Por Belkiss Elena Comas Martínez*
La Teología de la Liberación (TL) en las luchas sociales latinoamericanas entre 1970 y 1985; se propuso resolver el problema científico de cómo se manifestó esta corriente de pensamiento en la historia de esas luchas, en esos años en que se evidenció esta con mayor fuerza en la región.
Al fundamentar cómo se manifiesta la influencia a la Teología de la Liberación en las luchas sociales latinoamericanas en ese período, como objetivo general, este estudio explica el contexto histórico en que surge la TL; determina las características del surgimiento y desarrollo de ella, desde sus antecedentes fundacionales; analiza el rol de ese fenómeno religioso como factor de enfrentamiento ante el fundamentalismo de derecha cristiano en los países más representados en las luchas sociales del subcontinente; así como valora el comportamiento histórico de la TL como factor dinámico de influencia en las referidas luchas de América Latina entre 1970 y 1985.
En ella se caracteriza lo común entre sus máximos exponentes; se hace énfasis en los problemas sociales, desde una praxis liberadora, por las propias condiciones sociales de vida de estos creyentes revolucionarios, en nexo con su fe, y en cómo hacen uso del instrumental metodológico del marxismo; se destaca la valía de la TL, entre otros movimientos revolucionarios y progresistas en dicha región, sin desconocer las limitantes y diferencias entre cada una de las posiciones, así como su actuación social.
Como criterio metodológico se revela desde el enfoque histórico esa significativa influencia de la Teología de la Liberación en las luchas sociales latinoamericanas; además enfatiza en cómo esos creyentes pueden ser aprovechados en la sumatoria de fuerzas progresistas por las transformaciones sociales que demanda la región.
Título: Significación histórica de la TL como componente dinámico de influencia al factor subjetivo para el cambio social en América Latina.
El agotamiento del capitalismo nacionalista y de la nueva dependencia y penetración de las multinacionales en América Latina, van a repercutir en la agudización del desempleo y la miseria, en el crecimiento de la marginalidad, en el fomento de la desnacionalización de la industria, la descapitalización de las economías y el crecimiento del endeudamiento que se manifestó en la inestabilidad política y en el crecimiento de la represión, para mantener el orden social establecido.
Es la época donde los crímenes no se paralizan después de la celebración, en 1984, de las primeras elecciones democráticas que se realizaban en Nicaragua, a todo lo largo del siglo XX, en contra del deseo de la Casa Blanca; en ellos triunfó el 63%, a favor de la votación por el dirigente sandinista Daniel Ortega. No se detuvieron luego de la farsa electoral realizadas en El Salvador 1984, y en Honduras, ni en los sucesivos golpes y contragolpes de Estado que se produjeron en Guatemala, de 1983 encabezado por el General Humberto Mejías Vítores, hasta la elección en 1986, del socialcristiano Vinicio Cerezo.
Como en otros momentos históricos, con excepción de Nicaragua, todos esos procesos electorales fueron tutelados por los Estados Unidos y los sectores más derechistas de las fuerzas armadas; quienes en las nuevas circunstancias contaron con el apoyo de sus aliados de la Democracia Cristiana.
En consecuencia, se produjo un sensible incremento de las legítimas protestas populares y de la represión desatada por las autoridades “democráticas”. En Perú, todavía se recuerda las responsabilidades que tuvo el presidente social demócrata Alan García en la profundización de la crisis económica y social; así como en la sostenida ola de violencia reaccionaria que sacudió a ese país, entre 1985 y 1990. Al igual que en las peores experiencias dictatoriales centroamericanas, durante su mandato, las Fuerzas Armadas y policiales, unidas a las llamadas “rondas de defensa civil” perpetraron diversas matanzas de grupos campesinos e indígenas, con el propósito de debilitar las bases de sustentación social de Sendero Luminosos y del Movimiento Revolucionario de los trabajadores.
También, en Argentina fueron sofocados, de forma violenta las espontaneas sublevaciones populares que se produjeron, tras el fracaso de la política económica y social del gobierno de Raúl Alfonsín. Así como reaparecieron las amenazas de muerte a diferentes dirigentes populares, incluidas las principales líderes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Es de esta forma que, en la segunda mitad de la década de 1980, queda casi frustrado el desarrollo integral e independiente de la mayoría de las naciones latinoamericanas y caribeñas.
La frustración de movimientos populares por el Gobierno de Ronald Reagan, y por el posteriormente George Bush, para limitar, sensiblemente la capacidad de negociación colectiva de los proyectos integracionistas, de cooperación o de concertación política, con autonomía respecto a los Estados Unidos, que habían forjado los gobiernos de esa región en los lustros precedentes.
