La clásica expresión pedirle peras al olmo se ha convertido en una ironía política en nuestro país. Pedir lo que no es posible obtener, es lo que sucede cuando requerimos resultados extraordinarios a quien no está preparado para dárnoslos. El olmo tiene sus propios frutos que en ningún caso son las peras que las da el peral. Pedirle peras al olmo es contranatura.
En política también resulta ser contranatura pedirle a un político que entregue de sí aquello que no es, o no tiene para dar. Es un imposible pedir a un banquero ser político cuando no tiene las características necesarias o no está preparado, no funciona. Esa es la sensación que crece en el país: pedirle políticas sociales a un gobierno neoliberal será pedirle peras al olmo.
En el mes de marzo el régimen del presidente Lasso sostuvo que “avanzaría en sus políticas sin considerar que la Asamblea existe”, al cabo de un trimestre ahora el ministro de Gobierno, Patricio Jiménez, afirma que “están buscando restablecer una serie de nexos y de conversaciones con algunos actores políticos” en el Legislativo para retomar el trámite del proyecto de Ley de Inversiones que, como sabemos, fue rechazado en la Asamblea Nacional por su tufillo neoliberal. En tanto, se mantienen en carpeta del Ejecutivo tres proyectos en trámite de los seis enviados en el primer año de gobierno: El proyecto para el uso progresivo de la fuerza, las reformas a la Ley de Educación Superior y el proyecto de Ley de Libertad de Expresión, que no se descarta sean reimpulsados por el Ejecutivo. Consecuentemente, un inefable consejero presidencial, Diego Ordoñez, expresó: “no hay ningún cambio que se pueda pensar o definir frente a la concepción de la gestión política del Gobierno frente a la Asamblea”.
En el contexto de las mesas de conversaciones, a partir de la firma del acta de paz del gobierno con la Conaie, el régimen no da señales de cambio. El ministro Jiménez señaló que tiene la convicción de que éstas serán la base para establecer “un nuevo paraguas de institucionalidad”. ¿Cómo debemos entender esa afirmación? La “nueva institucionalidad” estará signada por renovados rumbos políticos a condición de que el gobierno acepte de buen talante rectificar, pero ¿no será pedirle peras al olmo?
El flamante ministro de Economía y Finanzas, Pablo Arosemena, -empresario, ex presidente de la Federación de Cámaras de Comercio-, a pocas horas de ser posicionado se reunió con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el organismo internacional respondió que espera “seguir trabajando con el nuevo ministro para ayudar al Ecuador”. Una eventual rectificación oficial debería abandonar las políticas empresariales, fiscalistas contables, junto con la obsesión por reducir el déficit fiscal y emprender el rumbo social de una real reactivación económica y derechos ciudadanos en salud, educación y seguridad social. ¿Será que el FMI está dispuesto a “ayudar al Ecuador” en aquello, no será pedirle peras al olmo?
En el ámbito político, durante la ceremonia de relevo de la cúpula policial el presidente Lasso felicitó a la Policía “por su desempeño ejemplar durante la crisis del paro”, y el ministro del Interior, Patricio Carrillo resaltó el trabajo realizado durante las recientes manifestaciones por parte de los efectivos policiales y cuestionó las formas violentas empleadas por los manifestantes y pidió investigaciones de estos hechos, enfatizando en un punto altamente polémico entre el gobierno y la Conaie. ¿Será este el camino para profundizar acuerdos con el movimiento indígena y reconciliar al país, no será pedirle peras al olmo?
Un régimen neoliberal, autodefinido empresarial, enfrenta el reto de rectificar e implementar políticas sociales en beneficio colectivo. Del mismo modo, un presidente banquero para gobernar en armonía tiene el desafío de convertirse en político con talante social. La arrogancia de clase convertida en soberbia política lo hace ser lo que es, como el olmo que no puede dar peras. Peor aún, si regenta un gobierno que carece de sentido autocrítico y voluntad de cambio.
El país espera el cumplimiento a las ofertas oficiales planteadas en el reciente pacto de paz firmado con el movimiento indígena, y retomar el diálogo en las mesas de conversaciones porque está corriendo el plazo de 90 días para su observancia. Y esas instancias deben arrojar resultados por el bien del país, no sea cosa que como el mentado “gobierno del encuentro”, resulte otro fraude.
Sin ninguna duda de que para evitarlo se requiere de políticos sin habilidad teatral que hacen de la política un simulacro y del relato oficial, un estado de propaganda. El país necesita en el gobierno políticos auténticos, es decir honestos; realistas con sentido de objetividad para ver la realidad nacional; humanistas con sensibilidad social; progresistas con voluntad de cambio y de abandonar de una vez el pasado.
¿Será pedirle peras al olmo?