El poder corrompe cuando no se tiene principios y solo importan los fines. Hay políticos que se corrompen en el poder, otros corrompen el poder con sus acciones. Hay gobiernos que se encuentran con el poder y hay gobiernos que se encuentran en el poder, sin saber qué hacer. Permanecen en el sin asumirlo, usufructuando de sus influencias políticas y prebendas económicas. Porque el poder es esa condición superlativa de disponerlo todo, de quitar y poner, de afirmar y negar sin cuestionamiento, por eso el poder es represivo como imposición de una clase social sobre el resto de la sociedad, a través de mecanismos políticos persuasivos, impositivos y, a la postre, represivos del Estado. Según expone Vladimir Lenin, el Estado surge de la sociedad, pero separado de ella, ejerciendo la fuerza sobre ella. Esa fuerza consiste principalmente en destacamentos especiales de instituciones educativas, judiciales y armadas, que disponen de elementos de persuasión y represión para mantener el poder.
Esta realidad pura y dura, concebida desde los teóricos marxistas, guarda enorme distancia con la idealizante concepción platónica. Para el pensador griego el objetivo de la república de Platón es el perfeccionamiento y felicidad de todos los ciudadanos. Según este filósofo, cada uno no se basta a sí mismo, por lo que el ser humano necesita vivir en sociedad. Por eso, para conseguir un Estado perfecto, busca la ciudad justa, formada por hombres justos y virtuosos. Lo que Platón sugiere es que un filósofo es la persona ideal para gobernar porque, por definición, un filósofo es quien ama la verdad y se ha liberado de los deseos mundanos que corrompen el carácter. Aristóteles, en cambio, sugiere que todos estamos de acuerdo en que el hombre más excelente debe gobernar, es decir, el supremo por naturaleza, y que la ley gobierna y solo tiene autoridad; pero la ley es un tipo de inteligencia, es decir, un discurso basado en la inteligencia.
Nuestras repúblicas en la modernidad desdicen en su concreción histórica estos principios filosóficos por su desencuentro con la inteligencia y la honestidad que, idealmente, deben fundamentar el poder.
Desencuentros en el poder
El caso El Gran Padrino, rebautizado por la Fiscalía General del Estado (FGE) como Encuentro, es un inmejorable ejemplo de desencuentro con la inteligencia y la honestidad de quienes llamados a demostrar probidad y solvencia moral, según las investigaciones en curso, han hecho todo lo contrario en un grosero desencuentro con las aspiraciones del país.
La FGE en un operativo simultáneo realizó ocho allanamientos en la ciudad de Guayaquil y uno en Quito en la madrugada del viernes 20 de enero dentro de la investigación previa que abrió para analizar una presunta trama de corrupción en empresas públicas. Los domicilios allanados pertenecerían a las personas que aparecen inicialmente como sospechosas y en las residencias se habían levantado una serie de evidencias como documentos, dispositivos de almacenamiento electrónico, teléfonos celulares, computadoras y joyas, luego de la búsqueda de evidencias de un entramado de corrupción en empresas públicas del sector eléctrico, red que supuestamente estaba liderada por Danilo Carrera, cuñado del presidente Guillermo Lasso. Según información recabada, además de Carrera, en esta red estarían involucrados funcionarios del actual Gobierno, como el secretario de la Administración Pública, Iván Correa; exautoridades como Hernán Luque, expresidente de la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO); Ítalo Cedeño, ex gerente general de Petroecuador, y personas particulares, entre ellas, Leonardo Cortázar, Rubén Chérrez, Martha Morlas.
Una vez que la Fiscalía denominó Encuentro a la investigación sobre presuntos actos de corrupción en las empresas públicas, la Presidencia cambió su eslogan oficial: de Gobierno del Encuentro a Gobierno del Ecuador. ¡He ahí la fragilidad de los eslóganes publicitarios, cuando no se compadecen con la realidad! El cambio de estrategia publicitaria denota que el régimen ya no confía en el encuentro ciudadano, dejó el gobernante de buscar a los gobernados en un auténtico encuentro nacional. Vaya uno a saber. Lo más notable del desencuentro es que el gobierno no se encuentra a sí mismo, dando palos de ciego con funcionarios evasivos, políticas erráticas y resultados esquivos.
No exagero al decir que este puede ser el golpe político más duro que ha recibido el régimen, a solo días de consultar al pueblo y pretender continuar en el poder. ¡Vaya desencuentro con la realidad!
La política también suele ser el encuentro con las incertezas.