Por Belkiss Elena Coma Martínez*
La historia latinoamericana es prolífera en hechos que revelan una voluntad permanente de resistencia, de transformación social de lucha bajo la aspiración de justicia, paz, igualdad y desarrollo. El pensamiento social, político, histórico y filosófico del continente ha alcanzado un connotado desarrollo en especial en figuras de talla universal. Variados acontecimientos demuestran la tendencia general de los pueblos por alcanzar sus demandas; en ello es criterio coincidente en muchos analistas y científicos sociales contemporáneos que la Revolución Cubana es síntesis a la vez que estímulo en esta geografía.
La conciencia social latinoamericana posee un importante componente religioso desde las culturas autóctonas hasta las africanas y europeas. En estas condiciones se ha conformado al interior del catolicismo una forma de interpretar el cristianismo, y un estilo de actuación social sobre las bases de concepciones novedosas, que ha sido denominado por sus protagonistas Iglesia Popular.
La Teología de la Liberación es una vertiente de pensamiento teórico cristiano sistematizado que a pesar de ser heterogéneo, se define por hacer énfasis en los problemas sociales y políticos, parte desde las Ciencias Históricas en general, y por esa vía incluso algunos teólogos de la liberación llegan a utilizar el análisis marxista para interpretar la realidad social. Por ello su significación mayor, y así se asume, como resultado de esta investigación, está en la práctica política, el estímulo que ella representa, y contiene, en una participación activa de los creyentes a los procesos de transformación social en el continente.
El diálogo y el respeto mutuo entre culturas es hoy, uno de los principales desafíos para garantizar la coexistencia pacífica y una cultura de paz. La ciencia y la tecnología son procesos sociales profundamente marcados por la civilización, donde ha crecido el desarrollo científico-tecnológico, que requiere de una estimulación cuidadosa de sus fuerzas motrices e impactos y un conocimiento profundo de sus interrelaciones con la sociedad (Núñez, 1999).
En ellos se ven reflejados los procesos culturales de una época, de modo que para llegar a los nuevos saberes los mismos están conducidos por las teorías, las filosofías de preferencia metodológica y otras en diferentes campos de los hombres y grupos. La religión, como parte de estos procesos culturales a lo largo de la historia, ha tenido múltiples interpretaciones, refleja la realidad de un modo peculiar.
Tiende a explicar y dar un sentido a las relaciones entre los hombres y la naturaleza e interviene, además, entre otros, en los procesos sociales. Puede ser opio o protesta, como dijera Marx y a su vez, Engels también valorara al plantear que el cristianismo primitivo y el pensamiento social religioso de Tomás Münzer habían tenido un carácter revolucionario frente a las condiciones imperantes de su época, y a las religiones dominantes.
Ambos estimaron la reforma como un movimiento hacia el progreso social, en oposición al sistema social feudal y al propio clericalismo que lo caracterizó.
Fidel Castro admite esa contradicción, cuando en sus conversaciones con Freí Betto, afirmó que desde el punto de vista político, la religión puede ser opio o no, en la medida que se utilice o se aplique, en dependencia de la forma en que se aborden los problemas políticos, sociales y materiales del ser humano, que independientemente de teología o creencia religiosa, nacen y tienen que vivir en este mundo (Fidel, 1985:333-386).
Los diversos encuentros de Fidel con religiosos en América Latina, Cuba y sus conversaciones con Freí Betto, puso al descubierto la necesidad histórica como proceso, de la comprensión y unidad estratégica entre la Revolución Cubana y los hombres y mujeres que profesan honestamente una determinada fe religiosa[1].
La religión es, por tanto, una forma de la conciencia social, una parte de la vida espiritual, de los sujetos creyentes y es un fenómeno social que incide en diferentes campos de la actividad de los hombres y grupos.
