El legado de Eugenio Espejo
Eugenio de Santa Cruz y Espejo fue un médico, abogado, periodista y prócer independentista que dejó un legado en cada una de las actividades que desarrolló en su vida. Espejo fue escritor y científico notable que destaca como el polemista que inspiró el movimiento separatista de Quito. Considerado una de las figuras más importantes del Ecuador colonial, fue el primer periodista e higienista de Quito. Como periodista, difundió las ideas de la Ilustración en la Real Audiencia, y como higienista redactó un importante tratado sobre las condiciones sanitarias del Ecuador colonial, que incluía interesantes observaciones sobre los microorganismos y la difusión de las enfermedades. La historia también destaca su visión sobre la importancia de la Educación y su fe en la juventud. En su época, Espejo fue reconocido por su obra literaria satírica que bajo los principios de la filosofía de la Ilustración se burlaba de la carencia de educación en la Audiencia de Quito, el manejo económico de su gobierno, la corrupción de sus autoridades y diversos aspectos de su cultura. Eugenio Espejo fue perseguido y apresado poco antes de su muerte acaecida en diciembre de 1795.
Principios, valores y convicciones
Con motivo de conmemorarse un nuevo aniversario del natalicio de Eugenio Espejo, nacido el 21 de febrero de 1747, el Colectivo Espejo Libertario, bajo la égida y a la luz de los principios que profesó el prócer ecuatoriano, genera una reflexión acerca de principios, valores y convicciones que orientan la visión de la comunicación propuesta a la sociedad ecuatoriana por esta organización periodística.
La comunicación ha demostrado ser un factor de cambio o de preservación de valores ideológicos, culturales, sociales y cívicos que tiene lugar en diversos procesos en la sociedad moderna. En tal sentido, la comunicación formando parte de los aparatos ideológicos del Estado, es un proceso que se concreta, a través de instituciones y empresas mediáticas dedicadas a la formación de opinión pública, en la difusión de noticias y aseveraciones que reflejan el carácter de clase de quienes las emiten.
La comunicación es también un derecho que le asiste a la sociedad. El derecho a expresarse, buscar, recibir y compartir información e ideas sin temor o injerencias. El derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Humanos, que describe sus elementos fundamentales como prerrogativa consustancial a todas las personas. Todo proceso comunicacional requiere de un clima de libertad para fluir adecuadamente. En sociedades de gobiernos autoritarios es prácticamente imposible ejercer el periodismo sin ser objeto de cooptación o represión, como una forma de ejercer su dominio el poder político y económico en su dinámica de consolidarse. La defensa de la libertad de expresión y, por tanto, de prensa, será una labor insoslayable de todo comunicador que aspire a un espacio básico de comunicación con sus públicos.
Como colectivo profesamos valores inspirados en el ideario de Eugenio Espejo. Somos depositarios de claros valores de transformación social, a través del fomento de ideas progresistas en el campo de la política, la economía y la cultura, en la perspectiva de la creación de una sociedad más justa e incluyente. Valoramos el derecho de la ciudadanía al acceso a la información, conocimiento, intercambio de ideas y a formar su propia opinión. En tal sentido, entendemos la labor profesional como didáctica en la formación de audiencias en capacidad de expresar una opinión propia, fruto de una dinámica analítica y crítica de la realidad nacional e internacional. Creemos en el compromiso con la verdad, entendida como la percepción, análisis y difusión objetiva de los hechos que conforman la noticia o la opinión, con el propósito de fomentar la práctica de una comunicación social responsable, alejada de las expresiones improvisadas, sin responsabilidad previa ni ulterior.
Creemos en la diversidad informativa como expresión democrática de la comunicación, por ello promovemos un periodismo con contraste de fuentes, solventes y verificadas. La diversidad en la unidad es nuestro principio de acción que propicia la transformación social hacia un país más justo, incluyente y democrático.
Con la irrupción de las nuevas tecnologías y la era digital, en la actualidad la práctica del periodismo ha cobrado una dinámica con nuevos desafíos frente a la sociedad, generando diversas tendencias para acercar a los ciudadanos a inéditas formas de la comunicación digital, cuya principal característica es la inmediatez y la participación a distancia que conecta y acerca a los diferentes sectores de la sociedad por los entornos online y redes sociales. Estas nuevas corrientes y formas de comunicación, enfrentan riesgos como las noticias falsas o fake news, que circulan sin el suficiente respaldo y verificación, lo que genera confusión y falta de credibilidad. En nuestras convicciones profesamos la idea de que la comunicación debe contribuir a la generación de opinión pública y formación de audiencias, bajo el imperativo de trabajar para la comunidad en la defensa de los derechos humanos y el enriquecimiento cultural.