De esta manera se institucionalizó, en esos y otros países latinoamericanos y caribeños una aberrante situación de impunidad, frente a la violación de todos los derechos civiles y políticos, las llamadas libertades fundamentales y frente al terrorismo de Estado. Y también se agregó la aplicación “fundamentalista” de los programas de Ajustes y Reestructuración neoliberal, impulsados por los organismos financieros internacionales que controla los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) y la ampliación de la deuda social, con acumulado considerable en la región, en los años de la trama de la investigación.
Estas condiciones objetivas y subjetivas se conjugan en un momento histórico – concreto que inciden sobre el clero latinoamericano que trabaja directamente con obreros, campesinos, marginados, indígenas y estudiantes. Como parte del nuevo mensaje de estos creyentes, con un vocabulario moderno y al insertarse por amor al prójimo, según el proceso dinámico de liberación, este se irá radicalizando y llevando esa reflexión teológica como una característica novedosa de un cristianismo contemporáneo.
Resulta útil la relectura de los textos, tanto de los clásicos fundadores del marxismo Carlos Marx y Federico Engels, como de los grandes pensadores revolucionarios que, a través de la historia, le sucedieron como: Vladimir I. Lenin, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui y Fidel Castro Ruz. Ellos han contribuido, a partir de sus aportaciones esenciales, a fertilizar de manera objetiva y creativa, la teoría revolucionaria transformadora de Marx y Engels, y de no provocar rompimiento entre las fuerzas revolucionarias, entre creyentes y no creyentes.
En atención a lo anterior es reconocido la influencia que tuvieron, en una parte de las masas populares en este contexto socio- histórico, siguiendo a Carlos Marx, en la fundamentación de la práctica como actividad material revolucionaria, el principio del devenir de la teoría, en acción concreta de las masas; en este sentido los creyentes revolucionarios, dentro de esas masas populares, expresadas en la corriente revolucionaria de la Teología de la Liberación, tienen una participación concreta en las Comunidades Eclesiales de Base, de cierto alcance ideológico.
Marx reconoce a las masas como las portadoras de los verdaderos ideales humanos, pues es en la práctica de estas, donde se argumenta y demuestra la capacidad de los hombres de transformar la realidad social. En esta idea Marx hace un llamado a la lucha revolucionaria de las masas. Paso a paso, va revelando el papel de las masas como fuerza decisiva de la historia humana, lo que muestra que, la formación de la categoría masas populares en el marxismo, está estrechamente ligada y condicionada por la propia elaboración de la categoría práctica, de la que son su sujeto fundamental (Marx, 1976, p.22.)
Siguiendo el análisis marxista, si a la cabeza de una revolución se sitúa una determinada clase, aquella que provoca, aunque transitoriamente un momento de entusiasmo en las masas, se funde con la sociedad y logra ser reconocida. En este sentido, los teólogos de la liberación pudieran abortar ese factor subjetivo y convertirse, en una de las fuerzas motrices, entre otras, por el cambio social en el continente.
Se trata no solo de la cosmovisión de estos teólogos de avanzada, con compromiso y nivel de concientización en declaraciones públicas; en el orden de la práctica política, en el accionar consciente de los creyentes revolucionarios, en su rol en la historia y de lo que pueden aportar, desde una praxis revolucionaria, novedosa, en unidad con otras fuerzas progresistas e incluso marxistas, en nexo con su fe religiosa, por el cambio social.
En ello coincide la afirmación que realizó el bautista puertorriqueño Samuel Silva Gotay:
(…) A tenor de la denominada Teología de la Liberación se inscribe la gestión marxista en entablar el diálogo con los creyentes, crear la unidad de acción en la lucha antimperialista y el peligro fascistoide de una tercera conflagración mundial. Debemos hacer en todo momento que esta unidad entre alianza estratégica entre religiosos y socialistas se llegue a materializar.1
Está enfatizando, con particularidad, dentro del contexto religioso latinoamericano, la necesidad de la unidad entre creyentes revolucionarios y marxistas, ante los peligros que se ciernen en la humidad y con expresión en la región de estudio. Por las posibilidades dentro del contexto religioso latinoamericano; de sus nexos con el fenómeno religioso global, incluyendo su capacidad de influencia en la población creyente, el contenido principal del pensamiento constitutivo, especialmente de carácter político- ideológico, las reacciones provocadas en los sectores que se le oponen y las formas con que, por ellos trata de contrarrestar y combatir actitudes enajenantes de esos creyentes.
En su obra, Cristianos rumbo al siglo XXI, José Comblin, apunta que en la Teología de la Liberación se ha producido una pausa en la teología católica y en la teología cristiana en general. Según este teólogo, ya no aparecen novedades en la temática. La gran novedad de las Iglesias, de este final de siglo, es que ya no interesa tanto la teología, sino la experiencia religiosa, los nuevos movimientos pietistas que se manifiestan en las iglesias pentecostales y en la corriente carismática católica.
