Los pueblos que no tienen memoria están condenados a repetir su historia. Esta es una sentencia de la vida misma, olvidada tantas veces en Ecuador, que pone al país en el trance de reiterar sus injusticias sociales, cuando no sus errores políticos de manera acrítica.
El 9 de octubre, fecha para los guayaquileños al parecer colmada de olvidos, tuvo lugar un hecho político fruto de la amnesia histórica contagiada al país por las propias autoridades de la Asamblea Nacional. En ceremonia oficial, conmemorativa de la Independencia de la ciudad de Guayaquil, el presidente del Legislativo, Virgilio Saquicela, y la Primera Vicepresidenta, Marcela Holguín, hicieron entrega de un Reconocimiento Post Mortem a León Febres Cordero, mención que fue recibida por la hija del ex mandatario.
En su acápite central el “reconocimiento a ilustres ciudadanos e instituciones de la provincia del Guayas”, señala: “En homenaje postmortem a su invaluable trabajo, dedicación y contribución al desarrollo de nuestro país, al señor ingeniero León Febres Cordero R., al mérito cívico, por su legado de civismo como ex presidente de la República del Ecuador y Alcalde de la ciudad de Guayaquil, misma que la reconstituyó cívica, moral y administrativamente convirtiéndola en un referente nacional e internacional”.
No sabemos si el perdón y el olvido contribuyan a ennoblecer la práctica política en el país, tan venida a menos por acciones y omisiones de sus representantes que el pueblo ecuatoriano sabrá juzgar en su momento. Lo que sí sabemos es que ese mismo pueblo no olvida las injusticias y crímenes cometidos por quienes fueron elegidos para gobernar con respeto a los derechos humanos y para dar solución desde el poder a los ingentes problemas populares. Ese mismo poder, cuando se hace mal uso del mismo, lejos de ennoblecer la política la empobrece convirtiéndola en un oprobio.
También sabemos por referencias directas que los padres de Santiago y Andrés Restrepo Arismendi, hermanos adolescentes asesinados por la policía en el gobierno de León Febres Cordero prometieron “dar hasta la vida por sus niños”. De igual modo que familiares de la profesora Consuelo Benavides, asesinada por efectivos militares en el mismo régimen febrescorderista, no escatimaron esfuerzos hasta conocer la verdad de lo acontecido a la víctima.
Invaluables vidas prematuramente arrebatadas brutalmente por crímenes de Estado, en manos de políticos que no se hicieron merecedores a perdón ni olvido. No obstante, hoy son homenajeados, reconocidos en sus méritos cívicos y convertidos en héroes populares.
El régimen febrescorderista
El expresidente León Febres Cordero es recordado por ejercer el poder de forma violenta, con el objetivo de eliminar toda organización social o popular que fuera contra su régimen. La represión que se dio entre los años de 1984-88 fue la más cruel que como ecuatorianas y ecuatorianos hemos conocido. Para ilustrar este triste hecho en la historia del país, valga de testimonio la violación de los derechos humanos a los militantes de la organización político militar Alfaro Vive Carajo (AVC). Proceso que comenzó en el año 1984 con la creación de los “escuadrones de la muerte”, organizados en la policía para reprimir la protesta social, en particular, a la militancia de izquierdas en el país. El gobierno del llamado Frente de Reconstrucción Nacional era una alianza entre el Partico Social Cristiano, el Partido Liberal Radical e independientes de derecha, dicho Frente era la representación ferviente de los intereses empresariales de la oligarquía. Por ello no es raro que Febres Cordero haya implementado un proyecto económico de corte neoliberal siguiendo todas las recomendaciones del FMI, junto con un estilo de mando autoritario y represivo, orientado a disolver, desaparecer o aplastar cualquier forma de oposición política, social y mediática.
El líder de AVC, Arturo Jarrín, fue sometido a “técnicas de investigación”, colgado de los dedos pulgares y sometido al tanque o submarino, electrocutado con numerosas descargas eléctricas sobre su cuerpo, en las instalaciones del ex Penal García Moreno. Finalmente fue asesinado con treinta disparos. (Comité Ecuatoriano Contra la Impunidad Internacional, 2005). La historia registra que el año de 1986 fue el más violento y sangriento en Ecuador. El 4 de enero de ese año fue asesinado Fausto Basantes; el 11 de septiembre durante una balacera entre las fuerzas de seguridad y militantes populares, resultando muertos Hameth Vásconez Viten, María Argentina Landao y Wladimir Sarabia, y el 29 de septiembre José Flores junto a su esposa Sayonara Sierra Freile y Roberto Regalado, son asesinados en su domicilio.
Una Comisión de la Verdad encargada de dar a conocer la situación en materia de Derechos Humanos en el Ecuador, estableció en su informe que dentro del periodo de 1984 hasta 2008, existen 831 víctimas directas de violación de sus derechos, y durante el gobierno de León Febres Cordero se cometieron un 68% de los casos totales de violación de derechos humanos. Ecuador, desde el año de 1984 hasta el 2008, presenta 269 casos de privación ilegal de la libertad y 365 torturas. La mayoría de estos actos fue bajo el gobierno del ex presidente Febres Cordero, en el primer caso 220 (81,78%) y para segundo el caso se dieron 273 (74,79%) de torturas. (Comisión de la Verdad, 2008). La principal motivación del Estado para el cometimiento de estos crímenes, fue hacer cumplir la lucha contrainsurgente en contra de jóvenes militantes que, con razón o sin ella, quisieron demostrar consecuencia con su línea ideológica y una práctica que reflejaba un compromiso con sus ideales a costa del sacrificio de su propia vida.
Que con motivo de conmemoraciones locales la alcaldesa del cabildo porteño, Cynthia Viteri, realice homenajes a su coideario tiene su explicación en obsecuencias políticas; que lo haga un representante y una representante de un poder del Estado -la Asamblea Nacional- que dice representar a todos los ecuatorianos, es una cosa muy distinta. ¿Tan insostenible es una elemental consecuencia política y coherencia con la historia del país? El socialcristianismo representa una minoría de la Asamblea Nacional como para que sus autoridades, en nombre de todos sus miembros, efectúen un homenaje a un militante de esa tendencia, históricamente cuestionado por los ecuatorianos. ¿Acaso forma parte de los acuerdos existentes entre el correísmo y los socialcristianos? Por elemental respeto, al menos, se debió consultar al pueblo si está o no de acuerdo en rendir homenajes postmortem a políticos por sus acciones y omisiones.
Este despropósito explicaría el rechazo popular a un órgano legislativo que adolece de una grave crisis de representatividad. El pueblo, sin amnesia histórica, no concederá perdón ni olvido.