Por Leonardo Parrini
De niña recortaba poemas de Neruda y Mistral, y formó con ellos un álbum. Su afición la llevó por los senderos de la literatura hasta convertirse en recitadora del barrio en funciones cívicas y redactora de un periódico escolar. Sus inicios literarios no estuvieron exentos de momentos notables como la obtención de diversos premios por sus cuentos El Heredero, El Anillo y El Chiquillo, antologados en 1955 en una selección universitaria.
Su ideario la condujo al exilio en Chile, durante la dictadura militar de 1963, y en ese país casó con el escritor Pedro Jorge Vera, con quien compartió una vida familiar y literaria. En 1983 puso en marcha la Fundación Cultural Manuela Sáenz, a través de la cual se ha convertido en una de las más significativas defensoras de los derechos de las mujeres en su país. Su novela Las alcobas negras (1983) es considerada un homenaje a las luchas por los derechos de las mujeres. Junto a esta obra, comparte la publicación de A 90 millas solamente (1969) Antología Básica del Cuento Ecuatoriano (1987), y diversos volúmenes de cuentos. Su obra fue reconocida en el 2008 con el Premio Nacional Rosa Campuzano, galardón creado ese año para reconocer la labor de mujeres ecuatorianas notorias.
A sus noventa y cinco años, Eugenia Viteri conserva la firmeza de convicciones y la lucidez que la caracterizó siempre para afirmar con decisión: «No me arrepiento de la vida que he tenido».
LP: ¿Qué aspectos recuerda, de manera significativa, de sus inicios literarios?
EV: Bueno, como he dicho siempre, mi interés por la lectura se dio a temprana edad: leí al Grupo de Guayaquil, a Adalberto Ortiz, Jorge Icaza, Nelson Estupiñán Bass. Neruda, Balzac y Dostoievski, ¡en fin! Puedo afirmar que desde ahí vino un gran interés por escribir. Creo que esto sucede con frecuencia, y a pesar del temor que este paso causa tomé la decisión. Me animaron mucho dos profesores de Castellano y Literatura, en el colegio. Posteriormente, en la universidad continué haciéndolo.
LP: ¿Existe una «literatura femenina» característica o solo libros escritos por mujeres?
EV: Creo que la literatura es o debería ser una sola, pero es evidente que se torna indispensable una literatura femenina, como usted la llama, desde donde mujeres escritoras develen la posición postergada, marginada, violentada, de la mujer en la práctica de la vida. Porque no se trata solo de alcanzar logros que incluyan a mujeres, sino de avances que partan de una mirada amplia, equilibrada, desde la cual la mujer se sienta integrada y no añadida de modo conveniente al estatus. Es decir, entiendo lo que usted plantea por literatura femenina como una cuestión de escribir sobre cómo se miran y establecen las formas desiguales e injustas de las relaciones entre hombres y mujeres, entonces es válida.
LP: ¿Qué rasgo de la condición femenina da una particularidad a la literatura escrita por mujeres?
EV: Partiendo de lo dicho, un enfoque de denuncia, incluso testimonial, desde una realidad propia, de una realidad difícil, con perspectivas de comprensión por parte del lector sin caer en el campo de la victimización sino de la demostración de situaciones injustas asumidas como parte habitual, legítima en la cotidianidad, por todos.
LP: Usted ha sido ferviente defensora de los derechos de la mujer, ¿cómo considera que se ha avanzado en esta lucha en el país?
EV: Pienso que se han dado pasos importantes pero que no llegan a conformar un avance efectivo porque es también un tema de conciencia; y esto es muy complicado de conseguir en un mundo lleno de contrasentidos que afianzan las relaciones por las cuales los roles femeninos son tergiversados. Déjeme comentarle que acaban de publicar en España el libro De Besos Arriesgados
(Antología de Relatos Pioneros de Disidencia Sexual), que incluye mi cuento «Florencia, 1977», algo que me ha complacido mucho. Trata de una relación no binaria, escrito cuando en este país eso era peor que hablar del demonio.
LP: Su novela Las alcobas negras (1983) fue dedicada a la mujer, ¿cómo contribuyó este libro a la lucha por los derechos de género?
EV: Bueno, eso solo lo podrá apreciar el público lector. Desde luego, puedo decirle que era para mí una necesidad profunda convertir el libro en una voz del sentir femenino, y sobre todo del entorno que define su situación. Espero haber contribuido en algo.
LP: A propósito de su libro A 90 millas solamente (1969), ¿cómo fue su relación personal y familiar con Cuba?
EV: La Cuba que yo conocí tenía gran presencia, muy positiva y de profundo entusiasmo en el ánimo y la convicción de la izquierda en general. Se vivía un renacer hacia un futuro esperanzador que proponía la construcción de un mundo distinto, se esperaba que la humanidad respondiera de a poco a ese ejemplo, se palpaba que afuera de la isla mucha gente creía en Cuba y en los propósitos que alcanzaría. La juventud cubana se abría a nuevas posibilidades y convocaba a los jóvenes de todas partes, puedo decir que había un involucramiento prácticamente total de la población para edificar su revolución y mostrarla internacionalmente.
LP: Luego de realizar su Antología del cuento ecuatoriano, ¿qué caracteriza a los narradores ecuatorianos de este género?
EV: La antología incorporaba alrededor de 80 autores, tenía un carácter difusivo y también educativo, y ese fue siempre mi empeño. Usted sabe que el cuento es una forma narrativa que puede conseguir una aprehensión profunda, por lo cual la consideré idónea para el cometido. No estoy al tanto de los nuevos cuentistas ecuatorianos, sin embargo, le recuerdo que esa obra incorporó a decenas de narradores jóvenes. En todo caso, me parece que hay en el país gran interés por el cuento.
LP: Usted obtuvo en el año 2008 el Premio Nacional Rosa Campuzano en reconocimiento a la notoriedad de su obra, y diversos otros premios por sus cuentos. ¿Qué significado tienen en su vida los premios?
EV: Ese premio reconocía la labor de mujeres notorias en diferentes ámbitos del quehacer cultural, y tuve el honor de recibirlo de manos del entonces presidente, Rafael Correa. Los premios que he recibido en mi vida significan mucho para mí hasta ahora, son reconocimientos a una labor. Siempre habrá personas que no consideren merecedor a quien lo reciba y sí otro de sus preferencias, pero esas ya son opiniones propias. Los premios son estímulos para continuar un camino, eso no significa que deban servir de pedestales del ego.
LP: Usted dijo alguna vez que «no cambiaría nada de su vida», ¿sigue pensando igual?
EV: Sí, lo sigo creyendo. Las vidas humanas se componen de vivencias, alegrías y tristezas… yo tuve de todas. Creo haber llegado de pie hasta aquí, hasta este momento, y no me arrepiento de la vida que he tenido.
LP: ¿Qué significó la vida para usted junto a su compañero Pedro Jorge Vera?
EV: Exactamente eso, la vida.
LP: ¿Qué opinaba Pedro Jorge de su obra, había algunas sugerencias de su parte?
EV: Bueno, me hacía muchas sugerencias, generalmente de forma. Lo más importante fue que siempre me impulsó mucho a escribir.
LP: Pedro Jorge Vera dejó escrita sus memorias Gracias a la Vida. ¿Qué tiene que agradecer usted a la vida al cumplir 95 años?
EV: Todo.
Fuente: Revista Rocinante N 173