En base de los valores antedichos, consideramos que se puede lograr una paulatina participación ciudadana activa en los procesos comunicacionales del país. En esa tarea nos pronunciamos por fortalecer los mecanismos institucionales necesarios de dicha participación, para que se verifique históricamente como un proceso de democratización de la comunicación.
Sin comunicación no hay democracia y viceversa
La democratización de la comunicación es una aspiración, una utopía posible que se debe defender. En el terreno de la comunicación social se posicionan, de manera hegemónica, formas dominantes de la cultura y las ideas, que influyen sobre las percepciones de los ciudadanos y, por ende, sobre el desarrollo de nuestra sociedad. Para asegurar el consumo de ideas y productos, el sistema capitalista ejerce control sobre la sociedad, utilizando como instrumento a los medios de comunicación, sean estos tradicionales (radio, prensa y televisión), o pertenecientes a la nueva era de las tecnologías de la información (medios digitales).
En Ecuador, la hegemonía comunicacional tiene directa relación con la propiedad de los medios de información. De un total de 1.500 medios informativos existentes, al menos el 90% pertenece al sector privado, un 6% a sectores comunitarios y 4% al sector público. UNESCO considera que este predominio del sector comercial privado en la comunicación, es lo que históricamente ha limitado el pluralismo social, alejando a los medios de la sociedad y a ésta de aquellos.
Los medios privados orientan su gestión en una finalidad de lucro, desde una lógica comercial, que se comprende a partir de dos consideraciones: la primera, estos medios poseen una estructura empresarial que los lleva a adoptar rutinas productivas para la elaboración de programas, con formatos direccionados, a lograr una venta o a captar un mercado. La segunda, alude a la construcción de públicos y audiencias, que es un trabajo constante que realizan los medios comerciales con la finalidad de buscar consumidores pasivos, evitando las audiencias críticas. Sin embargo, no basta con satanizar al sector privado de la comunicación para entender el complejo mundo de la comunicación masiva; sus razones de ser y existencia son legítimos, siempre y cuando su presencia en el escenario mediático sea equilibrada y no atente contra los principios universales de diversidad y pluralismo social, necesarios para la existencia de una real libertad de expresión. Ecuador requiere de políticas que permitan la creación y la sostenibilidad de diversos medios de comunicación públicos, alternativos y comunitarios.
Democratizar la comunicación implica mucho más que redistribuir frecuencias. La sostenibilidad económica de los medios existentes siempre condiciona su capacidad operativa. Además, considerando que allí ejercen el oficio y la profesión comunicadores, periodistas, escritores, sonidistas, camarógrafos, entre otros, también está en juego su situación laboral y desarrollo personal. De igual manera, está en juego la calidad de la información que reciben los ciudadanos.
La comunicación es un derecho humano que permite que todos, y de modo universal, podamos expresarnos, acceder al conocimiento y ser gestores de nuestros propios contenidos, a través de lenguajes y medios diversos. Este derecho implica la participación de las comunidades, para activar dinámicas que alienten su autoexpresión y fortalezcan sus propios sistemas de información y comunicación. Para democratizar la comunicación es indispensable generar espacios de análisis, debate, producción y difusión de pensamiento sobre el tema, mediante el uso de recursos que están dentro de las posibilidades que ofrece la coyuntura y a partir de los hechos que ésta genera en medios tradicionales alternativos y digitales.
La libertad de expresión
La libertad de expresión es un derecho inherente a todo ser humano y vehículo que permite su expresión de intereses, necesidades, anhelos, ideas y sentimientos. La libertad de expresión supone la práctica de un espíritu crítico y la libertad intelectual, para lo cual es indispensable la difusión de este derecho, sin cuyo ejercicio es prácticamente imposible que la ciudadanía se informe y exija a las autoridades una adecuada rendición de cuentas limitándose, a su vez, la visión del mundo, según se señala en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
La libertad de expresión es el derecho fundamental que tienen las personas a decir, manifestar y difundir de manera libre lo que piensan o sienten, sin por ello ser hostigadas, por tanto, se trata de una libertad civil y política que caracteriza a los sistemas democráticos y resulta imprescindible para el respeto de los demás derechos. La libertad de expresión es una manifestación real y concreta de otra libertad esencial para la realización personal y colectiva de los seres humanos: la libertad de pensamiento. Estas libertades devienen en la libertad de prensa, entendida como el derecho de los medios de comunicación -tradicionales y digitales- de investigar, informar y difundir informaciones sin ningún tipo de limitaciones.
