Cuando Benjamín Carrión fundó la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1944 lo hizo pensando en revivir la esperanza perdida de un país desolado por la guerra de agresión que emprendió el militarismo peruano en contra del Ecuador. Carrión, inspirado en la idea de que «Si no podemos, ni debemos ser una potencia política, económica, diplomática y menos -mucho menos- militar, seamos una gran potencia de la cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia», creó la sede cultural en Quito para albergar la diversidad cultural del país.
Desde ese momento, la cultura y el Estado se miraron con sospecha y establecieron relaciones de represión y denuncia. La cultura, alentada por la historia, denunció cada agresión que el Estado perpetró en contra de los pueblos agrediendo la vida que se expresa en las diversas culturas que tienen lugar en el Ecuador intercultural. En cada momento de degradación de la convivencia pacífica en el país, la cultura fue el refugio, el asilo contra la opresión que pretendió conculcar la libertad y la dignidad a hombres y mujeres que habían decidido luchar por sus derechos.
Hoy, como en los peores momentos represivos del país, la Casa de la Cultura fue allanada por la policía, un hecho que no ocurría desde los años sesenta cuando una dictadura militar emprendió un allanamiento similar al actual. En respuesta a una denuncia anónima del cometimiento de un presunto delito en contra de la administración pública, ‘rebelión y atentados’, el juez David Lasso Vaca, de la Unidad de Garantías Penales, autorizó “la realización de un acto urgente y concedió la orden de allanamiento, descerrajamiento, quebrantamiento de las puertas y cerraduras, aprehensión de personas e incautación de indicios que se pudieran encontrar en el inmueble”. Este suceso lo dio a conocer el presidente de la CCE, Fernando Cerón, en su cuenta de Twitter: “Allanamiento a la Casa de la Cultura, solo la última vez que pasó esto fue en los años 60 en dictadura”, y señaló que durante el allanamiento no existió “ninguna novedad” ni se encontró ningún tipo de materiales bélicos.
La cultura en sus múltiples manifestaciones es sinónimo de vida, contraria a toda expresión belicista de muerte. La cultura es albergue de todas las formas culturales por su vocación democrática, la cultura es impulso de cambio por su inspiración progresista, y eso lo saben quiénes regentan el poder. Consecuentemente, perciben a la cultura como un enemigo en capacidad de desentrañar su esencia de exclusión e injusticia. La cultura es vigilante de los derechos humanos y de su irrestricto respeto en una sociedad pacífica.
Buscar armas en la sede de la cultura es un absurdo propio de la premura de una Fiscalía que no procede con equilibrio en sus acciones y, por tanto, sus investigaciones resultan sesgadas. El asalto policial a la Casa de la Cultura Ecuatoriana representa un gesto repudiable de un Estado dictatorial que ha decidido convertir a la policía en el organismo que frentea la represión, sin considerar que sus miembros son también parte del pueblo.
El presidente de la institución hizo un llamado “a los artistas del país, a los gestores culturales a mantenernos vigilantes de lo que sucede en la Casa de la Cultura y, que luchemos por garantizar que este espacio no sea intervenido de ninguna forma por el Estado”. La voluntad popular debe imponerse junto a las instituciones democráticas, para que la sede de la cultura siga siendo un reducto de paz y no un cuartel policial.