La política requiere de otros dones, además de los factores objetivos y subjetivos de los que hablaba Vladimir Lenin. Estas suelen ser las condiciones políticas y sociales objetivas que determinan las contradicciones del sistema históricamente verificadas en una formación social, propicias para su transformación, por un lado. Y por otro, la conciencias y voluntad política de los colectivos ciudadanos organizados para impulsar y realizar los cambios sociales.
A estas condiciones, objetivas y subjetivas, bien vale sumarles la definición ideológica, lealtad, consecuencia y valentía, como valores de la política. A su vez, habría que sumar la memoria colectiva a la que apelan los políticos cuando quieren que los pueblos retengan y conserven en su acervo cultural una determinada interpretación y versión de los hechos históricos.
Sin embargo, en la posmodernidad cuando la racionalidad parece diluirse en comportamientos humanos puramente emocionales, la inteligencia colectiva emerge como una respuesta plural de conglomerados ciudadanos en capacidad de convocarse y aglutinar en función de un mismo norte. Las condiciones objetivas en Ecuador están dadas por las contradicciones que llevan a la crisis del sistema socioeconómico neoliberal y las subjetivas por la conciencia y voluntad popular de cambio. Las condiciones subjetivas son instancias donde todo depende de la conciencia de clases, de la voluntad consciente del proletariado y del conjunto de la sociedad.
La racionalidad plural
Discriminar entre engaño y veracidad, cuando mentira y verdad suelen ser caras opuestas de la misma moneda en una unidad de contrarios, es posible gracias a la inteligencia colectiva como un proceso racional propio de las colectividades, en un momento histórico determinado, que le permite colegir respuestas a las exigencias de su entorno político, social y económico. Esta inteligencia dio paso a que el pueblo ecuatoriano no se deje sorprender, engañar por una constante campaña mediática de afirmaciones, falsas informaciones y odiosas intenciones políticas que, en su momento, acuñó el morenato y con su sucesor, llamaron a descorreizar el país. La crisis política y social a la que condujeron al Ecuador las políticas neoliberales de ambos gobiernos, marcaron la pauta para la reacción popular que se expresó colectiva e inteligentemente en las urnas el 5 de febrero.
La inteligencia colectiva surge de la colaboración de muchos individuos, como en una colmena de abejas que, a diferencia en los humanos es reflexiva y volitiva y supera lo instintivo. En pocas palabras, el término inteligencia colectiva, acuñado por Pierre Levy, viene a decir que en la era de la información, el saber de los demás también es nuestro saber y viceversa. Según Pierre Levy, la inteligencia colectiva “es una inteligencia repartida en todas partes, valorizada constantemente, coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización”.
Aquí usamos metafóricamente el término inteligencia colectiva para referirnos a lo que pudiera definirse como la cualidad plural de los seres humanos para acceder a conocimientos, razonamientos, sentimientos y acciones comunes, en función de un mismo objetivo. Esa inteligencia subyace a los planteamientos individuales que pueden caracterizarse por cierto mutismo o autocensura en la expresión política, por ejemplo. Entonces, es allí donde surgen las mayorías silenciosas, categoría política que hace alusión a esa opinión que no se manifiesta de manera explícita y consuetudinaria por temor o inhibición. Algunos le llaman, electoralmente, voto vergonzante que se decide en un momento dado como definición política, pero que solo se expresa en las urnas durante las elecciones.
El voto vergonzante de las mayorías silenciosas es inversamente proporcional a la democracia. A menor democracia, mayor silencio mayoritario en una sociedad política. Durante las elecciones seccionales de febrero 5, el voto vergonzante se expresó en la decisión de las mayorías silenciosas que, consensuadamente, rechazan el régimen vigente. Es así que la Consulta Popular fue un plebiscito en contra del gobierno; no solo un llamado de atención para corregir ciertos detalles de una mala gestión, como cree el presidente Lasso, sino un ultimátum para un cambio. Caso contrario, la mayoría silenciosa revocaría el mandato delegado en su persona y su gobierno.
¿Qué es lo inteligente, colectivamente decidido? Dejarlo gobernar los dos años que restan a su gestión para que, bien o mal corrija o reitere sus errores y en el 2025 darle un contundente estátequieto político y ganar la presidencia de la República. Fácil decirlo, complejo ejecutarlo.
Las condiciones objetivas están dadas, pero hay que desarrollar el factor político subjetivo que pasa por una condición sine qua non: la unidad de todas las fuerzas ciudadanas que están por un cambio social. Ese es el reto del correísmo: establecer, por fin, una correcta política de alianzas con los sectores del indigenismo y del sindicalismo ecuatoriano. Es decir, colectivos organizados en torno a la defensa de sus intereses sectoriales. El movimiento indígena tiene específicas reivindicaciones étnicas vinculadas a su cultura, tradición, territorialidad y experiencia histórica que, frente al imperativo del cambio social, no son suficientemente representativas de toda la sociedad ecuatoriana, porque somo un país mestizo, plurinacional e intercultural. La clase trabajadora tiene derechos y reivindicaciones clasistas propias, que van más allá de lo étnico e incluyen al conjunto de la formación social ecuatoriana capitalista porque todos, de una forma u otra, somos objeto de explotación laboral. El correísmo como expresión política de clase media y popular, debe saber incluir en un proyecto político nacional estas realidades en una gran unidad en la diversidad. La inteligencia colectiva expresada por el pueblo ecuatoriano en las urnas el 5 de febrero dio paso a las condiciones y el mandato histórico para verificarlo.