En sus definiciones de la religión, Marx y Engels ven el reflejo religioso condicionado por factores sociales e históricos que actúan sobre la mente humana. Lenin explica los procesos del conocimiento y el modo en que la capacidad de abstracción interviene en el curso de este proceso. La crítica marxista posterior, sobre estas bases definió las raíces de la religión y las clasificó en sociales, gnoseológicas, psicológicas e históricas[2].
El análisis marxista de las condiciones de la religión supera enfoques unilaterales como los criterios iluministas, que encuentran las causas en la ignorancia, o los que las ven solamente en el temor.
Se asume el criterio de Ramírez Calzadilla, cuando plantea en “Religión y Relaciones Sociales”, la concepción acerca de las raíces de la religión, ofrece un esquema teórico para estudios causales que deben precisar los factores que, directa e indirectamente, determinan o contribuyen a que la religión se genere, reproduzca, trasmita y modifique. La religión se conecta con un conjunto variado de factores de distinto orden que actúan en una relación causal. Las fuentes concretas de religiosidad, por lo tanto, hay que buscarlas en: condiciones materiales de vida, relaciones sociales, aspiraciones, necesidades, frustraciones, temores, ansiedades, ideales de vida, valores, modelos de conducta, procesos cognitivos, tradiciones, costumbres, en la cultura heredada y en con especial énfasis desde lo que se promueve en las nuevas condiciones históricas concreta.
Ante los nuevos saberes se requería de una nueva visión del mundo, que rompiera con viejos esquemas y que diera respuesta a las interrogantes de los nuevos actores sociales, movimientos populares, que se están conformando en un contexto completamente nuevo de auge revolucionario en Latinoamérica y el Caribe y, a escala mundial.
La Teología de la Liberación surge en un nuevo contexto de auge revolucionario a escala mundial, en determinados estados de ánimo, con la influencia de la Revolución Cubana, el auge del movimiento obrero y de los movimientos de liberación nacional en Latinoamérica. En este ambiente se dan condiciones que propician el avance del pensamiento cristiano–revolucionario de la Teología de la Liberación, como corriente del pensamiento de la izquierda cristiana, inspirados en el renovado Concilio Vaticano ll, desde 1962 al 65, y la Conferencia Episcopal Latinoamericana, efectuada en Medellín, Colombia y en Puebla, México.
La importancia de esta forma de Teología es variada. Ella representa una novedosa interpretación religiosa de la realidad y en ese sentido es de un interés de carácter gnoseológico. Los principios teóricos, políticos, económicos, éticos, sociológicos, culturales, que defienden estos teólogos, llaman la atención de las Ciencias Sociales en general y particularmente de la historia y de la filosofía. Pero su significación mayor, está en el terreno de la práctica política, por constituir un hecho singular, en la historia de las luchas latinoamericanas[3].
El resultado de la investigación presenta un análisis sucinto desde la historia, del contexto, surgimiento y significación socio- política de la Teología de la Liberación, por una Cultura de paz.
La Teología de la Liberación expresa en tanto su opción preferencial por las clases emergentes, en respuesta a las profundas crisis en que vivían las economías y sociedades de América Latina, así como al fracaso de la Alianza para el Progreso. A partir de este instante tiene lugar una acción renovadora, desde lo interno de la iglesia católica y manifiesta su opción por los pobres, los excluidos y marginados, surge esta forma de pensamiento religioso, como un hecho singular, de ruptura con lo establecido por la alta jerarquía eclesiástica. En las llamadas CEBs.
En las Ciencias Sociales existe un creciente interés por la revalorización del estudio de las culturas que se le ha incorporado como variable relevante el análisis del fenómeno social.
La cultura va más allá de las expresiones estéticas, es convivencia y relación con nuestros semejantes, es una forma y un estilo de vida, por ello la particularidad que encierra y el papel jugado desde su etapa fundacional por la Teología de la Liberación en la condición de su génesis, dado la condición de continente dominado , explotado , subdesarrollado desde su rol en la historia de la región, es un factor predominante en las causas y consecuencias del nacimiento entre otros de este fenómeno religioso.
