El trovador cubano Silvio Rodríguez se desdobla y habla de sí mismo, y de la manera de ser artista: “aunque antes era Silvio Rodríguez también, pero ese otro Silvio que apareció después que empecé a tocar la guitarra; a veces hice cosas para que lo odiaran, pero como me gustaba tanto el oficio de hacer canciones tuve que compartir la existencia con él, y hemos acabado llevándonos bien”.
El cantautor no se ve a sí mismo como un artista extraordinario, sino como un hombre común y corriente, con vivencias cotidianas y una conciencia de vivir la vida como cualquier ser humano: “El artista lo ven otros, yo no veo el artista, yo veo la persona que soy que se ha acostumbrado a hacer una serie de cosas, que lleva una vida normal, nada extraordinaria, que se levanta a distintas horas, hace las cosas que hace cualquiera, y se va a su trabajo y trabaja y regresa y comparte su vida con su familia, con su esposa, con su madre, con sus hijas, con sus animales que juega, la mía es la vida de un hombre no es la vida de un artista».
Su conocimiento de la vida, su conciencia, dice, fue un proceso gradual del que fue aprendiendo a medida que vivía y sobrevivía: “He sido consciente de las cosas a lo largo del tiempo, por suerte toda la conciencia no me llegó de un golpe porque me hubiera aplastado, ha sido poco a poco, y eso me ha ayudado a sobrevivir.
Formó una familia con quien descubrió el amor cuando conoció a su esposa durante una grabación de la canción Ojalá, ella era aun una adolescente, la grabación produjo y no volvieron a verse sino después de un tiempo en otro país, y esa noche cenaron, hablaron y nació una relación que ya dura años marcada por los afectos: “Tengo dos hijas y cinco varones, dicen que los hombres nos inclinamos más por las niñas, pero a mí me gustan todos mis hijos. Los hijos suelen ser más o menos diferentes, pero uno los quiere igual, algunos con más contradicciones, algunos son más rebeldes, algunos son más cariñosos, mis hijos son todos cariñosos”.
Acerca de sus canciones
Las canciones ya no son suyas, Silvio Rodríguez considera que no son estrictamente su propiedad. Cuando escribió Un disparo de Nieve, aquello fue un invento de alguien como una broma y la frase quedó en el imaginario de la gente: “Ese es uno de los extraños vicios que ha creado la web, que cualquier idea por tonta a veces que sea, se crea una cadena con eso y la gente la sigue. Es que la gente ya cree lo que quiere, yo no sé ni para qué me pregunto, mucha gente ya tiene sus ideas hechas, y aunque se les diga la verdad, yo creo que la gente va a creer lo que quiere creer».
Algunas de sus canciones surgieron fortuitamente, como El unicornio azul, cuya letra no salió con facilidad y el autor considera que, como aquella, muchas de sus canciones fueron cosa del momento: “Tenía una música y no me salía la letra y entonces empecé a escribir mi unicornio azul ayer se me perdió, es la verdad, aunque duela es la verdad, si para ti es otra cosa, disfrútalo”.
El artista reconoce que tiene muchas grabaciones caseras imperfectas, sin la calidad que pudieran haber tenido, porque fueron hechas como un recordatorio: “son grabaciones caseras para que no se me olvidaran, y creo que muchas de esas grabaciones, se van a quedar imperfectas, hay muchas de esas canciones que no vale la pena que regrese a ellas».
No obstante, son canciones reconocidas por el público, a las que ya no puede introducir modificaciones: “Si regreso a ellas y le cambio algún acorde o alguna palabra, la gente se va a encabronar. Si hago eso, me dicen que esa canción no es así, la gente manda sobre mis canciones yo no, aunque parezca increíble ya no son mías, ni siquiera son mías las que no terminé».
En esa desaprensión, Silvio cuenta que muchas de esas grabaciones caseras fueron sustraídas de su casa por gente que lo visitaba y se dieron a conocer de ese modo: “La gente iba a mi casa y sustraía esos casetes y las canciones quedaron así. Las que yo considere que vale la pena regresar a ellas, regresaré a ellas porque tienen valores y si no, no, aunque parezca increíble”.
Este es el otro Silvio Rodríguez, el artista con aspectos de su creación hasta ahora desconocidos. Un hombre que, convirtió su amor por la vida en batalla por el ser humano, y su lucha en un acto de amor, como reza su canción cuando propone: Debes amar la arcilla que va en tus manos. Debes amar su arena hasta la locura. Y si no, no la emprendas que será en vano. Sólo el amor alumbra lo que perdura. Sólo el amor convierte en milagro el barro. Sólo el amor alumbra lo que perdura…