A lo largo del desarrollo histórico de la humanidad, ha quedado demostrado que, en período de agudas crisis económica, social y política, se produce un crecimiento en la religiosidad popular y existen, además, condiciones propicias para el surgimiento de nuevas formas en que se expresa en la religiosidad, la mayoría de las cuales tienen sus raíces en expresiones religiosas que las precedieron.
Estas nuevas formas de interpretación de lo religioso, toman de las anteriores aquellos elementos doctrinales y litúrgicos que, más se adecuen a las características del ámbito histórico en que se gestan y, a causa de ello, satisfacen, en mayor medida, necesidades religiosas de grupos de creyentes.
La mayoría de los países, en los años que se analiza el fenómeno religioso, atraviesan por una crisis social generalizada, la que no solo se manifiesta en la esfera económica, sino también en la ideología, cultura, religión y ética; a la vez entran en crisis valores que legitiman el sistema predominante. Como resultado surge, a nivel social e individual, inestabilidad, desconcierto, desencanto, descompensación emocional, insatisfacción y vacío espiritual.
Esa crisis del sistema, que se manifiesta en diversas esferas de la vida, es una de las causas de que los creyentes busquen, en nuevas expresiones religiosas, respuestas y alivio a sus problemas, necesidades materiales y espirituales.
Las instituciones tradicionales católicas, algunas protestantes y evangélicas, no han logrado satisfacer necesidades religiosas de estos creyentes. Lo que se manifiesta en el decrecimiento de los católicos en el continente, no así de los protestantes. Pero continúa siendo una fuerza social importante a tener en cuenta en procesos socio–histórico, donde el continente es un referente.
El evangelismo y su incremento, en cualquiera de sus manifestaciones, aunque sea para evitar el desarrollo de la Iglesia Nueva. Es utilizada para limitarla o contrarrestar a la TL, se manifiesta esta ofensiva de derecha contra los cristianos de izquierdas y apostando por la victoria de la derecha en los procesos electorales latinoamericanos.
Con diversidad en las temáticas abordadas como la marginación del indio, los sin tierras, los sin techos, los problemas medio ambientales, y de género, entre otros y en los énfasis, se sigue produciendo en algunos autores y otros nuevos, un modo de enfocar la realidad sobre bases cristianas, orientado hacia el cambio social; por ejemplo, en Brasil, México, Guatemala, Bolivia, Chile, entre otros.
En esta diversidad de circunstancias se advierte una unidad dentro de una teoría política y sobre la base de principios asumidos de manera creativa y desprejuiciados, que refleja la valía e importancia histórica y política del objeto de estudio en la contemporaneidad del pensamiento de Fidel Castro Ruz. No en tanto criterio de autoridad, sino por los datos y las concepciones de un actor social, de primera línea y los análisis, desde una teoría y una práctica revolucionaria, que al decir de José F. Carneado han mostrado (…) la validez de las enseñanzas de Marx, Engels y Lenin, aplicadas, desarrolladas y enriquecidas por el compañero Fidel (Carneado, 1982)
Fidel Castro fundamenta lo siguiente:
(…) los pobres en primer lugar, la no ostentación de riqueza, la condena al imperialismo en su afán geopolítico y guerrerista, son principios considerados por él y por los teólogos más progresistas en sus discursos y práctica social, como el verdadero servicio al cristianismo primitivo y de esta manera indagar en sus raíces más auténticas y revolucionarias (Castro, 1960)2
El estadista denuncia, con claridad la contradicción expuesta entre la prédica, desde la alta Jerarquía Eclesiástica, orientada por el Vaticano, y lo planteado por el cristianismo originario, así como en la Biblia.
Por la comprensión de su pensamiento desprejuiciado y en la visión que representa la unidad de creyentes y no creyentes enfatiza Fidel Castro en que, los cristianos revolucionarios constituyen aliados estratégicos de la revolución y no compañeros de viaje (Cuba-Chile, 1972, p. 278).
Resulta interesante el desarrollo de su concepción estratégica sobre la alianza entre cristianos y marxistas, en la lucha revolucionaria en un continente de alta feligresía religiosa; ello tiene vigencia en las condiciones objetivas que viven; esta corriente religiosa, practicada por creyentes comprometidos de la TL pudo abonar el sujeto histórico, dentro de las masas populares por su feligresía en la región, y potenciar su significado, como un factor dinámico de influencia y acelerador del factor subjetivo, entre otros, en el logro de propósitos viables en la lucha revolucionaria en los años estudiados; lo que se puede estimar en las condiciones actuales del subcontinente latinoamericano.
Fidel Castro en estos asuntos medulares, por la unidad de las fuerzas revolucionarias en la construcción del socialismo señaló: (…) Cuando se buscan todas las similitudes se verá cómo es realmente posible la alianza estratégica entre marxistas revolucionarios y cristianos revolucionarios (Cuba-Chile, 1972, pp. 484-485).
