Se dice que el chileno es el pueblo más nostálgico del mundo, y que esa nostalgia nace en un rincón del alma del país más chauvinista del planeta. Como quiera que sea, los hijos de la tierra de la Mistral y de Neruda llevan consigo su país como un grito, un canto, un aroma, un tricolor, un puño rebelde de su tierra en alto para aclamar la justicia, la libertad y la solidaridad de su pueblo con otros pueblos del mundo. No en vano, el himno nacional chileno proclama que su territorio, ¡o la tumba será de los libres, o el asilo contra la opresión!
Al chileno le basta un lugar en el planeta donde disfrutar una célebre empanada chilena, acompañada de buen vino elaborado en los valles centrales de su terruño, como una larga y angosta faja de tierra extendida sobre una cornisa de Sudamérica, entre al Pacífico océano y la imponente cordillera de Los Andes, terruño persistente en una loca geografía como una larga, triste e interminable cueca.
La cueca chilena que “por sobre todo es historia, es epopeya, es paisaje, es soledad también a veces, es conflicto y drama muchas veces”, como señala la folclorista chilena, Margot Loyola. Como versa La Cueca triste, de Víctor Jara, “Vidala tengo una pena, te quise con mala suerte, vidala así es la vida, como pa’ querer la muerte, mi sangre hubiera dado por defenderte, mi amor fue como el viento que no envejece, que no envejece, sí, la ventolera, se me fue vidalita el alma entera, anda mi mala estrella tengo una pena”.
Y esa conciencia chilena de ser el país más largo del mundo, el más angosto a punto de caer al mar empujado por la cordillera telúrica o la historia violenta, hace de Chile un país que se ironiza a sí mismo: “Ayúdame usted compadre a gritar un viva Chile, la tierra de los zorzales y de los rojos copihues”. Aunque el canto de los zorzales acallara el grito de los torturados y el rojo de sus copihues se confundiese con la sangre de los asesinados por la dictadura militar de Pinochet.
“Con su cordillera blanca, puchas que es linda mi tierra, en Chile no llora nadie porque hay puros corazones”. Aun cuando millones de chilenos y chilenas hayan llorado a los suyos después de que el régimen militar asesinó más de 3 mil chilenos, encarceló a más de ochenta mil y mandó a un millón de compatriotas al exilio involuntario.
“Chile, Chile lindo, lindo como un sol aquí mismito te dejo hecho un copihue, mi corazón”. Un copihue rojo, como el rojo corazón de los chilenos que luchan por un nuevo país que deje atrás los rezagos de la oprobiosa dictadura, en una nueva Carta Magna que constituya un país más justo, incluyente y solidario.
La Constituyente
Yo apruebo, versa la consigna de millones de chilenos y chilenas que, dentro y fuera del país, proclaman una nueva Constituyente, con nuevas normas y renovadas esperanzas de justicia. El proceso constituyente en Chile se refiere a las diferentes iniciativas para reemplazar la Constitución Política de la República de Chile que fue promulgada en 1980 durante la dictadura militar dirigida por Augusto Pinochet. En octubre del 2020, Chile hizo historia cuando una amplia mayoría -de casi el 80% de la población-, aprobó cambiar la Constitución que actualmente rige en el país del sur y que fue escrita durante el régimen militar. La tarea, sin duda, ha sido compleja y ha estado acompañada de acalorados debates sobre lo que se debe incluir y descartar una Constitución que pretende representar los anhelos de la gran mayoría de los chilenos y que es seguida de cerca en países de América Latina como un posible ejemplo para resolver crisis políticas y sociales. La propuesta deberá ser aprobada en un plebiscito que se realizará el próximo 4 de septiembre y donde el voto será obligatorio.
Reunidos este domingo en la Plaza Chile, de la avenida Eloy Alfaro en Quito, un puñado de chilenos proclamaron su apoyo internacional al Yo apruebo. Pronunciaron discursos, cantaron y bailaron la cueca chilena y evocaron la ausencia de los que ya no están entre los suyos: “Jorge Poblete, Luis Molina, Mario Brasea, Julio García, Mario Villalobos, Miguel Ángel Soto, Marianela Vivanco, Patricia Molina, Héctor Wolfs, Miguel Olivares, Carmen Silva, exiliadas y exiliados chilenos que en Ecuador hicieron familia, patria y profesión. Ellos, como millones de chilenos, han luchado por el Yo Apruebo, cuando en este mismo lugar nos juntamos para exigir el voto de los chilenos en el exterior y en este mismo lugar hoy exigimos tener una Constitución acorde a la democracia y a los derechos de todos los ciudadanos”
Este 4 de septiembre, fecha mítica de Chile, los chilenos asistirán a votar por el Yo Apruebo un nuevo Chile, con una sola proclama: “Afírmense las espuelas y echen la manta pal la’o. Y mándese aquí una cueca de esas pa’ morir para’o. Que canten con las guitarras hasta los sauces llorones. Que en Chile no llora «nairen», porque hay puros corazones”.