Del panorama religioso de los países latinoamericanos y caribeños, un antecedente histórico cultural común, lo constituye el establecimiento del catolicismo como religión oficial y como parte del sistema de dominación que imperó, herencia de la colonia española.
Sin embargo, en el marco de la globalización que se desarrolla a nivel planetario, si se tiene en cuenta que este no es sólo una visión de mundialización en las culturas, que conservan pluralidades, sino también un proceso que impone estructuras neoliberales y hegemónicas.
Un continente en su generalidad considerado tradicionalmente católico, ignorando a veces en determinados procesos sociales, la diversidad que siempre ha acompañado a la Cultura y la Religión Latinoamericana, estos elementos son claves para evaluar el papel a jugar por los nuevos actores sociales en cuanto a las transformaciones económicas, políticas y sociales que se operan en este sentido ante propuestas y alianzas progresistas, entre otras pudieran ser en su aproximación revolucionaria ,anticapitalistas.
Como resultado de la investigación científica existen coincidencias con Silvio Platero Irola, experto e Investigador Auxiliar, en publicaciones en el tema, cuando plantea para comprender mejor el mosaico cultural que ha llegado a ser en nuestra región y las variaciones ocurridas que han pluralizado aún más las creencias y prácticas (Silvio, 2006:2-7), hay que tener en cuenta este fenómeno religioso que tiene lugar después del segundo concilio vaticano, Medellín y Puebla.
En la investigación se abordan los antecedentes, el proceso de maduración y el papel de la Teología de Liberación, como hecho singular de la historia de las luchas Latinoamericanas, que marca la ruptura con lo tradicional, con lo oligárquico desde el interior de la iglesia católica, presentando desde sus propios exponentes ,un cristianismo más abierto y ecuménico, como una de las alternativas y utopías de lucha, pudiera ser un factor dinámico por la unidad entre creyentes y no creyentes en su intento por alcanzar un mundo mejor.
Contexto en que influyó la denominada Teología de la Liberación.
Durante los años sesenta se suscitan acontecimientos trascendentales en Europa, Asia, África y específicamente en Latinoamérica que influyen con gran relevancia en el movimiento de liberación nacional y en el movimiento cristiano en esta última área.
Debido a la influencia de la Revolución Cubana y la situación económica, política y social existente de dependencia y subdesarrollo en la región, se inscribe la lucha guerrillera en este continente, que obligaron a los gobernantes de Washington a utilizar otras vías y métodos para mantener sometidos a estos pueblos.
El imperialismo implementó, la denominada “Alianza para el Progreso” cuyo programa reformista, así como el respaldo financiero con el que contó, no constituyeron apoyo suficiente para combatir a la Revolución Cubana, a la que agredió política y económicamente desde sus inicios.
Eduardo Freí fue la elección del imperialismo como contrapartida de la experiencia cubana, a la que decía combatir en razón de un supuesto totalitarismo, mientras que después al derrocamiento de Joao Goulart en Brasil, en 1964 y del gobierno del partido progresista en Guyana, que se habían negado a seguirlos en sus ataques contra Cuba.
Freí buscó el capitalismo en Chile e impedir la revolución popular y el Socialismo. Experiencias similares ocurrieron en Perú, Venezuela, y otros pueblos, conformándose en este contexto, la guerrilla en otros países, acciones de la clase obrera, de las fuerzas democráticas de los países desarrollados y de los movimientos de liberación nacional. A lo que se unieron el movimiento de pacifista y los sectores cristianos en acciones de coligamiento progresistas en estos países, tomando rumbos diversos.
El grado de participación de los sectores populares en la conducción directa de las transformaciones político-sociales en Latinoamérica, mantuvo un grado de participación de las clases emergentes que señalaban una nueva realidad en el contenido, incluyendo las masas cristianas que observaban desde entonces mayores posibilidades de formación de gobiernos democráticos enfrentados con el imperialismo norteamericano.
