De no ser porque las imágenes se hicieron virales en las redes sociales y los noticieros de televisión encontraron que la noticia acarreaba rating y la replicaron hasta el cansancio, habríamos pensado que se trata de una escena surrealista de Steven Spielberg: 6 mil postulantes hacen fila en una vía urbana de Quito postulando a 200 plazas de barrenderos municipales, ofertadas por la Empresa Pública Metropolitana de Aseo (Emaseo EP). Muchos acudieron a la cita con títulos universitarios de cuarto nivel, y otros con experiencia en trabajos calificados.
¿Desde cuándo se volvió tan atractivo barrer las calles de la ciudad y su mensualidad tan lucrativa? Se conoce que el sueldo disponible para el cargo de barredor callejero municipal es de 520 dólares, en tanto que, el sueldo del alcalde de Quito es de USD 5.500 mensuales y el de un concejal es de USD 2.750, en cambio nadie hace cola para esos cargos en la capital. Sin embargo, el “aviso importante” publicado por la Dirección Administrativa y de Talento Humano de la empresa municipal que especificó que la contratación es para ayudantes de recolección y servicios de aseo, convocó a miles personas que se peleaban empujándose entre sí por un lugar en la fila, que la policía tuvo que dispersarlos con gases lacrimógenos.
Esto ocurre en la realidad real, en tanto, en la realidad virtual el presidente Guillermo Lasso se lanza un discurso en el que afirma haber creado 350 mil empleos en un año de gobierno. ¿Dónde, cuándo y para quiénes?, el mandatario responde: “Los empleos se encuentran en el sector informal, en el comercio, en la agricultura, construcción, en la industria”. Mientras tanto, el INEC hace de aguafiestas oficial y publica las cifras de informalidad laboral o desempleo en el país: el 67% de la población económicamente activa (PEA) está en condiciones de informalidad o de desempleo. Por otro lado, en el país, cerca de 2.773.750 trabajadores cuentan con empleo pleno, mientras que 5 millones no tienen trabajo adecuado, con estabilidad y seguridad social. La tasa de empleo adecuado fue de 32.9%, es decir, apenas tres ecuatorianos de cada diez cuentan con un empleo formal.
Luego de un año de haber elegido a un banquero como presidente de la nación, el INEC no dice en cambio cuántos son los arrepentidos, cabreados, decepcionados o engañados. Tampoco la autocrítica del progresismo nos indica por qué no ganó el candidato Andrés Arauz, si “los 10 años del gobierno de la Revolución Ciudadana cambiaron la cara de Ecuador”. Cuántos piensan entredientes que “con Aráuz estaríamos avanzando y confrontando a las oligarquías”. No lo hicieron posible y se puso en bandeja de plata el espacio a la derecha, con responsabilidad del correísmo y sus pugnas internas y del “voto nulo ideológico” que no fue nulo, sino para la derecha. Un Moreno engendrado en la ruindad abonó el camino, y Lasso, el banquero heredero, lo pavimentó con recetas fondomonetaristas. El duo que pasará a la historia como sepultureros del país.
Dicen que no hay trago más amargo que el arrepentimiento que hoy pretendemos edulcorar con mal de mucho consuelo de tontos. En la Sierra, la derecha burócrata, aunque sin gobernabilidad posible, sale vivita y coleando de un paro indígena de 18 días que detuvo al país, se sienta a negociar las demandas de la protesta con dilatorias y subterfugios, acusa a sus interlocutores de “terroristas financiados por el narco tráfico” y sigue tan campante, sin reflexión ni acción que avizore salidas a la crisis generalizada.
Desde la Costa la otra derecha, la pelucona y reflexiva, lanza un volador de luces separatista y propone el federalismo criollo para distraernos como a niños con un caramelo y todos nos ponemos a platicar sobre el tema, mientras la fila de desempleados crece en el país, el gobierno se repone del paro, los hospitales continúan sin medicinas, los narcogenerales continúan solicitando visas para los EEUU, el coronavirus contrataca…la vida sigue igual.
La única novedad aparente, es que los ex prefectos quieren regresar al cargo y los Lapentti en el Guayas, los Yakupérez en el Azuay y los Hervas en Pichincha, son parte del “entramado que juega a favor de la oligarquía” en las elecciones seccionales de febrero. En la otra orilla algunos aspirantes se estrenan, otros buscan reelegirse. Los hay progresistas e “importantes personalidades” que asoman en esta etapa previa a la inscripción de candidatos: Priscila Schettini por la Coordinadora por la revocatoria; Carlos Rabascall entre los Surgentes. Socialistas de viejo cuño, Silvia Salgado, Diego Vintimilla de Cuenca. Lideresas políticas entre mujeres destacadas en la brega o notables en el exilio, Paola Pabón, Soledad Buendía, Verónica Silva, Natya Chalá. Activos activistas y parlamentarios, Pabel Muñoz, Andrés Aráuz, Christian Gonzáles, Virgilio Hernández, Humberto Cholango. Todos en busca de posicionarse en la mente del electorado que espera tengan algo que decirnos, portando bajo el brazo una carpeta con novedosas y factibles soluciones a los dramáticos problemas de desempleo, inseguridad social, pésimos servicios de salud pública, falta de presupuesto para la educación, delincuencia, corrupción y, para colmo, propaganda oficial. Este es el país que tenemos: Economía bonificadora de la pobreza. Sociedad descompuesta de violencia. Política represiva del pueblo.
¿Sera el mismo país que queremos quienes votamos por el progresismo?… ¿Es este el país que quieren quienes votaron por el neoliberalismo, no están reclamando cumplimiento a las promesas de campaña hechas por su adalid de aprendiz de político incubado en una bóveda bancaria?
La vida sigue igual, como tatareaba Julio Iglesias: siempre hay por quién vivir, por quién luchar y a quién…votar. La vida sigue -dicen-, pero no siempre es verdad. A veces la vida no sigue. A veces solo los días pasan.