Ecuador no ha formado parte del circuito de grandes eventos cinematográficos, ni como destino de grandes películas, peor aún de aquellos destacados cineastas internacionales. Por eso resulta, por decir lo menos, sorprendente y notable que en el país se publique un libro sobre la vida y obra de Francois Truffaut, director, guionista, crítico y actor francés, iniciador y uno de los principales representantes de la teoría del cine de autor y del movimiento llamado la nouvelle vague, cuya máxima aspiración es la libertad de expresión y la libertad técnica en la producción fílmica. François Truffaut, con una infancia desgarrada y fantasiosa, fue un apasionado de la literatura que se pasaba la vida en el cine. La orfandad forma parte de sus personajes esenciales y originó esa novela familiar que rodea varias de sus historias.
La Venganza de Truffaut, ensayo de Sonia Navarro, presentado en la Alianza Francesa en Quito, es un texto que se adentra en la vida y obra del cineasta francés como un libro testimonial que, en el decir de la editora Sandra Araya, “habla sobre cine como una declaración de amor, es lo que Truffaut hacía en La Noche Americana, filme en el que su personaje dice: “los filmes son más bellos que la vida, no hay embotellamientos, ni tiempos muertos, una película avanza como un tren atravesando la noche, hemos nacido para ser felices con nuestro trabajo, haciendo cine”. Una declaración de principios que, sin duda, tiene que ver con la pasión; y en tal sentido, “el libro no está escrito por un requerimiento académico, sino porque su autora ama el cine y al encontrarse con Truffaut, como cineasta y crítico, está poniendo la ejecución de este amor, está compartiendo un amor”. El libro señala que la obra de Truffaut es un gesto autorreferencial, que “convierte lo íntimo y doloroso en algo universal, en un cine no de acciones sino de relaciones humanas”. El propio Truffaut decía que “mientras más adelantos técnicos el cine fuera adquiriendo, más poesía iría perdiendo”. En el libro su autora hace un análisis de algunas de las más representativas películas de Truffaut, como Los cuatrocientos golpes, La noche americana o El hombre que amaba a las mujeres, no solo como una revisión técnica sino como aquello que Truffaut se planteó en su vida y que Navarro intenta retratar en el texto: el nacimiento de un ser sensible frente a la adversidad, que encuentra refugio en el cine y se entrega totalmente a ese arte en una declaración de amor, según señala Araya.
Juan Martín Cueva, autor del prólogo, enfatizó el carácter autorreferencial del cine de Truffaut, situación que está señalada en el libro de Navarro como una tendencia actual, pero que en su origen fue una innovación cinematográfica: la presencia y defensa del autor. Cueva destaca que el libro no es una obra académica, sino una interpretación muy personal de una autora sobre un autor a quien alude con un enfoque subjetivo, y aquello otorga “un valor muy interesante al libro”. Cueva también mencionó el hecho de que el cine que se hace actualmente en Ecuador “tiene ecos del cine de Truffaut”, en cuanto a ciertas temáticas relacionadas con la juventud y su adolescencia.
La autora, Sonia Navarro, en referencia a su libro señaló que Truffaut no se considera un innovador y su temor era a repetirse, cuyo esfuerzo es hacer películas distintas, sin aplicar siempre la misma fórmula. Truffaut es un creador que se toma la actividad del cine muy en serio, como un niño que se toma en serio el juego, que ordena los elementos a su manera, pero siempre con un grado de seriedad. Truffaut dijo que “hacer cine era mejorar la vida, porque estaba creando un juguete inédito”. Pero además el cine para Truffaut “fue su refugio”, porque desde pequeño escapaba a su desdichada infancia y entraba a las salas de cine para disfrutar de las películas, accediendo a los filmes sin pagar entrada; sus biógrafos dicen que Truffaut vio más de doscientas películas en la clandestinidad, por eso es conocido como “cinéfilo clandestino”.
La venganza de Truffaut, el libro de Sonia Navarro, pone Truffaut en Ecuador como una revelación por descubrir en una suerte de película tan simbólica como la vida misma del creador francés. Con la ventaja de que los cinéfilos de hoy, no tenemos que ser tan subrepticios para disfrutar del buen cine.