Con la bancarrota de la “Alianza para el Progreso”, el enemigo histórico, el imperialismo norteamericano recurrió principalmente a sus viejos métodos intervencionistas y a la acción de la CIA, como instrumento de espionaje y de provocación. Sobre esta base organizó el derrocamiento del gobierno de Guatemala y durante todos los años posteriores ha dirigido la liquidación de miles de compatriotas latinoamericanos que militaron en sectores sociales, culturales y religiosos entre otros.
Las masas de la región, muy ligadas a los momentos claves de las luchas revolucionarias, que tienen su precedente en las contiendas anti-coloniales, gestan una determinada incorporación revolucionaria del bajo clero, que se identifica con los sufrimientos de las capas más pobres de estas sociedades dominadas.
En este contexto, junto a la sustracción de los principales recursos, los intentos imperialistas por reactivar la “guerra fría” mediante el incremento de su arsenal bélico y su activación de las llamadas guerras locales, constituyen factores que a la vez aumentaron los impulsos de la lucha del movimiento izquierdista y revolucionario en el seno de la población cristiana.
Por otro lado se destacó la gestión de lo que se ha dado en llamar nueva iglesia, iglesia rebelde, a través del Papa Juan XXIII, quien trabajó por un diálogo franco con creyentes y no creyentes, o sea, según la autora constituyó el colofón del inicio de una renovada concepción y una apertura de la Iglesia Católica hacia determinados matices de modernización, acorde con el momento. O sea, entendimiento con otras religiones e incluso el diálogo con los marxistas.
Como resultado de este desarrollo histórico objetivo, se observa que se producen semejantes estados de ánimo en los, sectores eclesiásticos, dando lugar a la forma de reflexión cristiana revolucionaria en que se inscribe la Teología de la Liberación, como hecho singular en la historia de las luchas, en un continente de mayor difusión católica, imprimiendo esta un carácter revolucionario y progresista dentro del seno del cristianismo y algunas Iglesias protestantes, optando desde su raíz, por la opción por los pobres y marginados al plantearse la praxis liberadora, como la solución a los males que los aquejaban.
Al considerar no solo en la actualidad la importancia y necesidad histórica de establecer un diálogo entre creyentes y no creyentes, sino la urgencia de una acción transformadora y revolucionaria de conjunto en lo estratégico, dada las condiciones de cómo interactúan la religión y las condiciones sociales, desde lo histórico dada las circunstancias propias de la región, por un conjunto específico de factores objetivos (económicos, clasistas, de relaciones económicas, de modos de vida ) y subjetivos (culturales, educacionales, expectativas, niveles de religiosidad): es una alternativa revolucionaria frente a la ideología dominante (política y religiosa) que revela heterogeneidad y contradicción en dicho campo, que tiene como expresión teórica a la Teología de la Liberación.
La diversidad de posiciones respecto al socialismo con argumentos religiosos, es un reflejo de la contrariedad del fenómeno y la heterogeneidad. En la práctica política implica la necesidad de distinguir tipos de religiosidad en formas diferentes de enfocar la realidad social por las agrupaciones religiosas y por los individuos.
En Brasil con el Partido del Trabajo surgieron comunidades eclesiales de base, donde logran mayor apego de atención y sistematicidad a sus problemas cotidianos, como asociaciones de vecinos, grupos que viven la fe en sus encuentros y que tienen su fuerza en el grupo cristiano y no en la institución, ni en las tradiciones, sino en el cristianismo como instancia de esperanza.
El carácter praxiológico de la fe es lo que tiende a convertir a la reflexión teológica de la Teología de la Liberación, en una cosa diferente a lo que el hacer teológico ha sido hasta el presente.
