Por Lucrecia Maldonado
Cuando era una adolescente, uno de los periódicos quiteños tenía un suplemento literario que me encantaba leer, pues traía poesía original de autores ecuatorianos y artículos relacionados con arte, aparte de reseñas de libros. Yo recortaba los poemas y los iba atesorando en un álbum que hasta ahora conservo, y una vez encontré un poema llamado “Alcira, casa de madera”, que había escrito una mujer llamada Oderay B. de Game, así rezaba el periódico su nombre en aquel entonces.
No sabía yo en aquel momento que mucho tiempo más tarde la vida me depararía la alegría y el privilegio de conocer a la autora de aquel poema que todavía conservo en aquel álbum, como yo llamaba a la carpeta roja de cartulina en donde aún se atesoran los poemas de aquel tiempo.
En el primer trato con Oderay llama la atención su enorme simpatía personal, su don de gentes y su calidez, así como su enorme vitalidad. Oderay es una de esas personas para la que pocas cosas son tabú, y con quien se abren las puertas del corazón para cualquier tema. Tal vez por eso ella ha buscado en las palabras y su más alta expresión, como es la poesía, el cauce de todas sus inquietudes y también el camino sanador de sus dolores, así como la profunda y maravillosa expresión de sus alegrías.
Durante mucho tiempo, Oderay fue una escritora… ‘de closet’, por emplear un término acorde a nuestros tiempos. Aunque participaba en recitales y compartía con sus más íntimos sus textos, y aunque algunos de ellos hayan sido publicados en suplementos literarios como aquel donde yo encontré su poesía por primera vez, no se apresuraba en publicar. Incluso alguna vez me confesó que no tenía urgencia en hacerlo. Sin embargo, y afortunadamente para quienes hemos disfrutado de sus textos, se ha animado a recopilar y publicar sus poemas en un libro cuyo título es hondamente poético: Todo el azul del agua, en una bella edición curada por su hija menor y acogida por Editorial El Conejo.
En este bello volumen, y en tres tiempos, como ella llama a sus secciones, Oderay ha reunido sus poemas. Y es aquí donde podemos llegar a su trabajo poético y literario con todas sus cualidades.
Oderay aborda muchos temas en su poesía, desde la más profunda intimidad hasta la solidaridad humana:
Día llegará en que el hombre
destruya las fronteras
en que el cielo no tenga cercas
en que los hijos no se arranchen en pedazos
en corazón uno de la tierra
Dice en el poema “Patria universal”, que además lleva una fecha, 1959, año importante en la historia latinoamericana por marcar un tiempo de esperanza en que la solidaridad tal vez podría imponerse ante la codicia.
La poesía de Oderay Barriga se caracteriza, ante todo, por un ritmo agradable y musical que por momentos evoca aquel de otra gran poeta de su generación: Violeta Luna, como en el poema que abre el libro, “Sucede tarde el amor”:
Porque este instante se agota
como la aventura naciente
acaba la costumbre de ser joven
el sueño memorable
los indispensables errores
Hay una constante presencia del mundo familiar, del tiempo de la infancia, de los afectos invaluables de toda la vida, la pareja, la familia, los referentes artísticos y literarios que nunca nos conocerán pero a quienes adoramos y agradecemos por el arte que han compartido con la humanidad, como aquel que evoca a Van Ghog:
Girasoles
y más girasoles
el invisible sueño
en parcelas de amarillo
entre el límite de Arles
y la tierra prometida.
La poesía de Oderay describe a pinceladas, en un rico lenguaje sensorial en donde se mezclan colores, aromas, sonidos y también sentimientos. A veces también se apega a la narración como un recurso para sostener como un andamio la maravilla de la palabra hecha verso, ritmo e incluso rima. Pero, como en toda poesía lírica que se respete, es sobre todo ese buceo interior hacia donde se encuentran el fango y el oro en una mezcla que maravilla y perturba a un tiempo, como en su breve poema “Renuncia”:
Por fin vacía
liberada de mí misma
desposeída ajena
descargando mi acumulación de siglos
renunciando a llamarme
me postro en la negligente esquina
y te castigo indiferente
especulador insistente.
Mención aparte merece en este bello libro la sección intermedia, llamada “Segundo tiempo”, en donde Oderay también demuestra sus grandes dotes de prosista en textos poéticos y breves narraciones. Relatos, más que cuentos, viñetas, episodios de la vida, el recuerdo o la imaginación que conmueven con una fuerza juanramoniana y propia. Destaco particularmente el final, llamado “El pedido”, dolorido homenaje a la confianza infantil en las creencias heredadas de nuestros padres y madres, tierno reclamo a los dioses que a veces se olvidan de los más preciados anhelos de los niños.
Libro no solo recomendable, sino también necesario para que la bibliografía de la literatura ecuatoriana escrita por mujeres se vea enriquecida por las bellas poesías y los hermosos textos en prosa de Oderay Barriga. Libro al que todas y todos deberíamos acercarnos con curiosidad, con la mente y el corazón abiertos, sabiendo que no saldremos de esta lectura indemnes ante la profundidad de sus sentimientos y vivencias, así como de la gran belleza de sus palabras.