Las agencias informativas y los medios mercantilistas tienen una particularidad: generan noticia cuando hacen mucho ruido y cuando no lo hacen. El silencio en las pantallas, en las emisoras de radio y la indiferencia de las páginas de los periódicos es señal de que algo pasa, aun cuando sus mesas de redacción quieran posicionar la idea de que nada pasa.
Eso es lo que está pasando con el tema Venezuela que, de la noche a la mañana, para los editores dejó de ser mediático. Se cierne el silencio sobre los temas venezolanos que hasta hace poco escandalizaban y, por tanto, daban rating, lectoría y audiencia regional. Hubo un tiempo hasta hace poco en los informativos en que la noticia recurrente era venezolana, en estos términos: “la crisis humanitaria que sufren los venezolanos, en Venezuela la gente pasa hambre, más de tres millones de personas han abandonado el país, es la peor crisis migratoria des pues de Siria, la situación es desesperante, Maduro ha negado que su país esté sufriendo una horrible crisis sin precedentes para un país rico”.
Esa era la tónica del concierto mediático internacional y local. Una campaña concertada que silenciaba, por ejemplo, que el régimen venezolano estuviera enfrentando con relativo éxito la hiperinflación, el descalabro de la moneda local y alcanzara un crecimiento económico conseguido con todos los sacrificios imaginables. Hoy día, al parecer, se ha silenciado buena o mala parte del diccionario en las mesas de redacción de los medios occidentales, palabras como crisis humanitaria, derrumbe petrolero, hiperinflación, éxodo venezolano ya no sirven para describir la situación económica venezolana que por muy frágil que parezca en los últimos tiempos está dando señales de una mejora importante.
Para muestra algunos botones. En el mes de abril de 2022, el banco de inversiones Crediwiss hizo unas predicciones impactantes: la economia de Venezuela crecerá un 20% en 2022 y será la que más rápido crezca a nivel global este año y el próximo. En sus predicciones, la Agencia Blumer anticipó un 8% del PIB el mayor en los quince últimos años en Venezuela. A estos vaticinios se suman otros más modestos, pero positivos. La Comisión Económica para América Latina, Cepal, anunció que Venezuela tendría el mejor desempeño de la región. Y, para no ser menos, el Fondo Monetario Internacional, FMI, proyectó un crecimiento del 1,5% para Venezuela, no obstante que, hace cuatro años le calculaba al país sudamericano una inflación de un millón por ciento.
Sin embargo, no todo es color de rosa en Venezuela. La realidad venezolana sigue siendo compleja, el contexto es confuso y los factores de crecimiento no son pocos. La economía venezolana se debate aun en un clima “muy turbulento” como efecto aún del golpe del 2015 por la caída de los precios del petróleo y las sanciones impuestas por Washington, en un decreto presidencial de Obama que estigmatiza a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria para los Estados Unidos».
En la práctica, la medida significó el congelamiento de los fondos venezolanos en el extranjero, se reconoció como presidente legítimo a un diputado que se autoproclamo jefe de Estado en la tarima de una plaza pública y pasa a controlar las empresas venezolanas en el exterior. Como resultado de la intervención norteamericana, el PIB venezolano se contrajo en un 83%. No es igual crecer un 20% sobre un PIB de 40 mil millones que crecer un 4% sobre un PIB de 370 mil millones.
En la actualidad y durante el 2022, la tendencia de los precios del petróleo está al alza; algunas sanciones se levantan puesto que, al sancionar a Rusia, los EE. UU provocó una mayor escasez de petróleo y consecuente alza de precios y ahora el país norteamericano acude a Venezuela para venderle petróleo. El crudo continúa siendo la principal fuente de riqueza de Venezuela que cuenta con las más grande reserva del mundo; en 1998 llegó a superar una producción diaria de 3 millones de barriles, y en el noviembre del 2020 cayó a 434 mil barriles por día, posteriormente se duplicó gracias al asesoramiento que el país recibe de otros socios petroleros. El resultado es que en la economía venezolana suben los ingresos, aumenta la demanda de servicios y mejora la oferta de puestos de trabajo. La hiperinflación venezolana se redujo a 8% mensual, debido a la “dolarización de facto” que se impuso en el país y por algunas medidas reactivadoras.
El país logra vencer el aislamiento internacional, algunas aerolíneas anunciaron que restablecerán vuelos hacia Venezuela y se deja de hablar del “éxodo venezolano”, ahora hay que hablar del retorno de venezolanos a su país; de hecho, hace 4 años que está en marcha el plan Vuelta a la Patria con el que ya regresaron 30 mil connacionales.
La pregunta pertinente es: ¿Qué tan irreversible es todo este nuevo panorama? La respuesta, más allá de la opinión de los detractores, y de aquellos abiertamente interesados en que las cosas en Venezuela no signan mejorando, es que todo depende del ritmo de recuperación con una caída y una subida rápida de algunos sectores que suben y otros que bajan. Nada diferente a América Latina, pero en este caso se trata de un país que ha estado sometido a severas sanciones, intentos de golpes de Estado, intentos de magnicidio y desconocimiento de la comunidad internacional.
La situación es clara: ¿a quién beneficia un derrumbe venezolano, no es acaso más auspicioso la superación de la crisis en ese país sudamericano? Esa es la mejor contribución a la justicia social y la democracia en Venezuela, pese al silencio mediático.
Cuando el río suena, piedra trae, y, si no suena, ya traerá.