Desde esa perspectiva la Teología de la Liberación, puede ser un factor clave en la necesidad histórica de la unidad entre creyentes y no creyentes en la historia de la región de referencia, es un hecho de singular importancia en tanto el papel a jugar en las luchas latinoamericanas de los más avanzados de este movimiento y como expresara el Guerrillero Heroico cuando los cristianos se incorporan a la Revolución Latinoamericana, esta sería invencible” (2004-365).
Algunos autores fundacionales de esta forma de Teología, refieren que la educación liberadora tuvo gran acogida y se desarrolló en los movimientos renovadores de la iglesia católica al calor de la opción por los pobres que indicara la conferencia de Medellín en 1968. Fue la que nutrió, en tiempos de la seguridad nacional, al movimiento de cristianos por el socialismo, donde se observa un nivel de participación de sacerdotes, pastores, religiosos y religiosas. Algunos de ellos asesinados por los gobiernos dictatoriales. Esto también tiene su sustento en los documentos de Santa Fe del I al IV.
Se trata de concentrarse no solo en el terreno de la práctica educativa por sí, sino insertarse en la práctica socio-política, organizativa y cultural, de muchas experiencias en el continente, nos referimos a los más avanzados que asumen en su generalidad el instrumental metodológico que les proporciona el materialismo histórico.
La gente vive en su diversidad, la diversidad es local, regional, económica, de género, religión, etnia, ideología, etc. La gente vive en su cultura y por tanto vive sus culturas. En este sentido la Teología de la Liberación está a tono con este fenómeno religioso desde su praxis en el surgimiento de las comunidades eclesiales de base; así, la importancia lograda por ellas en la lucha de liberación, desprende recelos en el seno de la jerarquía, de allí su aspiración por silenciarlas o destruirlas y a tales efectos cuentan con el apoyo del Vaticano y con los círculos de poder.
En su caminar las comunidades han enfrentado muchas dificultades; su auge y el papel que han jugado en algunos procesos de liberación han despertado el temor y la resistencia de algunos sectores de la jerarquía, que han tratado de frenar su crecimiento y disolverlas.
Según Boff, en tanto la Teología de la Liberación es portadora en las comunidades eclesiales de base, con una lectura crítica de la biblia y representada por primera vez en la historia eclesiástica, el grito articulado de los oprimidos que desde la periferia claman hacia el centro de diversas Iglesias escuchando ese clamor. Conviene vigilar para que este sea asimilado de forma espiritual y moral y se incorpore así a las instituciones vigentes[4].
Iglesias de origen católica y algunas protestantes, asumen la actitud de protesta contra las opresiones y de incorporación en los movimientos liberadores, mostrando la dimensión liberadora en la vida terrenal, del pueblo oprimido[5].
La Teología de la Liberación ha definido otro lugar de elaboración teológica, menos académica y más comunitaria y al servicio directo de la comunidad. Hay una profunda eclesialidad porque está hecha en comunión con una pastoral y sus pastores. El sujeto de la teología no es principalmente el teólogo individual sino la comunidad que colabora en los planteamientos y soluciones, con sus prácticas y reflexiones, asumidas y profundizadas por el teólogo.
Esta situación debe ser confrontada por los teólogos como una forma de vivir el espíritu de los perseguidos y de compartir el sufrimiento del pueblo oprimido. El mérito mayor de esta forma de hacer teología es la definición como reflexión crítica sobre la praxis histórica de liberación de un continente, la Teología de la Liberación se presenta explícitamente, en esta etapa, como una forma latinoamericana de teología, como teología política, y la insistencia en el punto de partida histórico de la reflexión de la situación de América Latina dominada con excepción de Cuba en este contexto , es lo que marca la ruptura y discontinuidad con la teología tradicional que le antecedió, sin abandonar ciertos dogmas de la Iglesia .
