Cuando los socialcristianos adoptaron el apelativo de madera de guerreros, seguramente estaban pensando en las cualidades de ese elemento natural, renovable y reciclable. Cualidades que hoy la política y sus resultados electorales, habrán de reclamarles por ser de mucha utilidad. Renovarse en política es una cualidad sine qua non para quien anhele mantener vigencia. Y el Partido Social Cristiano (PSC), luego de 31 años administrando la ciudad de Guayaquil como su bastión natural sintió echar raíces y rendir frutos entre los guayasenses con un modelo de gestión que autocalificaron de “exitoso”. Reciclable, otra cualidad de la madera que permite a todo ente bajo ciertas condiciones de existencia ser reutilizado para la generación de otro, habría de servir al PSC para dar paso a nuevas realidades políticas.
¿Logró el socialcristianismo renovarse en el tiempo y reciclarse para dar paso a renovadas expresiones de la política?
Esa es la pregunta clave que deben responder para explicar, de algún modo, la derrota electoral en su reducto natural, su feudo social y su bastión político, la provincia del Guayas. No es aceptable que los guayaquileños hayan dicho no al PSC de la noche a la mañana, aquello es un proceso que data de años y que no percibieron a tiempo. Para algunos observadores, al PSC se le agotó el modelo que, con éxito o sin él, ya no respondió a las demandas contemporáneas. Desde otro punto de vista, el apoyo socialcristiano a la candidatura que dio lugar al triunfo de Lasso a la presidencia pasó onerosa factura al partido de los guerreros de madera.
Sin embargo, aquel apoyo tiene sus antecedentes. El PSC y el movimiento CREO, tienda política de Guillermo Lasso, tienen en común el denominador de representar a la rancia oligarquía costeña que, durante algunos años -desde antes del “retorno a la democracia” en los años setenta-, mostró capacidad de movilizar a las fuerzas conservadoras del país tras un modelo oligárquico de economía social de mercado, según su propia declaración de principios inspirados también en reflujos eclesiásticos. Fundado el Movimiento Social Cristiano en 1951 por Camilo Ponce Enriquez y Sixto Durán Ballén, éste se convirtió en partido político en 1967, llevando a la presidencia a sus fundadores en los años 1956 y 1992, respectivamente, aunque Durán Ballén fue elegido por el Partido Unidad Republicana. El PSC concretó su tercera presidencia en el poder con León Febres Cordero, elegido presidente de la República en 1984.
Desde aquellos años, el PSC tiene gran protagonismo en el Parlamento ecuatoriano llegando a mantener la presidencia del organismo por varias ocasiones situación que tocó a su fin en el 2006 por diferencias entre Febres Cordero y Jaime Nebot, considerado en ese entonces el delfín político del viejo ingeniero mecánico. No obstante, el PSC tuvo la capacidad de poner en la alcaldía de Guayaquil a León F.C. en el 2009, luego de perder presencia nacional convirtiendo a la ciudad en su bastión natural. Desde entonces mantuvo el control de la Alcaldía durante 31 años ininterrumpidamente, incluido el ascenso de Jaime Nebot como edil en el año 2000 hasta mayo del 2019, fecha en la que el socialcristianismo puso de alcaldesa a Cynthia Viteri. Fueron años de gestión con predominio de acciones políticas autónomas y negocios privados que buscaron el predominio de Guayaquil como polo de desarrollo ecuatoriano, llegando incluso Nebot a proponer un modelo federal para el país con fuerte autonomía guayasense.