Una de las formas más graves de coartar la libertad de expresión es la censura previa, que implica impedir a los medios difundir determinados contenidos, que es distinto a la responsabilidad ulterior que implica enfrentar las consecuencias por lo publicado. La importancia de la libertad de expresión radica en que permite el intercambio de ideas y la libertad para difundirlas, lo cual promueve el conocimiento y crea sociedades más democráticas.
El derecho a la libertad de pensamiento y de expresión está determinado por factores estructurales que inciden en su ejercicio, como la Educación, la Cultura, el Trabajo, el acceso a la Información y la participación social, así como el ejercicio de los derechos civiles y políticos. El actual desarrollo científico tecnológico es un condicionante de la libertad de expresión, debido a la asimetría socioeconómica de la sociedad. Los poderes fácticos hegemónicos, propietarios de los medios de comunicación y de la tecnología, ponen estos recursos al servicio de la defensa de sus intereses clasistas, por eso resulta estratégico que los sectores democráticos y progresistas desarrollen medios propios y tecnologías amigables que les permita ejercer el derecho a la libertad de expresión.
La comunicación como enseñanza-aprendizaje
La comunicación es un invalorable espacio de enseñanza y aprendizaje. El comunicador y el maestro cumplen igual función: educar a sus audiencias, con la diferencia de que el maestro se dirige a un público homogéneo y cautivo, mientras que el comunicador tiene un público heterogéneo y disperso. Eso le obliga a descubrir sus audiencias.
Se sabe que los comunicadores enseñan, pero al mismo tiempo aprenden y retroalimentan conocimientos y experiencias humanas, mediatizadas por sus propios puntos de vista particular, más allá de su propia voluntad. En este proceso deben aprender a reconocer sus audiencias y públicos, de los cuales son intermediarios.
Esto es insoslayable puesto que la comunicación es un fenómeno cambiante. En la llamada posmodernidad, la comunicación social experimenta los cambios más sorprendentes, haciendo que se transforme el modo de interpretar la realidad y las formas de transmitirla. Hace algunos años el “mediador”, formaba parte de una “empresa periodística”, y de acuerdo a la división social del trabajo, era en esencia el que contaba con el beneplácito del sistema para dar cuenta de los sucesos. Ese contrato social implícito llevó a las empresas y a las corporaciones a producir la llamada “agenda setting”, elaborada en las salas de redacción, en despachos empresariales o en cenáculos políticos, para lograr que el público asuma esa “agenda” como si fuese propia. También de esos pequeños y poderosos círculos ha dependido conocer o no toda laya de sucesos.
Bajo estos condicionamientos, los medios impresos, una vez que surgió la imprenta, se convirtieron en mecanismos de transmisión de ideas, capaces de servirles a los procesos políticos. Estos fueron creados para ideologizar, con una ventaja para las audiencias: la mayoría de esos medios tenía una muy definida identidad política: conservador, liberal, socialista, etc. Esa franca identidad permitía al lector entender desde dónde se emitía el mensaje, cualquiera que éste fuera y sin engaños. Por su parte, el sistema capitalista hizo que los medios fueran utilizados, ya no solo para divulgar ideas políticas, sino -sobre todo- comerciales.
En la actualidad, la tecnología potenció la aparición de redes y dispositivos donde se transmiten mensajes escritos e imágenes en vivo en la difusión de contenidos que desplazan a los medios convencionales. Los “mediadores” profesionales viven momentos críticos, surgieron billones de improvisados mediadores y medios que requieren de pocos recursos para dotarse de elementos que les permitan enlazarse con sus pares y disputar imaginarios con sus antagonistas.
Esta realidad supone el desafío del aprendizaje constante. Ante ese panorama, es necesario reivindicar la necesidad de ser escuela, para que los profesionales de la comunicación jueguen un rol de maestros y aprendices, para que desde esa condición de comunicadores reconozcan en los ricos mecanismos de la enseñanza, nuevos paradigmas de la comunicación y sus usos específicos. Al empoderarse de las tecnologías podrán emplearlas en los actos concretos de su ejercicio profesional y de su vida misma.
Es pertinente anhelar una escuela que interactúe con la sociedad en general y con otros hombres y mujeres dispuestos a construir un mundo socialmente justo y equilibrado. Una escuela abierta a las nuevas sensibilidades políticas y sociales, para descubrir, interpretar e interpelar al otro, en busca de los enfoques colectivos que dinamicen los cambios de la sociedad de hoy. Debe ser una escuela para formar y para sumar, haciendo un uso correcto de las nuevas herramientas de la comunicación.