidente incapaz que pretendió imponer un modelo político y una cultura neoliberal fracasados, sin saber cómo hacerlo y a contrapelo de la historia. Ese es el principal problema de este país.