La noticia no tiene trascendencia en sí misma. Se concretó la destitución de la asambleísta de la Izquierda Democrática (ID) del cargo de segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Yeseña Guamaní, luego de que el Pleno del Legislativo aprobó por 83 votos afirmativos la moción “por incumplimiento de funciones”, según el informe de la Comisión Pluripartidista Ad hoc. El asunto no es un tema personal, sino que tiene relevancia en la medida de que Guamaní representa una tendencia política, la socialdemocracia criolla y, por tanto, es un suceso político que amerita analizar.
Guamaní, tras la lectura del informe, ejerció el derecho a la defensa, no obstante, con anterioridad había apelado al apoyo del Partido Social Cristiano (PSC) al cual invoca tratando de conseguir sus votos contrarios a su destitución en la Asamblea Nacional. La asambleísta argumentó que “el proceso seguido en su contra no tiene asidero técnico jurídico”, porque se actuó sancionándola por haber planteado una moción, en ejercicio del derecho que tienen todos los legisladores. Si bien este argumento es pertinente, también lo es el hecho de que el proceso en contra de Guamaní tiene asidero político, como es natural en un organismo legislativo de representación política. Como conclusión Guamaní afirmo: “Me voy con honor y dignidad, porque la decencia no se negocia”. Sin embargo, su apelación al socialcristianismo si constituiría una negociación puesto que nada es gratis en esta vida, lo cual sigue siendo natural y pertinente en las esferas políticas.
El tema cambia de color cuando se constata quién apeló a quien. En este caso lo hizo una militante de un partido socialdemócrata, la ID, a una organización de derecha que ha sostenido alianzas con el neoliberalismo oficial del país -movimiento Creo-, sostén del régimen que hoy gobierna el Ecuador. Es entonces cuando el caso Guamaní adquiere asidero político, motivado en una inconsistencia ideológica que se traduce en una defección de principios.
Para comprender esta actuación de Guamaní amerita recordar que la Izquierda Democrática es un partido socialdemócrata que bajo el liderazgo de Rodrigo Borja en los años ochenta mantuvo una permanente solidaridad con el pueblo chileno que luchaba contra la dictadura militar de Pinochet, que la ID condenó políticamente en diversas ocasiones. El fundador e ideólogo de la ID, Rodrigo Borja, se enfrentó en el célebre debate presidencial de 1984 a León Febres Cordero, conspicuo representante socialcristiano de las oligarquías costeñas que en esa ocasión lo humilló y le ganó la elección presidencial. Febres Cordero representaba a los sectores políticos más reaccionarios y conservadores del país, mientras que Borja a la socialdemocracia latinoamericana que heredó de su predecesor europeo los principios con que combatió al fascismo propiciado por el nazismo alemán que desangró a Europa en imposición del capitalismo más extremo.
La socialdemocracia es una tendencia política que surgió a finales del siglo XIX a partir del movimiento socialista. Si bien la socialdemocracia es una ideología política, social y económica, que busca apoyar las intervenciones estatales, tanto económicas como sociales, para promover mayor equidad económica e igualdad social en el marco de una economía capitalista. El principal objetivo de la socialdemocracia es el de reducir los niveles de desigualdad dentro de una economía y como corriente de izquierdas, promueve una redistribución de la riqueza mediante políticas sociales. La socialdemocracia es un sistema económico y político a favor de una transición pacífica desde la economía capitalista de mercado hacia el socialismo por medio de los canales políticos propios de las democracias liberales, es decir el parlamentarismo, en ese propósito propugna los principios de una economia mixta. Economía mixta que combina tanto los principios capitalistas como los socialistas y es controlada democráticamente; Democracia integral que aboga por la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones; Desarrollo sostenible en la protección del medio ambiente y el ecologismo mediante una serie de leyes que favorecen el desarrollo sostenible; Equidad de género: este tipo de economía apuesta por la igualdad de oportunidades; protección de los consumidores y la competencia de libre mercado; Estado laico con la separación de poder político y la Iglesia; Defensa de los derechos que promueve la justicia social. La socialdemocracia tiene una mirada social y política progresista que está a favor de temas como el aborto, el matrimonio homosexual, etc., entre otros fundamentos.
¿Qué motiva y explica el giro de la Izquierda Democrática criolla hacia la derecha?
Acaso el componente orgánico heterogéneo de clase, la diversidad etaria de sus militantes, el componente mayoritario de sectores medios entre sus afiliados; pero sobre todo la carencia de una cultura política sólida fundamentada en la capacitación ideología, en el estudio de sus jóvenes militantes dentro de una adecuada promoción de cuadros. Todo lo anterior se traduciría, a la postre, en una falta de consecuencia y experiencia política.
¿Son viables las alternativas socialdemócratas en América Latina? La respuesta fácil a esta pregunta es que “no existen las condiciones”. La industrialización capitalista, que concentró a grandes cantidades de trabajadores asalariados en centros urbanos industriales estratégicos, favoreció la difusión de una acción colectiva de clase que condicionó fuertemente la socialdemocracia europea. Las condiciones estructurales e institucionales que existen hoy en América Latina se parecen poco a las que dieron origen a la socialdemocracia en Europa occidental. La industrialización demorada y dependiente que tuvo lugar en América Latina no creó un sector manufacturero tan amplio ni vital como el que existía en la mayor parte de los países de Europa occidental. Si la democracia social llega a América Latina, no será como resultado político de una industrialización intensiva. Esto significa, en términos simples, que el proletariado industrial no puede proveer los cimientos sociales para un proyecto socialdemócrata en América Latina. Cualquier proyecto socialdemócrata en América Latina tendrá necesariamente un sujeto histórico diferente, más diverso, que el de Europa occidental: una coalición o un bloque de grupos subalternos en lugar de una clase social. La dimensión partidaria de la socialdemocracia también es muy débil en América Latina. Los partidos que se identificaban históricamente con la tradición socialdemócrata quedaron profundamente afectados por el colapso de la industria de sustitución de importaciones en la década de 1980 y por la extensión de la globalización neoliberal. En países, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, la izquierda resurgió, pero sigue estando débilmente institucionalizada en la esfera partidaria. En estos países, la resistencia social y política al neoliberalismo encontró su mejor expresión en movimientos masivos de protesta o en una figura dominante de tipo populista. Los movimientos de izquierda que han llegado al poder en Venezuela, Bolivia y Ecuador son «nuevos» en el sentido de que nacieron de la violenta reacción popular contra el neoliberalismo, que hundió en una crisis tanto a los regímenes democráticos como a los sistemas de partidos existentes. El paisaje social fragmentado de la era neoliberal asegura que esos reclamos, para ser eficaces, tengan que unirse en coaliciones complejas. De allí que la urgencia histórica en nuestro país es la conformación de un frente progresista que incluya a la izquierda, la socialdemocracia y los demócratas progresistas contra el azote neoliberal. Quien no aprende de la historia está condenado a repetirla.