Esta hegemonía del PSC en su feudo político guayaquileño se ha roto en las elecciones seccionales de 2023. Las explicaciones de un hecho para muchos considerado sorpresivo, no tiene mucho de sorpresa si se sigue el curso de los acontecimientos que lo anteceden. Cuando en el año 2019 Cynthia Viteri se convirtió en alcaldesa de su ciudad natal puso en vigencia un estilo de gobernanza amparado en el “modelo exitoso” heredado de Nebot, pero con ingredientes propios de su personalidad díscola, al punto de que en plena pandemia cuando los muertos aparecían en las calles en la ciudad de Guayaquil, la edil protagonizaba episodios polémicos como la invasión de la pista del aeropuerto de la ciudad con vehículos municipales, mientras los hospitales colapsaban y los cementerios no daban cabida a los fallecidos por el virus. Guayaquil se convertía en una de las ciudades más golpeadas por la pandemia en el mundo y las autoridades locales y centrales no daban respuesta a la altura de las circunstancias.
Las insuficiencias políticas de la alcaldesa socialcristiana condujeron a la ciudad a una indisimulada crisis social, con diversos problemas en las áreas de salud, educación, transporte, servicios básicos y seguridad, problemas frente a los cuales mantuvo una permanente beligerancia con el gobierno central.
Las elecciones presidenciales del 2021 obligaron a la derecha a recomponer fuerzas en alianzas locales y nacionales. Es así que el PSC, luego de constantes roces por la hegemonía de la tendencia, confiere su apoyo electoral a la candidatura de Guillermo Lasso en un pacto entre gallos y media noche que duró menos de lo que canta un gallo. Sin embargo, esta decisión marcaría el destino político de ambos aliados. Lasso mostró inconsistencia en sus acciones e incontinencia en su palabra y rompió con el PSC, un pacto calificado de “acuerdo del anti-correísmo”, que buscaba exclusivamente impedir la llegada al poder del progresismo. Conseguido el objetivo a los pocos días el pacto terminó en ruptura, pero había dejado huellas.
Explicando lo inexplicable
Como epílogo de esta historia y corolario de la misma, el PSC sufre una estrepitosa derrota electoral el domingo 5 de febrero del 2023. Pese haber conseguido captar 35 alcaldías y 4 prefecturas menores, según sus cálculos, perdió la Prefectura y Alcaldía de su bastión principal: la provincia del Guayas y su capital, Guayaquil. La derrota fue significativa en los hechos y en las cifras cuando el candidato de la Revolución Ciudadana superó por más de 10 puntos porcentuales de ventaja a la alcaldesa Cynthia Viteri que buscaba confiada la reelección.
El presidente nacional del PSC, Alfredo Serrano, ensayando una explicación de lo inexplicable señaló que la derrota se debe porque “hubo equivocaciones en la administración municipal y en la campaña electoral”, sin extenderse en detalles de cuáles fueron esos equívocos. Además, reconoció que “tuvimos que apoyar a Lasso a la presidencia para evitar que el correísmo retorne al poder”. Sin rubor también aceptó que en su partido hay chimbadores que él llama “ambiciones desmedidas”, que llevaron al PSC a una evidente división interna. Sin embargo, las encuestas señalaban todo lo contrario a una eventual derrota electoral, y los dirigentes socialcristianos confiaron en lo inconfiable.
Serrano añade una opinión discutible: el correísmo sacó en votos lo que siempre saca. No admite el avance cualitativo de esa tendencia en Guayas y en el resto del país, que tiene expresión cuantitativa importante. Serrano se jacta de que el PSC es la segunda fuerza política después del correísmo, y asegura que su partido “sin ninguna duda, vamos a recuperar ese espacio perdido”. Y se permite, no obstante, una conclusión final: no hay que hacer alianzas con oportunistas y chimbadores. Congruente con esa conclusión, dice que no atenderán al llamado de Lasso “buscando un gran acuerdo nacional”, porque “no creemos en la palabra de Lasso, siempre hace este tipo de llamado cuando tiene problemas, no creemos en su palabra”.
El pueblo lo dice: De todo hay en la viña del Señor, maderas blandas y maderas nobles. Los socialcristianos han demostrado ser guerreros de madera. Por sus frutos los conoceréis, la historia nos dirá de cual.