Por Pablo Salgado J.
Pabel Muñoz López, el nuevo alcalde de Quito, sabe perfectamente lo compleja y difícil que será su gestión al frente de una ciudad a la deriva, sin liderazgo y con preocupantes índices de desempleo, pobreza e inseguridad, por arriba de la media nacional. Una ciudad sin planificación y sin políticas públicas. Sin embargo, tiene muy claro que en su gestión la cultura y los patrimonios no serán temas de «relleno» y asume el compromiso de volver a convertir a Quito en una ciudad de arte y cultura.
Su experiencia en la gestión pública —fue secretario de planificación del Municipio de Quito y del Ecuador, vice[1]ministro y asambleísta— es una fortaleza que, asegura le permitirá no solo cumplir sus ofrecimientos sino devolverle a la capital su condición de ciudad patrimonio de la humanidad: «Si algo he aprendido de la gestión pública, es constituir equipos con quienes más saben de cultura; de lo contrario, el abordaje desde las autoridades es muy superficial. De hecho, las preocupaciones de la ciudad son tan urgentes que cometemos el error de cargarnos de tiempo para esos temas y dejamos por fuera el aspecto cultural, cuando la cultura debe transversalizar los temas que plantearemos en todos los ámbitos». Las expresiones culturales no son ajenas para el nuevo alcalde, quien nació en Quito hace 47 años. De hecho, fue un asiduo consumidor de actividades artísticas; de conciertos, de cine, de cafés y bares culturales. Incluso fue barman en el recordado Seseribó, en donde compartía con actores, bailarines, escritores, cineastas. Y como académico, es un apasionado lector. De ahí que su propuesta es recomponer el Quito vacío y devolverle la vida a través de políticas de fomento que dinamicen la ciudad alrededor de la cultura: «A la cultura, yo la entiendo más allá de las expresiones artísticas. Es decir, es mucho más que cine, mucho más que danza, música o teatro: es al final la forma de entendimiento del mundo y la forma de entender que acompaña los cambios sociales. Y creo que en la Revolución Ciudadana no logramos acompañar los cambios materiales del país con cambios culturales importantes. Y esto nos pasa una gran factura cuando viene un gobierno neoliberal y tumba todos los avances sociales».
Para su administración en la Alcaldía, Muñoz ha estructurado cinco ejes básicos de gestión. Uno de ellos tiene que ver con la cultura: un «Quito intercultural, ecológico, deportivo y entretenido». Para conseguirlo, tiene planificada la creación de nueve Centros Utopías, que son grandes espacios de cultura, de arte, de capacitación y formación, e incluso de deporte: «La idea no es nuestra, es del Municipio de Iztapalapa, en México, que los conocí, funcionan muy bien y los vamos a replicar en Quito. Son nueve porque vamos a crear un Centro Utopía en cada una de las administraciones zonales. Son espacios de encuentro para motivar en los barrios el desarrollo de todas las expresiones culturales». Pero Pabel va más allá y asume, al fin, la necesidad de concebir de otra manera el uso y el acceso al espacio público: «El espacio público tiene que ser visto como un escenario para todas las expresiones artísticas de la ciudad. Yo digo que una potencia cultural puede ser una potencia turística, pero el problema es que existe una ausencia de política pública para impulsarlo y no hay una institucionalidad que lo fomente». Muñoz ha sostenido reuniones con artistas, gestores y funcionarios de las secretarías municipales, y tiene claros los cambios que debe realizar para que su plan pueda ser ejecutado con éxito: «En un centro cultural me decían: es un desastre el ordenamiento institucional; no sabemos quién lleva la batuta ni dónde está la rectoría. Y hemos reducido la gestión cultural a los fondos concursables, con lo que hay una gente que queda contenta, pero un montón que se queda descontenta». Muñoz tiene razón, más aún cuando esa reducida visión del fomento cultural se ha extendido del Ministerio de Cultura a los gobiernos locales: «Se sobrepuso la herramienta a la política pública. Y terminó siendo clientelar».
