Del fútbol se ha dicho que es pasión de multitudes. Pasión que mueve pasiones, como ninguna otra manifestación humana, el fútbol es el espejo del mundo. En el fútbol como deporte se reflejan virtudes como el esfuerzo, la superación, la perseverancia, la solidaridad y el sentido de trabajo en equipo. Pero como reflejo de un mundo contradictorio, el fútbol reproduce la práctica mercantil del capitalismo, el afán de conquista y la corrupción.
Por la similitud de sus prácticas, al fútbol se lo ha asimilado como una representación bélica que simboliza los aspectos más notables de la guerra, a saber, ejecución de estrategias y tácticas, sentido de dominio, objetivo de conquista, sometimiento del contrincante mediante el uso de la fuerza, bajo el escarnio de la derrota y vanagloria chauvinista del triunfo.
Un análisis extradeportivo habría de desentrañar el momento en que le fútbol perdió su sentido lúdico de juego para convertirse en industria mercantil y adoptó, históricamente, las dinámicas de una sociedad en crisis siendo absorbido por ella. Desde su invención en Europa por los ingleses a partir del siglo diecisiete, la primera reglamentación surgiría en Cambridge en 1846 con la naciente Football Association de Londres. No obstante, el registro histórico consigna que los chinos fueron los primeros en divertirse dando patadas a pelotas y metiéndolas en redes como deporte en el siglo III A.C. Pero el predecesor de este deporte con balón más moderno tal y como lo jugamos hoy en día se encuentra en las Américas. En Mesoamérica, la vasta región que se extiende desde México a Costa Rica, los pueblos jugaban un deporte con una pelota pesada hecha de una sustancia derivada de la resina de los árboles.
Ya en el siglo XX, el fútbol adquiere una funcionalidad política cuando en los modelos italianos y alemanes en Estado nazi el deporte tendría el mismo espejo en el cual mirarse y, en concreto, como señala la investigadora Patricia Dogliani, en todas aquellas actividades físicas y recreativas que se convertirían en uno de los instrumentos más eficaces del régimen totalitario italiano para crear una cultura popular fascista y fortalecer un sentimiento de comunidad e identidad nacional a tono con los símbolos, mitos, rituales y lugares. En ese objetivo, aspectos como la obligatoriedad de la gimnasia y el deporte, la programación de ejercicios gimnásticos, la creación de asociaciones específicas para el adiestramiento físico de la juventud, la construcción de infraestructuras que creo Mussolini y el fascismo italiano, fueron políticas que destacaron en sus programas de gobierno.
Pero este deporte no mostró límites, es mucho más, y por eso destaca su enorme importancia como reflejo cultural de la sociedad. Sin embargo, el capitalismo absorbe toda manifestación cultural transformándola en un factor económico. El fútbol no fue la excepción al convertirse de juego competitivo en industria y negocio lucrativo de empresas que lo organizan, auspician o promueven. Así asociaciones, clubes y medios de comunicación hacen lucrativos negocios, a medida que el deporte se ha hecho industria y ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. El jugador se transa en un mercado, los clubes obtienen ingentes ganancias por los pases de los futbolistas y comercializan los derechos de difusión con empresas mediáticas que, a su vez, venden espacios a sus anunciantes bajo la forma publicitaria y propagandística.
Diversas actividades económicas capitalistas están reñidas con la ética. El faire play deportivo da lugar al lavado de dinero y compra de consciencias cooptadas por la corrupción. Escándalos protagonizados por directivos de la FIFA y de asociaciones de fútbol en todo el mundo, lo confirman. Actos reñidos con la ley han terminado con los huesos en la cárcel de dirigentes deportivos que vieron en el fútbol una oportunidad de enriquecimiento ilícito. Aun en su aspecto legal, el mercantilismo futbolístico que convierte al jugador en una mercancía demuestra cómo la lógica económica del capitalismo absorbe toda manifestación cultural en la dinámica de la rotación del dinero. Siempre se dijo que lo importante es competir, y esa máxima la hizo suya el deporte como una forma de poner en tensión las capacidades humanas, las virtudes físicas y espirituales de los competidores. Pero el deporte, y en particular el fútbol, como negocio no permite pérdidas: su objetivo es obtener ganancias, capitalizar lo invertido, sacar utilidades como toda actividad lucrativa.
El Mundial de fútbol 2022 está rodeado de denuncias de corrupción que fueron investigadas por Scotland Yard y el FBI. El oscuro rol de Joseph Blatter y Michel Platini fue puesto en tela de duda y la compra del club París Saint-Germain, y otras operaciones de los jeques árabes, irregularidades en las que el gobierno francés aparece en el centro de sospechas. Al inicio del torneo mundial de Fútbol en Qatar, resurgen las denuncias de negocios sucios y oscuras operaciones. Muchos están arrepentidos de haber elegido al país árabe, en manos de un emirato corrupto que viola derechos de las mujeres, los migrantes y los trabajadores, como sede de la cita de 32 seleccionados de fútbol de todo el mundo.
Volver al sentido deportivo
Tal vez sea tarde para volver al sentido puramente lúdico del fútbol. La reflexión de intelectuales y artistas acerca del fundamento del “deporte rey”, acaso permita reconocer sus connotaciones culturales y literarias que ha inspirado su creación.
En su significación mística, señala Eduardo Galeano, el fútbol es considerado la única religión que no tiene ateos. Con semejanzas con Dios, por la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales. En su vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol. Jugar sin hinchada es como bailar sin música, afirma Galeano. En su libro, El fútbol a sol y a sombra, el autor reconoce: “Este libro rinde homenaje al fútbol, música del cuerpo, fiesta de los ojos, y también denuncia las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad». Más allá del despliegue físico, el fútbol es un pensamiento que se juega más con la cabeza que con los pies, reafirma el escritor Milán Kundera.
Cabe preguntarnos al calor de estas reflexiones si el fútbol, como una máquina de generar sentimientos une a los pueblos. ¿Será que bajo la euforia, alegría, tristeza, rabia, desesperación, nerviosismo, sensaciones que experimentamos cuando vemos un partido de nuestro equipo de fútbol y que exacerban nacionalismos, se abrirán puertas y se tenderán puentes para un mejor entendimiento entre los habitantes de las naciones del mundo?
Lo sabremos, una vez más, cuando se escuche el pitazo inicial.