Por Lucrecia Maldonado
En los últimos días, y dada la calamitosa situación de los servicios públicos en general, algunas voces, oficiales o no, han salido a defender al gobierno de Guillermo Lasso echándole la culpa a… ¿adivinaron? al gobierno de Rafael Correa (el de Lenin moreno como que nunca existió, ya se sabe) ¿pero saben de qué acusan ahora al expresidente? pues de haberlo hecho bien. Así, como se oye: de haberlo hecho demasiado bien y así habernos mal acostumbrado al buen servicio público. Parecería que ellos, en cambio, quieren acostumbrarnos al despropósito a fuerza de repetición. sin embargo, la argumentación que subyace en la defensa de tales asertos no solamente es deleznable: también peca de cinismo y perversión.
El secretario de la administración y ex embajador de este gobierno en el reino unido, Sebastián Corral, ha dicho que el gobierno anterior (al de moreno) nos (mal) acostumbró a sacar el pasaporte en media hora mientras en el reino unido, de donde él viene (como buen ecuatoriano, de la clase que sea, tiene que sacar pecho de sus viajes), se te da una cita para tres semanas después. y circulan además memes en donde se pone en su boca la afirmación de que el gobierno de correa nos acostumbró a vivir en una burbuja en la cual teníamos buena atención en salud, educación, trámites e incluso comíamos tres veces al día… y en todo esto le acolita uno de los ex pelagatos, publicando en Twitter un cuadro del tiempo que tarda en Estados Unidos la obtención del pasaporte.
Son cínicos, pues todos sabemos que pagando 170 dólares el trámite de pasaporte VIP se simplifica bastante, y que también se simplifica mucho si exhibes un apellido rimbombante o una recomendación de ‘arriba’. sabemos, además, que las clases pudientes de nuestro país tienen excelente atención en salud y educación, para poner solo dos ejemplos, pero además, si no les gusta la oferta local pueden irse a estudiar en cualquier parte del mundo, y si enferman pueden irse a tratar en Houston, Memphis o aunque sea en Colombia, pues la tramitación de visas, la compra de pasajes y la hospitalización y hospedaje de familiares en otros países son privilegios que su condición, y sobre todo sus recursos, se lo pueden permitir sin mayor complicación. En esa burbuja solo para ellos permitida, comer tres veces al día es absolutamente normal, y también dejar de hacerlo por cualquier motivo.
El problema es que Rafael Correa, en su tiempo de presidente, promovió que aquella atención privilegiada se extendiera a toda la población, y entonces es cuando les arde. ¿Cómo se atrevió el advenedizo a hacerle creer a la gente que tiene derecho a ser bien tratada en las instituciones del Estado? ¿Cómo osó equipar con alta tecnología a los hospitales públicos y construir escuelas del milenio y colegios réplica para los pata al suelo que tienen que morirse cuando les toca, ni un minuto después, y cuya educación de calidad es un escarnio para los que han hecho el enormísimo mérito de heredar los recursos para podérsela pagar? ¿Cómo tuvo el descaro de abolir la vergonzante institución de la tramitación ilegal protagonizada por mujeres con niños y señoras desdentadas en las puertas del registro civil y la cancillería que nos ayudaba a sentirnos buenas personas y ejercía una suerte de extorsión de baja intensidad?
Cuando Sebastián Corral habla en tono displicente de la mala costumbre que se nos enseñó, cuando menciona con desprecio la ‘burbuja’ de una vida digna, de un trato decente del estado hacia sus mandantes, en realidad muestra el purulento rostro de una clase dominante que se cree con derecho a lo mejor por el mero hecho de existir, y a la que le asusta, le duele y le repele que el estado se ocupe de todos por igual, y no solamente eso, sino que ampare a quienes más lo necesitan, por los motivos que sean. ya no les importa disimular su clasismo ni su racismo. el peor pecado de correa fue pretender igualar los derechos de todos los habitantes del ecuador, y que no solamente las mal llamadas élites medren de becas de gobiernos extranjeros y oportunidades de todo tipo, incluidas no solo la de ser educados y educadas con parámetros de calidad, ser curados con solicitud y excelencia, ser bien tratados, sino también alimentarse sanamente e incluso poder vivir un tiempo aceptable con unos mínimos de calidad y tranquilidad. eso es lo que no le perdonan, que otros tengan lo que ellos y ellas creen un derecho exclusivo de disfrutar y que ni siquiera van a perder si otros lo ejercen.
Esas son nuestras clases pudientes, mezquinas y egocéntricas a más no poder, y capaces de cualquier cosa con tal de mantenerse, ellos sí, en su burbuja de cristal y que nadie, pero nadie, goce ni un centímetro de lo que creen ser para ellos por designio divino.