Ecuador necesita inteligencia, encontrar solución a una situación problematica. Es decir, aquella facultad que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Las crisis se producen por carecer de inteligencia que permita anticiparse a los problemas y evitarlos; luego la crisis persiste por no responder a los problemas evitables e inevitados. Visto así, inteligencia es mucho más que saber jugar ajedrez o manipular a un populacho ignorante.
La crisis que hunde a Ecuador es fruto de la falta de inteligencia que nos ha llevado a la imposibilidad de consensos. Ante ese callejón sin salida -en el que todas las partes involucradas transitan a contravía-, diversas instituciones se ofrecen como mediadoras para destrabar la controversia entre el gobierno y la Conaie. El régimen en principio aceptó y la representación indígena manifestó que se siente en capacidad de dialogar sin intermediarios.
Los mediadores son pertinentes, en el bien entendido de que no son cómplices de ninguna de las partes del conflicto sino auténticos facilitadores de entendimiento. Se habla de la Iglesia, los municipios y la academia como potenciales facilitadores del diálogo que permitan destrabar la crisis. Sin descartar a nadie se debe escuchar a la inteligencia que se supone está en la academia, y esperar soluciones desde los municipios, no obstante que están regentados por políticos responsables de la crisis y la iglesia por prelados más ocupados de divinidades que de realidades concretas.
Sin ánimo de pecar de pesimismo, amerita decir que frente a la crisis nacional existen solo dos vías de salida: la legal y la política. La primera, por vía constitucional que determina la sucesión del poder en caso de revocatoria del mandato o ausencia de autoridad presidencial, indicando que el reemplazo corresponde al vicepresidente de la República, alternativa obviamente inaceptable por el pueblo que expresa un 81% de rechazo al gobierno y sus políticas, según recientes encuestas.
La vía política supone alternativas consensuadas. La política es hacer que las cosas sucedan, que sucedan bien, en favor de las necesidades de las mayorías. Para que aquello suceda se requiere de una inteligencia política analítica, reflexiva y propositiva. La inteligencia policial o militar es otra cosa; no se puede hacer política inteligente con la bayoneta calada y con una bomba lacrimógena en la mano. La salida política implica que hay que ceder y conceder.
Una salida política fue propuesta, recientemente, en un pronunciamiento de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Central del Ecuador. En principio, resulta positivo que el estamento universitario se pronuncie y rompa el silencio de la academia frente a la realidad nacional. El comunicado señala que “las movilizaciones y protestas sociales expresan siempre problemas y conflictos no resueltos por la sociedad y son al mismo tiempo una prueba de las limitaciones y el fracaso de las instituciones que supuestamente deberían velar por el bien común y asegurar niveles mínimos de consensos políticos”. La declaración continúa haciendo un diagnóstico de la coyuntura, señalando que “las protestas de junio del 2022 son resultado del rompimiento por parte del Estado, de los acuerdos que siguieron a las movilizaciones de octubre del 2019 y de los nulos resultados de los diálogos emprendidos”.
El único programa de Lasso sigue siendo la profundización del modelo neoliberal que acentúa la crisis -señala el pronunciamiento universitario-, en tanto que la contraparte social expresa su demanda en 10 puntos: reducción y congelamiento del precio del combustible; refinanciamiento de deudas por un año para el sector agrícola; control en los precios de los productos para el campo; no precarización de la jornada laboral; revisión de los proyectos extractivistas; respeto de los derechos colectivos, como la educación bilingüe y la justicia indígena; no privatización de los sectores estratégicos; control de la especulación de precios; presupuesto digno para la salud y educación y la generación de políticas públicas de seguridad. El comunicado universitario manifiesta que “frente a esta situación reconocemos la profunda legitimidad de las demandas planteadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador”.
No obstante, la respuesta del régimen es represiva porque carece de inteligencia, es decir, encontrar solución a una situación problemática. El pronunciamiento de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas concluye con la oposición “al uso de la fuerza y a la represión como supuestos mecanismos para lograr la paz (…) Los gobiernos y los grupos de poder que actúan con la negación, la exclusión y la represión solo revelan la enorme brecha que los separa de las clases y sectores subalternos de la sociedad”.
Frente a esa brecha, la academia ofrece su mediación para un diálogo entre las partes del conflicto. Diálogo que debe conducir a una solución política que implica escuchar las más urgentes demandas populares, mientras no hay medicinas en los hospitales públicos, presupuesto para infraestructura educativa, recursos para el control de la delincuencia, atención a las deudas estatales con el IESS, control de precios de productos de consumo masivo, etc., sin embargo, el gobierno dice mantener 8 mil millones de dolares «en reserva».
Si los grandes derechos se consiguieron con movilización, las grandes soluciones se las consigue mediante el dialogo. Si de cara a la crisis existe una real voluntad de diálogo y mediación imparcial se debe escuchar a todos los interesados. Si los políticos no ofrecen soluciones políticas, no muestran liderazgo, es hora de escuchar a la inteligencia.
El país requiere del predominio de la racionalidad por sobre la brutalidad de los desmanes, bayonetas caladas y bombas lacrimógenas.