El reto es entonces construir una herramienta que vaya más allá de lo clientelar. ¿Cómo hacerlo? Muñoz tiene una respuesta: «Lo que tenemos que hacer es sentar las bases estructurales e institucionales para tener no solo políticas públicas para la cultura, sino también un entramado institucional, un presupuesto necesario y suficiente, y finalmente vincularlo a los temas de producción, que es muy importante ya que no debemos caer en la precarización». La gestión municipal está llena de engorrosos procesos administrativos, de impuestos, tasas y trámites que desalientan a emprendedores, gestores culturales y artistas. Frente a esto, Muñoz afirma que se reformará la Licencia Única de Actividades Económicas (LUAE), y las patentes municipales: «Hay que resetear este esquema. Es imposible continuar con esto. Vamos a trabajar con una licencia universal y abarcativa. Las patentes te quiebran, te matan y desestimulan. No puede ser que al sector ya precarizado le pongamos estos elementos adicionales que ni hacen ni dejan hacer. Es el peor de los mundos».
Al alcalde electo le preocupa ese vaciamiento que sufre la ciudad en ciertos sectores como la Amazonas, la 10 de Agosto y La Mariscal que, nos dice, deberían ser reconstituidas como una verdadera «zona rosa» que funcione los 7 días de la semana y las 24 horas del día vincula dos con el arte y la cultura: «Lo mismo con otros barrios, como el de la América, un barrio emblemático de las imprentas; con salas, cafés y teatros, y hacerlo en alianza con el sector privado. O los barrios de los mercados de El Tejar y San Roque. Tenemos en la ciudad un lienzo vacío para pintarlo». Hoy el Municipio es sinónimo del caos institucional. Muñoz lo sabe, y afirma que el cambio será su gran reto como alcalde: «Para poder transformarlo y volverlo eficiente, hay que planificar hacia el futuro: yo me he planteado que sea el 2030 el año en el que miremos a Quito, no porque sea el mejor año sino porque cumplimos 200 años como República y en ese bicentenario hay un gran elemento de memoria, de historia y de identidad». La Secretaría de Cultura del Municipio ha recibido muchas críticas por parte de los gestores culturales y hay quejas constantes por su ineficiencia e incluso por su falta de ejecución, lo que ha generado reiterados pedidos para que se revise su estructura institucional. El nuevo alcalde afirma que así será: «Vamos a reordenar el Municipio de acuerdo con dos principios: la rectoría y otorgar un rol específico a cada una de las instituciones para no duplicar sus roles. Es decir, si la rectoría está en la Secretaría de Cultura, los ejecutores deben ser otros. Y para ello hay muchos implementadores; están los teatros, los museos, las fundaciones, las zonales, por ejemplo. Además, esas políticas deben ser generadas de modo participativo, más aún cuando las visiones de los colectivos culturales son bien distintas, unos están a favor y otros rabiosamente en contraccionar los problemas urgentes e inmediatos, pero al mismo tiempo tenemos que darle un sentido de proyección a la ciudad. Es decir, planificar hacia el futuro: yo me he planteado que sea el 2030 el año en el que miremos a Quito, no porque sea el mejor año sino porque cumplimos 200 años como República y en ese bicentenario hay un gran elemento de memoria, de historia y de identidad».
La Secretaría de Cultura del Municipio ha recibido muchas críticas por parte de los gestores culturales y hay quejas constantes por su ineficiencia e incluso por su falta de ejecución, lo que ha generado reiterados pedidos para que se revise su estructura institucional. El nuevo alcalde afirma que así será: «Vamos a reordenar el Municipio de acuerdo con dos principios: la rectoría y otorgar un rol específico a cada una de las instituciones para no duplicar sus roles. Es decir, si la rectoría está en la Secretaría de Cultura, los ejecutores deben ser otros. Y para ello hay muchos implementadores; están los teatros, los museos, las fundaciones, las zonales, por ejemplo. Además, esas políticas deben ser generadas de modo participativo, más aún cuando las visiones de los colectivos culturales son bien distintas, unos están a favor y otros rabiosamente en contra»
Fuente Revista Rocinante N 173