Con relación a este tipo de Teología el compañero Fidel Castro argumentó “Yo podría definir la Teología de la Liberación como un reencuentro con sus raíces, con su historia más humana y más gloriosa, de tal magnitud que ello obliga a todas las izquierdas en América Latina a tener esto en cuenta, como uno de los acontecimientos más fundamentales de los que han ocurrido en nuestra época” (Fidel, 1985:291)[6]
En el propio medio religioso cubano se ha producido una actividad y un pensamiento sistematizado que se contrapone al conservadurismo y reacción religiosos. Una parte considerable de la población creyente, incluso de cristianos y otros identificados con expresiones y agrupaciones determinadas, han obviado y han participado conscientemente en diferentes actividades políticas, sociales y de la defensa. Diversas organizaciones religiosas han realizado actividades en apoyo del proceso cubano y manifestada disposición de contribuir con los objetivos del proceso de actualización y de la implementación de la política económica y social de la Revolución Cubana, tanto en declaraciones públicas dentro y fuera del país. Son significativas las acciones de solidaridad que se promueven en el medio religioso nacional y extranjero entre otros, contra el bloqueo impuesto por Estados Unidos.
Desde los primeros años de la etapa revolucionaria se ha producido en medios cristianos cubanos, en especial dentro del movimiento ecuménico y de iglesias protestantes históricas, un pensamiento sistematizado, incluso en términos teológicos, con clara orientación hacia los problemas sociales, que advierte la consonancia entre los objetivos de la revolución cubana y los principios cristianos (Berges, Cárdenas y carrillo, 1992), sin que por ello se renuncie a la vocación profética.
Coincide la autora con (Berges y otros, 1993) sobre el surgimiento y desarrollo de concepciones teóricas sistematizadas como la denominada “nueva teología cubana” de contenido revolucionario y progresista, revelan que en la práctica social cubana las creencias y prácticas religiosas no impiden la participación consciente en un proceso social transformador y los creyentes por ser tales no son necesariamente opuestos al progreso social ni al socialismo.
Por ello, no hay tarea más urgente para las izquierdas de América Latina y el Caribe, que recorrer el empinado trayecto que conduzca a la unidad de nuestras fuerzas revolucionarias desprejuiciados de posiciones verticalistas y dogmáticas; tanto a nivel local y nacional como a niveles regionales, por un mundo mejor, por una cultura de paz.
Contribuye a la creación de una cultura de paz en tanto es un hecho trascendental de la historia de las luchas latinoamericanas en el siglo XX y puede acelerar y desacelerar procesos, como variable de utopía en la unidad política de las masas, a partir del papel a jugar con las clases emergentes, pobres y excluidas para enfrentar su enemigo común, el imperialismo y alcanzar los objetivos sociales por los que luchan.
La singularidad de la Teología de la Liberación, estriba que marca una ruptura con lo tradicional y con lo oligárquico, como factor clave de enfrentamiento al fundamentalismo de derecha cristiana exacerbado hoy desde las políticas hegemónicas. Esta forma de teología le imprime a este fenómeno religioso un nuevo carácter revolucionario, al romper con las estructuras de la jerarquía eclesiástica desde un perfeccionamiento de la reflexión crítica de la fe, es reconocido por autores el aporte a las Ciencias Sociales desde un cuerpo categorial novedoso, como el concepto pueblo, clases emergentes, excluidos, pobre entre otros, por una cultura de paz, como alternativa ante los dilemas de la contemporaneidad.
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[1] Ilustra este criterio el modo en que lo analizan un estadista marxista y un teólogo de la liberación. En Fidel y la religión, Freí Betto apunta que “…la teología necesita de las Ciencias Sociales para comprender los problemas del hombre y en ellas no se puede desconocer la contribución del marxismo.” (Betto, 1985: 295). Fidel Castro, por su parte destacó, los múltiples casos en que se hace un análisis científico, independientemente de su condición religiosa.
