Se aproxima el 10 de agosto y como fecha movible este año se hará un “puente” que una el miércoles 10 con el domingo 8 en una sola jornada vacacional que, acaso sea el único interés de los gobernantes y administradores del negocio turístico. La movilidad de la fecha patria que evoca el Primer Grito de Independencia de 1809, se asimila a la movilidad de las ideas que inspiraron el gesto rebelde que marcó el inicio del proceso de Independencia del Ecuador. Movilidad funcional en tiempos de neoliberalismo, cuando remover principios democráticos y reemplazarlos por la exclusión política y económica y la inseguridad es pan de cada día en la mesa del gobernante. Reacomodo político cotidiano para seguir ostentando el poder bajo una improvisación que conduzca a lo que el régimen tiene marcado en su agenda: la privatización del país como un proceso de conservación de privilegios minoritarios en desmedro de las grandes colectividades populares.
Allí donde hubiese sido imperativa la seguridad social y ciudadana, el régimen de Lasso propone Seguridad Nacional del Estado, clásica doctrina de origen foráneo difundida entre las fuerzas armadas latinoamericanas en escuelas de formación militar de Centro América.
Ecuador, cada vez más distante de la democracia real, es conducido por poderes fácticos privados porque el Estado gobierna cada vez menos. El país se encamina peligrosamente a ser un Estado ya no de derechos, sino de privilegios minoritarios, todo apunta en esa perspectiva del régimen vigente.
Demás está decir que sobra decir tantas cosas. A diferencia de aquello que los publicistas del Gobierno hacen decir al presidente Lasso leyendo un teleprompter los días martes, Ecuador no avanza hacia la seguridad sino hacia la incertidumbre; no profundiza la democracia sino la exclusión social; no se recupera económicamente, sino que exhibe factores puestos de relieve por el propio socio comercial norteamericano que nos define como un país de alto riesgo de inversión por inseguridad jurídica, bloqueo legislativo y corrupción.
Y el régimen insiste en una democracia militarizada, con “fuerzas del orden” funcionalizadas para reprimir la protesta social y no a la delincuencia organizada o improvisada en cada barrio. Y no es que el gobierno actúe inspirado en la maldad, actúa en defensa de quienes lo eligieron, empresarios y banqueros, y de quienes lo sostienen, el Fondo Monetario Internacional, por tanto, concluye en que debe reprimir a sus enemigos.
Como en los inicios de la Independencia, los sectores oligárquicos criollos liberados al calor de la lucha contra el establecimiento colonial, hoy sus herederos sociales propugnan conservar el statu quo, en función de sus prebendas y desmedro de las mayorías pauperizadas. Una muestra de las necesidades económicas y sociales no resueltas fue la fila de más de seis mil personas optando a un empleo con 200 vacantes para ayudantes de barrenderos municipales.
La movilidad ideológica de la sociedad ecuatoriana altera la conmemoración de fechas patrias con la misma facilidad que altera los fundamentos democráticos que deben regir una sociedad de derechos. Es el resultado de un Estado en manos de funcionarios sin principios ni fines claramente definidos.
De cara a las elecciones de gobiernos seccionales, se debe tener en cuenta la movilidad ideológica del Ecuador a la hora de concentrar voluntades de cambio social y trabajar por la conformación de un frente político amplio que lo haga posible. Esa mórbida movilidad puede echar por la borda todo intento unitario popular, condición indispensable para alcanzar el gobierno en la perspectiva de lograr el poder. Por lo pronto amerita recuperar la certeza histórica este 10 de agosto, consecuentes con nuestras efemérides patrias y sus fechas y principios inamovibles.