No deja de sorprender cuando la política se vuelve un careo frontal de verdades dichas en el rostro del otro, del que prefiere el simulacro de la política, el eufemismo que manipula, cuando no, la estigmatización arrogante que descalifica.
En reciente comparecencia el ministro del Interior, Patricio Carrillo, al seno de la Comisión de Derechos Colectivos y la Interculturalidad de la Asamblea Nacional, recibió un capoteo fiscalizador con estocada final, a cargo de la representante progresista Paola Cabezas Castillo. Mujer frontal, lúcida que, desde su condición feminista de color, levantó la voz para increpar a un ministro y juzgarlo políticamente por “incumplimiento de funciones” en el cargo.
Cabezas, sentada junto al funcionario, comenzó diciéndole que, “no le gusta tenerlo en la Asamblea Nacional, porque él debería estar trabajando (…) Algo debe estar pasando y no debe estar tan equivocada la gente y la Asamblea Nacional, para que pase tanto tiempo en ese lugar”.
Carrillo se sorprendió de inicio, al percatarse por dónde y cómo veían los capotazos. Adoptó una postura que disimulara su incomodidad y se cruzó de brazos en una actitud ambigua entre defensiva y desafiante.
Paola, empoderada en su condición de mujer, hizo gala de ironía para insinuarle al ministro Carrillo: “usted suele tener destellos de lucidez, nunca voy a olvidar que cuando estuvo en el pleno de la Asamblea Nacional, hacía todo un diagnóstico de por qué se estaban generando los problemas en el país y dijo claro: son las inequidades, lo que está pasando es que no hay inversión social, usted lo dijo en esa oportunidad”.
Carrillo sonreía nerviosamente, sin embargo, parecía hundirse en el asiento.
Paola daba nuevos capotazos, sin asomo de maledicencia, sino incluso con afectación emocional de quien pasa revista a un escenario de protesta social convertido en campo de batalla: “El problema no pasa por reprimir, pasa porque el régimen tiene una política hambreadora y de muerte y pretenden lavarse la cara”.
Con la memoria a flor de piel, recordó otras circunstancias similares: “Exactamente lo que ocurrió en octubre del 2019 es lo que implosionó junio de este año”. Y exigió rendición de cuentas: “Asuman esa responsabilidad, queremos una policía -que son buenos- que tienen problemas, tienen hambre y todas las vidas importan. Nos duele que, por malas decisiones de ustedes, manden a los policías a perder la vida. Háganse responsables también de eso, de las vidas de los civiles, pero también de los policías por sus decisiones políticas”.
Carrillo, a esas alturas, con una actitud y un rictus en el rostro de no sentirse afectado por las palabras de la asambleísta Cabezas, la miraba con una sonrisa que pretendía ser de ironía y no era más que de incomodo nerviosismo. Incomodidad del macho enfrentado por una mujer de color. Doble afrenta, conforme su ideología de machismo y subestimación étnica policiaca. Bebía agua del vaso que tenía en frente suyo para humedecer la garganta reseca.
Paola enrostraba nuevas verdades: “Porque no les gusta dialogar, a ustedes les apesta el pueblo, tienen un ego tan grande que cuando alguien les demanda diálogo no quieren. Eso se podría haber evitado, pero el presidente todavía no se aparece en las mesas de diálogo”.
Y se aprestaba para coronar la faena con estilo y arte de lidiar: “No podemos estar en un choque de trenes, estigmatizando a la gente pobre, estigmatizando a los que no tienen qué comer, estigmatizando a los que se están muriendo porque ustedes tomaron la decisión de que la policía vaya y mate a inocentes y no se encargue de encarar al crimen organizado”.
Y al final de la faena, entró a matar las mentiras de una narrativa oficial irresponsable y funesta: “A esos encárenlos, porque los matan la policía, pero también los matan los criminales y esa sí es política de Estado, política de muerte que ha instalado el gobierno de Guillermo Lasso y usted tienen que responder”.
Nadie salió en hombros del recinto parlamentario. Nada más quedó en el ambiente la sensación de que aún quedan esperanzas de confiar en los representantes populares que, sin aspavientos ni simulacros políticos, encaren la política con un compromiso de verdad para cantar las verdades en defensa de los derechos colectivos. Y lo hagan desde una posición históricamente discriminada por venir de provincia, ser mujer y ciudadana afrodescendiente. Enhorabuena.