El gobierno del presidente Guillermo Lasso cumple: Leonidas Iza terminó con los huesos en la cárcel, como había prometido el mandatario, pero solo por unas horas. Su arresto provocó una decidida reacción popular confirmando el rechazo al régimen y su medida represiva, al extremo que obligó a una jueza que juzga a Iza a decretar su inmediata libertad, en un juicio que fue postergado para el próximo mes. La libertad de Iza fue otorgada considerando, además, el incumplimiento de la ley cuando fue detenido por fuerzas especiales policiales y militares sin la debida orden escrita, y sin lectura de sus derechos fue conducido a un recinto militar en la base aérea de Latacunga. La orden llegó tardía sorteando barricadas en las carreteras bloqueadas, como reconoció el ministro de Interior, Patricio Carrillo. El gobierno había “echado leña al fuego”, y el dirigente indígena recibía el apoyo de su gente al fragor de la lucha colectiva. Con los huesos en la cárcel, Iza se convirtió en sujeto de victimización -como había sentenciado el propio ministro Carrillo-, adquiriendo su figura un potencial político que el régimen no calculó.
Leonidas Iza, heredero de la tradición de lucha del movimiento indígena ecuatoriano corría similar suerte que sus antecesores históricos, motivado por los valores profundos que los pueblos indígenas ostentan hasta el día de hoy, su capacidad de resistencia frente a las adversidades de la colonia europea, ante la explotación económica, la opresión política, el estado de exclusión y discriminación social. Valores plasmados en instituciones diversas que le han permitido la organización, relaciones sociales, espiritualidad indígena y relaciones con la madre naturaleza. El Ayllu (familia), Ayllu Llakta (comuna), Minka (trabajo colectivo), Rimanakuy (práctica del diálogo), Yuyarinakuy (acuerdos), Pachamama (naturaleza), referentes de vida en las comunidades y por tanto de conservación en la época contemporánea. Desde esta conciencia social, se han instrumentado en la cosmovisión indígena herramientas de lucha hacia la superación de complejos problemas de la sociedad en su conjunto, como la concepción del Estado, sus estructuras, el sistema político, la restringida situación de la democracia, la inequidad, e injusticia, entre otras.
He ahí los ejemplos históricos de Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango, lideresas ancestrales del movimiento indígena. Amaguaña, activista indigenista de mediados del siglo XX dirigió la primera huelga de trabajadores en Olmedo. Mujer, indígena, analfabeta, maltratada y sumida en la pobreza, inscribe su actividad política en el sindicalismo indígena; logra que se ponga fin al sistema de explotación doméstica de las «huasicamías y servicias» y demanda el cumplimiento del Código de Trabajo, promueve y conforma la cooperativa agraria como mecanismo de presión social y política para exigir al Estado la entrega de tierra a los indígenas. En 1946, funda la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), junto a Dolores Cacuango para promover la distribución de tierras, vinculada al Partido Comunista. Dolores Cacuango, funda la Escuela bilingüe español y quechua, la primera de su tipo en el país. Durante la dictadura del general Ramón Castro Jijón, en 1963, el gobierno cerró las escuelas, prohibió que el quechua fuera un idioma que se pudiera enseñar y destruyó la casa de Dolores, obligándola a esconderse. La participación de estas mujeres en la huelga agrícola de 1931, en la localidad de Olmedo les había costado la destrucción de su vivienda y 15 años de clandestinidad.
Con el correr de los años, la organización indígena recoge la tradición de lucha ancestral. En 1986, activistas de catorce pueblos indígenas formaron la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). La lucha por el derecho a la tierra en los territorios; el fortalecimiento de la identidad, reconocimiento de las lenguas, la educación indígena, entre otros, se inscriben en este marco de convergencia indígena que llevó a la CONAIE a liderar levantamientos de los años noventa que terminaron con la caída de gobiernos de la época, Bucaram (1996), Mahuad (2000) y Gutiérrez (2005). En entrevista que realicé hace algunos años a Antonio Vargas, líder histórico de la CONAIE, reconoció que “no podría estar contra el gobierno de Correa porque todas las demandas ancestrales de los levantamientos indígenas de los noventa están contempladas en la Constitución del 2008 impulsada por ese gobierno: territorialidad, cultura ancestral, educación e idioma bilingüe, medicina ancestral, legalización gratuita de la tierra y territorios para las nacionalidades indígenas, agua para regadío, consumo y políticas de no contaminación”.
El futuro
Leonidas Iza es depositario de una tradición histórica que pesa en cultura y decisión política. Su reto consiste en saber incorporarlas a la lucha general de liberación de la sociedad ecuatoriana. Desde la comprensión teórica y práctica de dos dimensiones: la visión histórico-cultural y la posición y conciencia de clase, de la que surge una propuesta indígena perfectible y coherente; ubicando la acción social y política desde el cuestionamiento a las estructuras del Estado, a un sistema social, económico, político inadecuado y obsoleto, que no se compadece con la realidad actual. Bajo estas consideraciones -como versa su declaración de principios-, la iniciativa del movimiento indígena involucra a toda la sociedad en sus demandas y perspectivas. Una agenda nacional que implica reconocer la necesidad de impulsar la consolidación de una ideología y una metodología social que permitan ver más allá de una perspectiva étnica. Para hacerlo posible, la sociedad mestiza debe superar sus propias taras, tanto el racismo del mestizaje elitista como el paternalismo indigenista de los sectores medios y populares. Esa perspectiva ideológica de país va más allá de la dimensión plurinacional e intercultural para entronizase en una epistemología con visión de clase, lo que a su vez supone superar la figura reformista del progresismo para entender la cuestión nacional, el internacionalismo proletario, la planificación económica centralizada, la descolonización cultural, la integración geopolítica regional, la práctica de la economía popular, la dinámica de los medios de producción industriales, la perspectiva de desarrollo extractivista, la transferencia científico tecnológica, los derechos de género, la potencialidad etaria de la juventud, el rescate patrimonial, la conservación biodiversa del territorio nacional, y un largo etcétera. Una plataforma que se engendra en una política de liberación nacional en el horizonte de una segunda independencia nacional respecto del neocolonialismo puesto hoy el cuello blanco y el laso del neoliberalismo cultural avasallante que, aunque fracasado en sus intentos, pretende aún dominar el mundo.
En ese devenir histórico, la dirigencia de la CONAIE tiene a su haber el deber y el derecho de instaurar el diálogo hacia la consecución de consensos en la construcción práctica de un Estado Plurinacional, un reencuentro en la Interculturalidad y la diversidad social y cultural, con ampliación y profundización de la democracia, la equidad y la justicia social. Leonidas Iza ha dado señales de asumir ese compromiso: “Solo hemos salido porque el hambre y las injusticas han tomado nuestros hogares. Podrán detenernos, pero jamás a nuestras ideas…querrán matarnos, pero no matarán nuestros sueños”, dijo recientemente.
La diferencia entre el dirigente indígena y sus carcelarios radica en que éstos terminarán con sus huesos en el olvido, mientras que la voluntad popular podría hacer que el líder ancestral termine con los huesos en la historia.