La política criolla no deja de mostrar un flanco de innobleza que causa, por decir lo menos, estupor nacional. Los dos conspicuos representantes de la derecha ecuatoriana, ambos derrotados en las elecciones seccionales y referendo del 5 de febrero, Jaime Nebot y Guillermo Lasso, dan muestras de ser, además, malos perdedores. Incapaces ambos de mostrar ante el país un elemental sentido de autocrítica y análisis del porqué de la debacle electoral de sus partidos, se enfrascan en un deplorable round de ataques personales donde salen a relucir sus odiosidades intrascendentes frente a los graves problemas que acosan al Ecuador.
Preocupado el señor presidente de los testículos y del color del pelo de Jaime Nebot, otrora su compadre político y adlátere electoral socialcristiano, dijo que éste “no tuvo huevos para ser candidato y ahora que se quedó en su casa, pues, tiene una envidia y celos que se dedica todo el día a cranear cómo desestabiliza la democracia ecuatoriana»”. Aludiendo a Nebot dijo que hay “muchos políticos que hasta se pintan el pelo para que no se le van las canas”.
Nebot sacó de la chistera una artillería de frases de ataque personal y respondió: “Un Ecuador desprestigiado y a la deriva, y usted hablando de pintura… Píntese de Presidente que, por no serlo, está muy descolorido y casi desaparecido”. Y agregó: “Conceptualmente, es un dinosaurio que representa la injusticia económica”. “Por último, más que conseguir ministros, consígase un bozal. Su boca incontrolable, por la que expresa su ninguna inteligencia emocional, es el gran causante de su desgracia y de la del Ecuador”, concluyó.
Pobre debate político
Un humilde hombre de la calle comentando este espectáculo me decía: “señor, por eso estamos como estamos, mal en el país, porque los políticos que nos quieren gobernar son ricos en sus bancos, pero pobres en sus ideas”.
La expresión popular incita a reflexionar acerca del paupérrimo debate de los políticos tradicionales, de esa derecha inculta, arrogante y pretenciosa que deposita su dinero y en su dinero deposita alcurnias sociales con las que desprecian al otro y se deprecian entre sí.
Nebot y Lasso son a la postre los delfines, cortados por la misma tijera, de una clase oligárquica costeña que ha querido imponer su modelo, ideario y privilegios durante décadas en el país. El uno, incapaz de ser candidato, y el otro, incapaz de ser presidente.
Sumadas las incapacidades, estamos como estamos, a la deriva como país, sin proyectos ideológicos, es decir, sin iniciativas porque la bronca al interior del bloque oligárquico trata de testículos y pelos teñidos y no de soluciones a los problemas nacionales.
Este es un segundo round en la rencilla inoficiosa de los ex compadres electorales, cuya ruptura data del 2021, poco después de que Lasso asumió la presidencia. Peleados los compadres, se olvidan que a los ojos del pueblo son corresponsables de la actual situación de crisis nacional, puesto que ambos suscribieron un programa político neoliberal alejado de la solución a los problemas nacionales, que Lasso puso en práctica en una gestión de gobierno a espaldas de la ciudadanía. El político guayaquileño, líder del Partido Social Cristiano (PSC) reconoce que apoyó a Lasso «porque pensábamos que no debía volver el correísmo; pero el señor incumplió todo lo que prometió en Campaña, es un mentiroso». Eso es todo aquello que los anima: el odio político.
Ahora que el correísmo volvió recompuesto y triunfador en las elecciones seccionales, los derrotados muestran que son malos perdedores. La mayoría silenciosa que dio el triunfo a la tendencia reformista debe exigir un debate político de altura, y acallar con argumentos a la minoría bulliciosa que saca sus raídos trapos al sol.