[2] En los trabajos de Marx, Engels y en los de Lenin, hay frecuentes y hasta extensas referencias a la religión. Engels, “La ideología alemana”, “La sagrada familia” o “Crítica de la crítica” y “El manifiesto comunista”. De Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía al Derecho de Hegel”, “Tesis sobre Feuerbach”, el tomo I de “El Capital”, “Crítica del programa de Gotha”, “La cuestión judía” y el editorial del No. 179 del Kólnische Zeitung, de Engels, “Anti Düring”, “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, “La guerra campesina en Alemania”, “Literatura emigrante”, “Del socialismo utópico al socialismo científico, y su trilogía sobre el cristianismo primitivo”, donde inicialmente hay un tratamiento preferente a lo religioso en alguna obra de los fundadores, Bruno Bauer y el Cristianismo primitivo. El libro de la revelación y sobre la historia del cristianismo primitivo de Lenin, “Cuaderno filosófico”, “Materialismo y Empiriocriticismo”, “El socialismo y la religión”, “¿Qué hacer?”, “Quiénes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra la socialdemocracia”, “Actitud del partido obrero ante la religión” y “Sobre el significado del materialismo militante”.
[3] En tanto la TL, se conecta con esta novedosa interpretación religiosa de la realidad con lo expresado por Engels cuando se refiere a las formas religiosa de los hombres apegados a la naturaleza (religiones naturales las denominaran en otros lugares el propio Engels y también Marx), después aludiendo a los datos de la metodología comparada, menciona las religiones de diferentes pueblos(indios ,persas, griegos, romanos, germanos y otros) seguidamente hace mención al monoteísmo de la religión nacional de los judíos, y por último, a la religión en la sociedad burguesa (Engels, 1975:354-385)
[4] Leonardo Boff, uno de los máximos exponentes de la teología de la liberación, nace en el 1938, en Concordia (Brasil). En su semblanza Benjamín Forcano relata, cómo llega Leonardo a la teología de la liberación, Qué es para él la teología de la liberación, El proceso de Leonardo Boff en Roma, Las razones de su renuncia al sacerdocio y a la orden franciscana. Significando con sus más de 62 publicaciones, su obra aportativa al que hacer teológico desde una perspectiva revolucionaria y en la actualidad en el enfrentamiento a una educación ambiental.
[5] La Teología de la Liberación es mucho más compleja y heterogénea que lo que aquí se puede fundamentar. Sus exponentes aplican principios teóricos y un sistema categorial más amplios, sin uniformidad estricta, en el sentido que le confiere cada cual. Es frecuente el uso de ideas en torno a: liberación – dominación, vida- muerte, pobre-rico, opio- protesta, y otros. Se inscriben en esta línea de pensamiento teólogos, sociólogos, historiadores, filósofos, economistas. Entre otros muchos son sus representantes; Leonardo y Clodovis Boff, Gustavo Gutiérrez, Hugo Assman, Pablo Richard, Frei Betto, Franz Hinkelanmert, Samuel Silva Totay, Guillermo Meléndez, Elsa Támez, John Sobrino, Ignacio Eliacuría, Enrique Dussel, Raúl Vidales (la relación es notablemente extensa y creciente; para quien no es teólogo se hace difícil discernir en realidad el que hace teología, el que la reproduce y el que describe su historia). En su contra han reaccionado con gran énfasis los sectores conservadores y reaccionarios del imperialismo y de las jerarquías eclesiásticas.
[6] Las referencias de Fidel Castro hacia la religión, en especial desde una óptica política han sido expuestas en diferentes intervenciones y entrevistas (su dispersión es lo que nos lleva a considerar la necesidad de una sistematización, necesaria además para su ordenamiento temático). En esta diversidad de circunstancias se advierte una unidad dentro de una teoría política y sobre la base de principios asumidos creativa y desprejuiciada (véase a Ramírez), la cual la autora le da un tratamiento metodológico en la tesis doctoral.
La autora: *Belkiss Elena Comas Martínez, Escuela Superior Ñico López, La Habana, Cuba. Profesora del Departamento de Ciencias de la Dirección. Aspirante. Profesora Asistente. Correo electrónico: bcm@espnl.co.cu