El título de la novela de Joaquín Gallegos Lara, Las cruces sobre el agua (1946) es mucho más que una metáfora, para convertirse en la denuncia de la masacre obrera que tuvo lugar en Guayaquil el 15 de noviembre de 1922, acontecimiento del cual conmemoramos hoy el centenario. En sus páginas, la novela de Gallegos Lara pasa revista a los procesos de explotación dados en el Ecuador a inicios del siglo XX, con tratamiento de temas urbanos en la narrativa ecuatoriana. Según se ha consignado, Las cruces sobre el agua es una novela que corresponde a “una época avanzada del realismo socialista ecuatoriano, ya menos costumbrista que desplaza su escenario hacia las ciudades”, donde el autor ubica a los protagonistas en los sectores más humildes y marginados, situándose él mismo en lo que Gramsci llamara los “intelectuales orgánicos” de la lucha política y social de los explotados.
Joaquín Gallegos Lara, nacido el 9 de abril de 1909 en el seno de una familia pobre de la ciudad de Guayaquil, fue militante del Partido Comunista ecuatoriano hasta su muerte el 16 de noviembre de 1947. Junto con escritores del «Grupo de Guayaquil», transformó la narrativa ecuatoriana y proyectó la literatura del Ecuador al mundo. Sus cuentos -entre los que destacan El guaraguao, y Era la mamá– combinan el uso del lenguaje montubio con situaciones de violencia, propias de una fatalidad de la especie humana. Gallegos Lara tenía las piernas atrofiadas y no podía caminar, pero participó en las luchas de su partido como militante, asistido en los enfrentamientos callejeros por su amigo, el mulato Juan Alberto Falcón Sandoval, quien solía llevarlo en hombros.
La novela de una masacre
Las cruces sobre el agua, narra una gesta heroica del proletariado ecuatoriano que organizó -junto a sectores artesanos- una huelga general contra el gobierno liberal de José Luis Tamayo en noviembre de 1922, y que concluye en una masacre con más de mil quinientos asesinados durante la represión perpetrada por el ejército ecuatoriano en respuesta a los actos de saqueo que tuvieron lugar durante la manifestación. Luego de la matanza las víctimas mortales fueron arrojadas a las aguas del río Guayas para ocultar detalles del crimen, lo que daría pábulo al título de la novela Las cruces sobre el agua.
Abdón Ubidia, en referencia a la novela de Gallegos Lara ha expresado que fue escrita por “un narrador omnisciente, ubicuo, que indaga las costumbres, dolores y esperanzas de aquellas gentes. Breves raccontos, constantes huidas hacia el pasado de los protagonistas, muestran, por parte del autor, su claro propósito de adensar la obra, de volverla un reflejo multidimensional de la realidad. Y la vida en esos barrios discurre cuotidiana, normal: no es justa, no es buena; mas, a despecho de esa medianía, resalta en ella una suerte de derecho al estoicismo: cada quien sobrelleva su existencia como mejor puede (…) Los amores, desencantos, bondades, miserias del mundo suburbano, constituyen la materia prima de estas páginas. Paulatinamente, sin embargo, se va insinuando en ellas un nuevo nivel: poco a poco, la novela desliza informaciones de otro tipo: el cacao ha caído, se produce una rebaja de salarios luego de una súbita devaluación de la moneda. De pronto, las acciones se aceleran. Proliferan los paros, las huelgas de protesta. Los pobres se organizan, preparan una gran concentración: es el 15 de noviembre, fecha que se revela, así, como el motivo subyacente, o mejor, como el nudo demorado de la novela (…) ha sido precisa esa forma asimétrica que tiene Las cruces sobre el agua, para dar cuenta de la irrupción brutal, absurda, de la muerte en el mismo seno de la vida: la novela mata, artera, vertiginosamente, a sus personajes, conforme el batallón Cazadores de Los Ríos, masacra a los guayaquileños (…) En el vértigo de historias espeluznantes de las últimas páginas, el tiempo de la novela ya no es el mismo que el de la realidad que narra: el tiempo «real» se ha detenido en la hora de la matanza. Las ágiles páginas que vienen luego, ya no podrán referirse sino a él. Forma y contenido, nudo y vuelco son, en esta novela, superposiciones de fondo: la de la muerte en la vida”.
Las Cruces sobre el agua, lúcido testimonio denunciante de uno de los capítulos más vergonzantes de la historia del país. Una voz siempre alerta que mantiene viva la memoria social de los ecuatorianos, a fin de que la historia no se repita ni como tragedia ni como farsa.