El viejo cuento del lobo dice que el lobo viene, que el lobo viene a comerse las ovejas, y el lobo no llega y quien avisa de su falsa llegada se burla de los pastores y cuando el lobo llega en verdad, nadie cree en el riesgo de su llegada. Algo parecido pasa con el riesgo de invertir en el país.
Según un reporte económico el Riesgo País que superó los 1.000 puntos durante los días del paro de junio, sigue subiendo y esta semana sobrepasó los 1.500 puntos después de casi dos meses de terminadas las protestas. Ahora, supuestamente, son el precio del petróleo y factores políticos los que elevan este indicador que mide las probabilidades de pago de un país y del que depende el costo de financiarse. Como el cuento del lobo, el riesgo sube por factores subjetivos y cuando es real, nadie lo cree.
Objetivamente el riesgo país, es el riesgo que tiene una nación frente a las operaciones financieras internacionales. Afecta a la inversión extranjera directa y determina si en ese país existe un escenario óptimo para la inversión o no. Si el riesgo país es elevado, el riesgo de invertir en ese país es más alto. Existen muchas causas objetivas de un riesgo país elevado, el tono político, económico o la seguridad pública. Los factores de riesgo más importantes a tener en cuenta de un país son el Esfuerzo Económico o la calidad y veracidad de los datos macroeconómicos del país, a través de los cuáles se puede ver su nivel de actividad económica. Riesgo Político o nivel democrático de las instituciones que los gobiernan, así como el conjunto de partidos políticos que componen las cámaras de representación. Crediticios o indicadores de deuda del país frente al exterior y deuda respecto al PIB. Calificación Crediticia o evaluación de su capacidad de pago e incumplimiento. Acceso a financiación de los bancos o estabilidad y solvencia del sistema bancario. Financiación a corto plazo o liquidez y acceso al crédito. Acceso a financiación o desarrollo de las estructuras del mercado de capitales e integración con el resto de mercados.
El Riesgo País forma parte del lenguaje cotidiano en las economías de América Latina, especialmente en las que se viven profundas crisis como Ecuador, por lo que se trata de un indicador decisivo para el destino financiero de toda nación. Matemáticamente hablando, el riesgo país, es la diferencia que existe entre el rendimiento de un título público emitido por el Gobierno Nacional y un título de características y maduración similares emitido por un ente que se considera tiene el menor riesgo del mercado financiero internacional (actualmente los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos). Su importancia está dada a partir de que los países dejan de endeudarse con la banca y buscan organismos internacionales para adquirir préstamos que propicien el cumplimiento de sus metas, por lo que deben lograr que los agentes no consideren que el riesgo de pérdida en su inversión sea alto, para tener la posibilidad de adquirir dichos créditos.
En otras palabras, el propio “chulquero” internacional nos califica de riesgosos o no. El Estado ecuatoriano sólo podrá recibir fondos si puede convencer a los inversores o prestamistas de que es un país confiable y de que en el futuro se encontrará en condiciones de pagar los servicios de la deuda adquirida. De esta manera, el Riesgo País, básicamente, indica la desconfianza de los mercados en la capacidad de un Estado para hacer frente a sus deudas y obligaciones. Ecuador de Lasso no logra convencer a sus inversores de que en un porvenir “lo mejor está por venir”, como dice el eslogan de un banco de su propiedad. Prueba de ello, es que nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, nos calificó recientemente de país riesgoso, peligroso e inconveniente para invertir. El Riesgo País, es calculado por distintas entidades; las más influyentes y conocidas, son las Calificadoras Internacionales de Riesgo, como Moody’s, Standard & Poor’s o Fitch-IBCA. También existen empresas que calculan el Riesgo País como Euromoney o Institutional Investor y otras.
El peor riesgo del país
Pero existe otro riesgo del país ecuatoriano: el riesgo interno de vivir en un país sin justicia social, sin políticas públicas populares, regentado por un clan de privatizadores que quiere destruir al Estado para gobernar al país bajo riesgo de amenaza e inseguridad constante. Administrarlo como si fuera su banco, reducto feudal o su huasipungo financiero. Ese es el verdadero riesgo que debe importarnos a los ecuatorianos, que lo vivimos diariamente como un drama de haber nacido o afincado en estas tierras riesgosas. El peor riesgo país, es aquel que han impuesto los narcos traficantes en colusión con narcogenerales y sicarios asesinos que rebasan en capacidad, inteligencia y violencia al propio Estado. Ese es el riesgo de un país sin dios ni ley, o sin quienes, responsables de nuestra seguridad ciudadana no la garantizan por incapacidad o por haber contratado a consejeros, secretarios y asesores ineficientes, sin preparación superior para ejercer sus cargos concedidos por amistad y falsas lealtades.
Son estos mismos asesores que improvisan argumentos para explicar el riesgoso país que tenemos. Tras su visita a organismos multilaterales, en julio pasado, y cuando el riesgo país estaba sobre los 1.300 puntos, el ministro Pablo Arosemena indicó que esa última subida ya no tendría que ver con Ecuador, sino con el contexto internacional. “La subida de las tasas de interés (por ejemplo), eso es por contexto global porque afecta a toda Latinoamérica”. El funcionario esperaba que vuelva a bajar este indicador en la medida que vayan llegando a acuerdos en las mesas de diálogo. Al momento solo la mesa de banca ha firmado un acuerdo. Por su parte, un inefable Alberto Dahik afirma que “el riesgo país no bajará si no hay un cambio radical en el Ecuador, y con ese riesgo país alto no podemos financiarnos (…) el entorno político no es muy bueno. La Conaie por segunda vez paralizó al país, y ahora amenaza nuevamente con hacerlo si no se cumplen sus demandas. Y esas demandas significan más déficit, y ello es menor capacidad de pago de la deuda. Proponen controles de precios, proponen que no se vendan activos del Estado, proponen todo aquello que hace que un país deteriore su economía y no pueda pagar sus deudas. Los analistas ven que las mesas de diálogo tratan de frenar la inversión en minería, la única que puede sustituir en el mediano plazo al petróleo como fuente de divisas”.
¿Qué camino queda al presidente Lasso, hablar con el FMI para que influya en los calificadores arbitrarios del riesgo país ecuatoriano? ¿Cambiar sus secretarios, asesores y consejeros, no son ellos lo que se creen el cuento del lobo? ¿Cómo entender que un mandatario banquero con experticia supuesta de manejarse bien en los negocios, inversiones, créditos, intereses, etc., lleve al país que gobierna al más alto riesgo económico y asuste a sus propios socios gringos? Algo debe estar haciendo mal, tal vez sus asesores consejeros y adláteres a sueldo fijo o ad honorem, no son lo suficientemente preparados para realizar su laburo, o quizás son demasiado obcecados en improvisar una gestión para tratar de cumplir a raja tabla con el consejero mayor, el FMI.
Mientras tanto, millones de ecuatorianos seguimos en riesgo de vivir en un país riesgoso bajo la responsabilidad de quienes deberían disminuir ese riesgo, como en el cuento del lobo.