Este aspecto caracteriza su cosmovisión sobre el cristianismo, pero la alerta en particular, es que es estratégico la unidad entre creyentes revolucionarios y marxistas; por ello es importante precisar el estímulo que representa, en los años estudiados, para los movimientos revolucionarios y progresistas latinoamericanos, el surgimiento, difusión y expansión en particular de la TL y sus protagonistas.
El análisis histórico de este fenómeno religioso por Fidel Castro le permite atisbar la importancia de esta forma de pensamiento y la evalúa de positiva como una fuerza importante, entre otras en el propósito de la unidad entre creyentes y no creyentes, por la semejanza de su prédica y su praxis revolucionaria, sin tratar de provocar rompimiento entre las fuerzas revolucionarias por el cambio social, por un mundo mejor.
De esa alianza estratégica, entre marxistas y creyentes revolucionarios, está urgido el continente latinoamericano, donde los creyentes revolucionarios, pudieran constituir una fuerza motriz importante, entre otras, por la transformación social, por lo que es oportuno no provocar rompimiento entre las fuerzas revolucionarias con determinadas creencias religiosas o no, si se tiene en cuenta que estos creyentes revolucionarios, pueden constituir, no solo compañeros de lucha, sino artífices de la transformación social, dado el grado de religiosidad de Latinoamérica.
En este sentido la Revolución Cubana estaba inspirada en sentimientos antirreligiosos. Aun cuando se partía de la convicción de que, no tenía que existir contradicción entre la revolución social y las ideas religiosas de la población. Incluso en la lucha en la Sierra y el Llano, hubo una amplia participación de todo el pueblo, y también de creyentes religiosos, el padre Guillermo Sardiñas, sin conflicto entre su fe religiosa y sus ideales revolucionarios es un ejemplo de ello.
En América Latina se realizaron interrogantes como estas: ¿por qué las ideas de justicia social tienen que chocar con las creencias religiosas? ¿Por qué tienen que chocar con el cristianismo? ¿Por qué? Esta es una interrogante que Fidel Castro realiza con frecuencia durante su oratoria. Y asevera conocer, suficientemente los principios cristianos y las prédicas de Cristo. Tiene el concepto de que Cristo fue un gran revolucionario; lo caracteriza como un hombre que se consagró a los humildes, a los pobres, a combatir la injusticia, a combatir la humillación del ser humano. Acentúa que hay mucho en común entre el espíritu, la esencia de su prédica y el socialismo.
Reconocer en las masas su papel de portadoras de los verdaderos ideales humanos, de justicia social, de una cultura de identidad de un continente, es en la práctica de las masas latinoamericanas, desde los creyentes revolucionarios, donde se analiza, caracteriza y determina, con el uso en unos más que en otros, de las Ciencias Sociales. El papel de estas como fuerza decisiva de la historia humana, por la propia categoría de masas populares son su sujeto fundamental y dentro de estas, los creyentes tienen una alta ascendencia, por su religiosidad en este continente de referencia y por su capacidad de transformar esa realidad social.
Es en este sentido, donde el aporte mayor de esta masa de creyentes revolucionarios pudo abonar una, novedad dentro de la historia de las luchas sociales latinoamericanas, una expresión de lucha de un cristianismo contemporáneo, con la TL, como fuerza motriz, entre otras, por el cambio social.
Esta corriente de pensamiento representa un avance en la reflexión crítica y práctica de los estudios bíblicos, es más evangélica y abierta; esta generó un proceso de desenmascaramiento del carácter opresivo y explotador de la religión; además reclama cambios que apuntan al progreso social, en una medida más significativa por el ideal de sociedad que defiende, con lo que se promueven actitudes participativas de la lucha, en función de la transformación social.
LA AUTORA
*Belkiss Elena Comas Martínez, Escuela Superior “Ñico López” de Cuba. Profesora del Departamento de Ciencias de la Dirección. Aspirante. Profesora Asistente.
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NOTAS
[1] El bautista puertorriqueño Samuel Silva Gotay, al interrogarse a sí mismo ¿Si es posible, teóricamente hablando de, la alianza estratégica entre cristianos revolucionarios y marxistas revolucionarios? Concluiría al respecto positivamente, en tanto alertaba que no se refiere a una alianza táctica, el hecho de que la radicalización de los cristianos lo convierte en una fuerza política favorable a la toma del poder con las izquierdas revolucionarias. Señaló que se refería a una alianza como compañeros permanentes en la construcción del proyecto histórico de la sociedad socialista, en la que en su entender, se irán formando los nuevos actores sociales. (Nota de la Autora).2 Periódico Revolución, La Habana, 11 de agosto de 1960.
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