Por Xavier Lasso*
Dar batalla, sí podemos darla, desde las ideas, desde nuestra finitud, sin exhibir cañones, pistolas y fusiles.
Cuando un presidente, desde su posición de poder y además exaltado, sin atisbos de humildad, dice dará batalla, la cuestión cambia, se vuelve verdadera amenaza.
Él amenazará a las ideas precisamente, querrá aniquilar nuestros pensamientos y, de ser necesario, hasta el humano pasar. Creo que no ha reparado que está jugando con fuego. Creo que aún no se ha dado cuenta que no le está hablando a sus subalternos en el banco; tiene que tomar conciencia que sus palabras deben ser rigurosamente escogidas porque al frente tiene a ciudadanos, hombres y mujeres, sus receptores, no sus empleados, peor sus súbditos.
Esto pasa porque todo luce como si despreciara lo público, producto de la enorme ignorancia que padece, como si el mundo solo se explicara en la pequeñez de sus intereses materiales y su inconmensurable afán de acumulación, explotación.
Dará batalla, lenguaje guerrerista, paradoja en medio de una fragilidad que sí vemos desde afuera. Gestos, mucho histrión plano, que no seduce, carente de empatía, con bromas bastante grotescas, sobre todo por utilizar, en ese fallido afán, a niños y adolescentes que nunca comprenderán lo que ese rostro, repleto de inseguridades, intenta comunicar fingidamente.
Dará batalla, aunque ayer ofreció paz. Queda claro que todo era un discurso sin sustento. ¿Cuándo, por ejemplo, dio la cara para asumir seriamente su enorme derrota del 5 de febrero infligida por el pueblo?
Los escándalos de corrupción han dejado una herida expuesta y no ha habido serio intento de sanación. Y, lo que ha sido aún más devastador, es la actitud de sus acólitos, en los medios, sobre todo. No vayamos hasta el fondo de ese oscuro hoyo porque, quién sabe, nos espere un futuro peor. Sí, porque ellos no se conmueven ante el abandono en el que viven el día a día los más vulnerables. Ya no hay que exponer la cloaca, debes saber que la verdad tiene que ser administrada, sí, como en la guerra, porque el estado de propaganda, fascismo puro y duro, nos permitirá seguir engañando, sin atender nuestros problemas: educación, salud, desarrollo humano.
Una sociedad que sabe tratarse bien, porque reconoce al otro, tiende a eliminar la inseguridad, bajar las acechanzas del crimen organizado -el capitalismo todo lo organiza- y nos ofrecerá un vivir amable, no esta descomposición que ni las vírgenes más santísimas podrán colorear.
Bueno sería otro momento; bueno sería que no nos mientan, que confrontemos ideas, que los intereses personales no arrasen todo, que podamos hacer pactos básicos, sin engaños, sin traiciones, con lo social y lo público por delante, única manera de tener proyecto. Bueno sería.
*Comunicador, Cientista Social, Analista político, hermano del Presidente de Ecuador.