Que la guerra es la política por otros medios no explica su horror. Que la política es la economía por medios impositivos acaso explica los enfrentamientos entre pueblos con una historia compartida. En todo caso, la dinámica de la guerra mucho se asimila a jugar con fuego, arriesgar a quemarse con disimulo. Esta lógica belicista explica porque la ONU condena de manera unilateral los ataques más recientes de Rusia contra posiciones ucranianas que calificó de “escala inaceptable”.
Sabido es que lo primero que muere en una guerra es la verdad. Y el signo más inequívoco de aquel vacío es la incoherencia de las instituciones internacionales que no se pronuncian de manera imparcial en todos los casos. La muerte de la verdad impide luchar a favor de que la guerra termine, sin tomar partido necesariamente con una de las partes.
En el caso de la guerra ruso ucraniana, resulta difícil mas no imposible bogar por la paz sin condenar unilateralmente a uno de los adversarios. Sin embargo, durante casi una década de ataques de las fuerzas ucranianas a las regiones de Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporozhie con una mayoritaria población de origen ruso, en la que han muerto miles de civiles y otros tanto han resultado heridos y los daños materiales son incalculables, los organismos internacionales, la ONU, los gobiernos occidentales y otros, no han hecho jamás declaración alguna condenando los ataques y llamando al diálogo pacífico. Estas mismas organizaciones internacionales han guardado vergonzante silencio ante los bombardeos por fuerza ucranianas a zonas cercanas a la central nuclear de Zaporiyia, la mas grande de Europa. Nunca hubo una reacción condenatoria ante tan grave peligro cuando los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica constataron el riesgo de los ataques.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, con la complicidad de los Estados Unidos, ha ensimismado desde Ucrania a las fronteras rusas armamentos y avanzados sistemas de misiles que son una provocación y una fuente de fricción capaz de desencadenar una guerra, a la par de invitar a Ucrania sumarse a la OTAN, en un acto deliberado de provocación al gobierno ruso. No obstante, la comunidad internacional no ha escuchado una condena de parte de los organismos creados para preservar la paz mundial.
Acto terrorista
En la más reciente provocación el gobierno de Ucrania perpetró un acto terrorista con sus fuerzas militares al hacer estallar una parte importante del puente que une a Crimea con Rusia, con el saldo de cuatro muertos y la interrupción del tránsito vehicular por tan importante vía internacional. El ataque fue celebrado por el gobierno de Kiev, con el coro de los gobiernos europeos, pero nunca se convocó al Consejo de Seguridad de la ONU, instalado para estos casos, e investigar tan grave provocación.
La prensa occidental también replica a coro la retórica antirrusa estimulada por las amenazas del presidente Joe Biden de hacer “rendir cuentas a Vladimir Putin por las atrocidades cometidas en la guerra”, mientras EEUU incrementa la ayuda bélica a Ucrania proveyéndole equipo militar, incluidos sistemas avanzados de defensa aérea al país europeo. No en vano el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, alertó que «si en esta guerra gana el presidente ruso Putin, no solo sería una gran derrota para Ucrania, sino también para todos los países de la OTAN”, por tanto, la organización militar europea llevará a cabo ejercicios bélicos de las fuerzas de disuasión nuclear para evitar una escala.
Aquello es, sin duda, jugar con fuego y pretender salir incólume sin quemarse.